TENDENCIAS

La pandemia primero retrasó su proyecto, pero luego le dio un impulso inesperado

Valentina se quedó sin trabajo poco antes de la llegada del covid-19 al Uruguay y una vieja pasión la sacó adelante: la cerámica. Primero empezó con las clases y luego llegaron las ventas.

Valentina Videla
Tiene taller propio en la zona del Cordón, donde da clases y realiza sus piezas. 

Mucha gente perdió su trabajo por la pandemia y debió reinventarse. No fue el caso de Valentina Videla (31 años), que sí perdió su trabajo de vendedora, pero fue justo unos meses antes de la llegada del covid al Uruguay.

Para ella 2020 iba a ser su año de reconversión laboral, se iba a dedicar de lleno a trabajar en cerámica y apostar a eso para poder salir adelante. Contaba con los conocimientos adquiridos años atrás, cuando había estudiado en la UTU.

“Siempre fue como mi proyecto poder dedicarme a esto”, cuenta a El País.

Y estaba pronta para hacerlo, primero dictando talleres y luego produciendo piezas para vender.

Con la experiencia que le había dado dictar clases puntuales del tema en Pando, en el taller de un colega, se propuso hacer lo mismo en Montevideo, donde vive, y así salir de la situación de desempleo.

“Pero cayó la pandemia, tuve que suspender los planes y reacomodar un poco todo hasta más o menos mitad de año, que fue cuando la gente empezó a estar súper interesada por comenzar, no soportaba más el encierro y necesitaba salir y buscar otras actividades para escapar de la rutina”, recuerda.

Valentina Videla

La misma pandemia que la había frenado, ahora le daba un impulso particular, el impulso propio del estado de ánimo de la gente. Gente que necesitaba evadirse de la situación primero de incertidumbre y luego de hastío por estar tanto tiempo entre cuatro paredes.

Fue así que gracias a las redes sociales empezaron a llegarle dos tipos de alumnos. Por un lado, aquellos que querían aprender cerámica para poder vivir de eso o porque tenían un emprendimiento donde comercializar piezas de este tipo, quizás varios de ellos buscando reconvertirse en pandemia.

Y, por otro lado, los que querían escapar de la rutina, volver a reconectar con ellos mismos; estar presentes en un lugar conectados con el barro sin nada en qué pensar, sin ninguna obligación o responsabilidad.

“Realmente fue súper valioso el proceso creativo de cada uno. Además se sumaba la posibilidad de conectarse con otras personas, el grupo aporta muchísimo”, afirma la artesana.

Valentina Videla

Las clases siempre fueron presenciales porque Valentina considera que la modalidad virtual no se adapta a lo que es el arte de la cerámica.

“Además del horneado de las piezas requiere de la manipulación de otros elementos que a veces es difícil a distancia. Es difícil coordinar y es peligroso llevar y traer piezas porque se pueden romper”, explica.

Los primeros cursos fueron en el taller de su colega y, si bien eran pocos grupos y de aforo reducido por razones sanitarias, fueron un éxito.

Eso la empujó a agrandar el espacio y sumar más grupos en 2021. Y en febrero de este año se animó a abrir su propio taller en Miguelete y Gaboto.

“Busco que mis alumnos se expresen libremente. No hay prejuicios; no está lo mal hecho, lo bien hecho, lo lindo, lo feo, simplemente trato de que la persona pueda expresarse y pueda crear lo que salga”, dice sobre su estilo de docencia.

Con las clases en marcha, en 2020 comenzó a producir piezas para vender y lograr así otro ingreso económico. “Empecé haciendo mates, jarrones, bowls, cuencos… pequeñas cosas que acompañan el día a día de cada persona, que realzan la simpleza de las cosas y ayudan a revalorizarlas”, detalla Valentina.

Valentina Videla

Son casi las mismas cosas que sigue haciendo hoy en día, jugando mucho con los colores, con la diversidad y con la mezcla. “Eso ha gustado mucho y creo que es lo que caracteriza mi trabajo”, destaca.

En las ventas también le ha ido muy bien; las realiza sobre todo a través de las redes sociales (Instagram y Facebook).

Con el tiempo comenzaron a contactarla tiendas de Montevideo y del interior del país (Paysandú, Florida, Canelones) solicitándole material.

“Algunas me han llamado para hacer cápsulas exclusivas de piezas de cerámica. Fue el caso de Symphorine, para la que hice matecitos, y Mis Petates, con la que sigo trabajando hoy en día haciendo hornitos para esencias y mates”, acota la ceramista.

También se ha presentado en ferias pero, si bien las considera un canal de venta y una vidriera muy valiosos, no les resultan tanto como comercializar sus productos a través de las redes sociales.

Todo fue sumando en estos dos años de los que no sabía qué podía esperar, sobre todo por la presencia de una pandemia en la que todos estaban pasando por una situación inédita.

De todas formas, Valentina logró lo que se propuso antes de que el mundo cambiara: vivir de hacer cerámica. “Por suerte salió todo bien, porque podía haber salido todo mal”, concluye feliz.

Valentina Videla
Reportar error
Enviado
Error
Reportar error