ARQUITECTURA

Templo gótico de Montevideo desafía al tiempo y se apronta a cumplir 100 años

La iglesia de los Carmelitas en el corazón del Prado comenzó a ser restaurado para evitar filtraciones y otras patologías

Iglesia de los Carmelitas
Iglesia de los Carmelitas. Foto: L. Mainé

En 1929, con el apoyo de los vecinos del Prado, comenzó la construcción de unos de los templos más magníficos de Montevideo; casi un siglo después, religiosos y fieles vuelven a unirse para recolectar los fondos necesarios para la restauración de la Iglesia Virgen del Carmen y Santa Teresita (más conocida como Carmelitas). “Queremos cumplir los 100 años con el templo restaurado para que exista para las próximas generaciones”, dijo Fray Charlie de Palacio (un jovencísimo sacerdote: 28 años).

Comparada con las catedrales góticas europeas, esta es una versión diminuta pero no por ello menos grandiosa. El arquitecto Francisco Collet, director del estudio Collet Lacoste, a cargo de las obras en el convento y en el templo, la definió como una “expresión espléndida del arte gótico por sus hermosísimos arbotantes, pináculos y rosetones y sus vitrales”.

Es una obra cargada de simbolismos y ornamentos únicos en el país con mucho más valor patrimonial y arquitectónico que la búsqueda de lo meramente instagrameable. “La restauración es lo que se merece este tipo de edificio que es un referente para el barrio y para la ciudad”, señaló Collet.

Iglesia de los Carmelitas
Iglesia de los Carmelitas. Foto: L. Mainé

Obras necesarias.

Algunos datos técnicos: esta iglesia casi centenaria fue diseñada por los arquitectos Román Berro y América Bonaba; y la construcción fue responsabilidad de Albertico Ísola y Guillermo Armas. La piedra fundamental fue colocada en 1929, la primera misa se celebró en 1937 y las obras técnicamente culminaron en 1954.

“En realidad, no se terminó nunca; no se colocaron las campanas”, detalló de Palacio.

De estructura de hormigón, este templo posee una planta de tres naves que sigue las directrices de las catedrales góticas, con una nave central de mayor altura y dos laterales más bajos e iguales entre sí.

Es posible que al ingresar, más si están las luces apagadas, usted se sienta pequeño y bajo tierra. Es el efecto que consigue la altura de unos 22,5 metros. El plan original tenía ocho arcadas y no cuatro porque se tuvo que modificar el presupuesto.

Ser imponente no quiere decir que sea invulnerable y hoy se puede ser testigo de lo que han hecho dos de las fuerzas más poderosas de la naturaleza: la humedad y el viento. Las filtraciones de agua, tanto por el techo como por el subsuelo, han ido socavando parte de la estructura. Han hinchado los hierros y han hecho reventar el cemento, provocando desprendimientos. El viento ha desprendido lajas –casi no hay ninguna del lado este de la torre– y hay faltantes sobre la nave central.

La primera actuación de los técnicos de Collet Lacoste fue reforzar la seguridad edilicia, resolver las humedades en las habitaciones de los frailes y comenzar las tareas en la fachada del convento. “Solucionamos todas las patologías provenientes de las rejas; restauramos las aberturas de madera, restauramos los revoques, recuperamos los frisos que habían sido grafiteados y los llevamos al revoque original”, contó a El País.

Iglesia de los Carmelitas
Iglesia de los Carmelitas. Foto: Estudio Collet Lacoste

Para lo último se hicieron varias pruebas para alcanzar la fórmula de un revoque de color similar y características técnicas similares al original.
“Las flores que remataban los pináculos del convento se habían perdido todas excepto una. En base a ella se hicieron moldes y logramos insertar en cada pináculo el adorno con la forma original. Esto le da una terminación esmerada. También se restauró con mucha meticulosidad y mucho expertise de manualidad el escudo de los Carmelitas que lucía la antigua entrada al convento”, agregó.

Iglesia de los Carmelitas
Iglesia de los Carmelitas. Foto: Estudio Collet Lacoste

Hasta ahora, la inversión ha sido de casi US$ 50.500.

El paso siguiente es un hidrolavado de la fachada de la parroquia y la colocación de hidrófugo y la sujeción de todos los elementos de mampostería. Más adelante se procederá a los trabajos en altura para reparar la torre y la azotea.

Iglesia de los Carmelitas
Iglesia de los Carmelitas. Foto: Estudio Collet Lacoste

Ornamentos góticos.

Junto al sagrario se encuentran las imágenes de santa Teresita de Jesús (1515-1582), fundadora de la Orden de Carmelitas Descalzos, y San Juan de la Cruz (1542-1591), cofundador. Ambas tallas fueron traídas de Barcelona y, entre ellas, hay un Cristo crucificado que fue donado por Juan Zorrilla de San Martín. Las órdenes carmelitas veneran especialmente a la Virgen del Carmen, también denominada Santa María del Monte Carmelo, por el lugar en Israel donde se reconoce que se apareció. En la parte superior del templo del Prado se encuentra su imagen sosteniendo al Niño en brazos, ofreciendo el escapulario.

El templo, además, cuenta con dos confesionarios de madera de la década de 1950. El púlpito, también de madera, impacta a los visitantes por su trabajo de carpintería y detalles ornamentales de estilo neogótico.

El grueso de los muros es en ladrillo y los revestimientos interiores se han hecho en losas y bloques de símil piedra. El piso es de losas de mármol reconstruido con juntas de bronce.

Iglesia de los Carmelitas
Iglesia de los Carmelitas. Foto: L. Mainé

La "joya" del templo.

La única luz natural que ingresa al interior de la iglesia es la que atraviesa los vitrales. “Son una joya”, resumió de Palacio. La mayoría fue traída especialmente desde Alemania; también hay de Argentina y un rosetón de la pasión que es obra de un uruguayo.

Para Collet, “nos hacen vivir en el interior toda la experiencia de elevación que tiene este templo” (es una de las características del estilo gótico: son construcciones son tan altas que obligan a mirar hacia arriba en búsqueda de un sentido de la trascendencia).

Iglesia de los Carmelitas
Iglesia de los Carmelitas. Foto: L. Mainé

Desde la planta inferior solo es perceptible un color blanco brillante donde debería haber color. Pero esto se ve mejor desde los pasillos superiores: desde ahí se ve como muchos de los vitrales están arqueados y lo blanco es la luz del exterior. “Esto ha sido por el viento y la humedad que dilatan el plomo. En cualquier momento se pueden desprender. Hay que volver a unirlos con plomo; hay que rearmar el puzle”, explicó.
La restauración de los vitrales es la parte más onerosa del plan de obras y está prevista para un futuro.

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