COMIENZA LA "ERA MASSA"

Argentina con una asamblea legislativa “de entrecasa”

Massa exuda ambición y tejió con astucia su ascenso al Gobierno como la última apuesta para evitar un desastre. El peronismo clamaba “orden” y la oferta era escasa.

Sergio Massa y Alberto Fernández. Foto: AFP.
Sergio Massa y Alberto Fernández. Foto: AFP.

Alberto Fernández languidece como presidente después de que el peronismo unido le comunicó la cruel disyuntiva que tenía por delante: ceder el poder o perder el cargo. La irrupción de Sergio Massa como interventor del Poder Ejecutivo fue el desenlace de una asamblea legislativa de entrecasa que puso fin a un gobierno sin pasar por el engorro de los trámites institucionales.

La era Massa nace marcada por una incógnita. ¿Es posible reparar el dispositivo dañado del Frente de Todos y convertirlo en una maquinaria de gestión eficiente? Su éxito como ministro de Economía depende, más que del acierto técnico, de la capacidad de encolumnar al oficialismo detrás de un programa coherente para enfrentar un descalabro indisimulable.

En otras palabras, le toca demostrar que “el problema era Alberto” y no un sistema de gobierno disfuncional, erosionado desde adentro por la vicepresidenta Cristina Kirchner y por un sinfín de escaramuzas entre facciones enemigas que cohabitan en cada área de la administración del Estado.

Massa exuda ambición y tejió con astucia su ascenso al Gobierno como la última apuesta para evitar un desastre. El peronismo clamaba “orden” y la oferta era escasa.

Consiguió el aval de Cristina y de los gobernadores, más por desesperación que por convicción. Le urge retener ese apoyo cuando empiece a suministrar la medicina amarga que requiere este paciente crítico que es la economía argentina. “Cristina está adentro. Su obsesión es que el gobierno llegue”, dice una fuente del kirchnerismo.

Lo que viene en lo inmediato es ajuste y recesión, palabras malditas en el diccionario cristinista. La duda es cuánto estará dispuesta a poner el cuerpo para defender aquello que aborrece. En su entorno descuentan que posará al menos para una foto con Massa después de que el miércoles anuncie sus primeras medidas: “Después será día a día”.

Plan económico

El plan Massa es una obra en construcción, pero lo que anticipa el mercado horrorizaría a un kirchnerista desprevenido.

Cumplir el acuerdo firmado con el FMI, mejorar la relación con el campo para facilitar la liquidación de divisas, tasas de interés positivas y, más tarde o más temprano, un acomodamiento del tipo de cambio oficial.

¿Por qué lo apoyaría Cristina? “Ella hace tiempo que pide usar la lapicera -responde un gobernador que habló con ella esta semana-.

El día que se fue (Martín) Guzmán, Cristina dijo muy clarito que había que hacer lo necesario para ganar las elecciones en 2023. Ella va a acompañar si le demuestran que las medidas serán eficaces para bajar la inflación y recuperar el poder adquisitivo de los salarios”.

Silvina Batakis murió de silencio. Esbozó un recorte del gasto que no llegó a alumbrar, ejerció en Washington su derecho a viajar cuando ya era el fantasma de una ministra y se marchitó antes de volver.

Cristina le atendió el teléfono casi a diario, pero no le regaló en 24 días ni siquiera una palabra de aliento.

La vicepresidenta le picó el boleto el sábado de la semana pasada en la última cita a solas con Fernández, en Olivos. Allí le dijo que Batakis había fracasado, a la luz de los resultados. Las reservas seguían saliendo como por tubería, el dólar blue estaba 100 pesos arriba que el último día de Guzmán y el mensaje que atinaba a transmitir la ministra hacia dentro del oficialismo era de pánico por lo que se avecinaba.

El diálogo fue áspero cuentan fuentes que lograron traspasar el hermetismo de la cumbre. Fernández se resistió a aceptar el diagnóstico de Cristina, pero empezó a asimilar la idea del recambio.

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