HISTORIAS

El uruguayo Álvaro Córdoba destaca tanto como neurocirujano como músico a nivel mundial

En 2023 se convertirá en el primer uruguayo en asumir la presidencia de la Federación Internacional de Neuroendoscopía. Además es un destacado exponente de la guitarra clásica.

Álvaro Córdoba
En setiembre participará de varios congresos en Asia y Europa que combinará con conciertos.

El año próximo en Singapur, el doctor Álvaro Córdoba asumirá como presidente de la Federación Internacional de Neuroendoscopía y será el primer neurocirujano uruguayo en ocupar este cargo. Se trata de un muy valioso reconocimiento porque, entre otras cosas, Córdoba fue el que introdujo esta disciplina en Uruguay donde muchas veces se aplica el dicho “nadie es profeta en su tierra”.

Donde sí se siente un poco más profeta es en la música, ya que paralelamente a su actividad como médico es un eximio concertista de guitarra clásica con presentaciones tanto en Uruguay como en el resto del mundo. Él mismo relata que trata de combinar sus presencias en congresos médicos en el exterior con actuaciones musicales, tal como lo hará el mes próximo cuando desarrolle varias actividades de ambas ramas en Israel, Jordania, Alemania y España.

“El tema con la guitarra y con la profesión es tratar de que lo que uno haga lo disfrute. Esclavo se es necesariamente, tanto en una cosa como en la otra porque la disciplina que tenés que tener es enorme, pero hay un momento en que también hay un lugar para disfrutar”, cuenta al diario El País en una mañana en la que terminaba de practicar con la guitarra.

“Siempre lo hago a esta hora cuando puedo y después en la tarde o de noche. Antes hacía una especie de maratón, incluso en la madrugada; ahora estoy más veterano”, dice este hombre de 61 años que desde niño abrazó el mundo de la música con un padre barítono y al que luego le llegó el momento de prepararse para su otra pasión, la medicina.

Siempre lo hizo con entusiasmo, aunque ahora reniegue bastante de cómo se manejan algunos temas en su ámbito. Por ejemplo, cuestiona mucho de que haya colegas que no mencionen que muchos procedimientos médicos se pueden hacer en Uruguay y contribuyan a que se crea que para atenderse los pacientes deben viajar a Argentina, Brasil, Estados Unidos o Europa.

“Otra de las cosas que nos dicen es que no tenemos volumen de enfermos. Como en Uruguay somos tres millones y pico de habitantes no podríamos hacer nada. Es ridículo porque el único país que estaría en condiciones sería China. Es un concepto erróneo y hasta si uno se pone a pensar de dominación geopolítica, es como si los abogados tuvieran que ir a los Estados Unidos porque el volumen de los juicios que hay acá no es igual. Yo entiendo que hay centros de referencia y eso está bien, pero también ese centro de referencia podría estar acá. Te dicen ‘allá operan cuatro por semana’ y no sé si es así, depende del lugar y de la población que tenga. A lo que voy es que acá siempre estamos en condiciones de hacer las cosas, como en todos lados, pero el gran problema somos los mismos uruguayos”, se lamenta.

Menciona el caso de la técnica que practica al operar a los niños con endoscopía para tratar la craneosinostosis (los huesos del cráneo del bebé se cierran prematuramente). “Algunos colegas les dicen a los padres que acá no se hace”, apunta.

Córdoba introdujo en el Uruguay la neuroendoscopía, que es la adaptación de la endoscopía general a la neurocirugía. Es una técnica que data de principios de 1900 y que en los años 70 tuvo un gran empuje.

“Yo hice la carrera de neurocirugía y nadie me explicó que eso existía, como tantas otras cosas. La tuve que ir a buscar afuera, en mi caso a la Universidad de Viena. Fue en el 2000, un año de impulso en el que casi me voy a vivir fuera, pero no pude porque mis padres no estaban demasiado bien y yo era el único de la familia que estaba en el país. Por suerte el mundo siempre es más pequeño en cuanto a poder viajar y lo hice”, señala haciendo alusión a una de las tantas veces que tuvo la oportunidad de emigrar, pero no lo hizo. En Viena trabajó con su colega uruguayo Heber Ferraz-Leite y en 2002 realizó el primer procedimiento de neuroendoscopía en Uruguay, en la ex mutualista CIMA.

“A partir de ahí no paramos nunca de vincularnos y extender el campo de la aplicación de esta técnica, que es muy vasto”, indica.

Actualmente es el Jefe de Neurocirugía de la Asociación Española, además de trabajar en el CASMU, en el Hospital Británico –donde realizó múltiples cursos de neuroendoscopía con invitados internacionales– y en la mutualista CAMOC de Carmelo. Ha sido docente en la Universidad de Viena durante 14 años y también forma a colegas en un pequeño laboratorio que tiene en la Asociación Española.

Álvaro Córdoba

El músico.

Córdoba comenzó sus estudios musicales y de guitarra a los 14 años con el maestro Atilio Rapat y con Antonio Pereira Arias. Su primer concierto fue en 1978 y desde entonces no se ha detenido, dividiendo su actividad artística con la médica.

“En la música sí tuve grandes maestros que siempre me apoyaron”, destaca y cuenta que hace poco encontró en su casa los programas de Juventudes Musicales de la década de 1980, cuando recién empezaba.

La pandemia frenó, como era lógico, sus presentaciones musicales, pero de todas formas destaca que el año pasado pudo presentarse en el Auditorio Vaz Ferreira con España, tierra de canto y guitarra, un homenaje a Federico García Lorca.

“Siempre hay actividades dentro de lo que se puede porque desgraciadamente la guitarra clásica no tiene mucha demanda”, acota quien además aporta su música para proyectos solidarios como Música para el Alma, el grupo liderado por Estela Nicrosi que lleva sus melodías a hospitales, hogares de ancianos e instituciones que así lo demanden.

“Es un gran ejemplo y una cosa que hay que aplaudir y seguir siempre que se pueda. Se hace también en otros países, donde hay orquestas de médicos como la Camerata Médica de Viena”, señala Córdoba.

El especialista comenta que en los últimos tiempos mezclar la música con la medicina es mucho más científico que antes. “Ahora hay una cantidad de cosas interesantes para explorar, con estudios de resonancia magnética que demuestran el efecto de determinada música sobre las áreas del cerebro. Va mucho más allá de eso, va en lo que uno es como persona y lo que siente con la música y tocando un instrumento”, dice a El País.

Para el médico se trata de una sensación que no se puede explicar, “es como querer transmitir una sensación sexual o un sentimiento de amor. Incluso tocar una obra para uno mismo no tiene precio”, afirma.

Por eso está seguro de que de la música nunca se va a retirar, “eso no se abandona hasta después de la muerte”, apunta entre risas.

En cambio sí piensa en el retiro como médico, que imagina será muy pronto porque el desgaste ha sido mucho. “Cuando, como en mi caso, hacés las cosas por tu cuenta, solo, sin el apoyo político de nadie o con algunos profesores que decían que solo servía para tocar la guitarra, llega un momento en que uno tiene que disfrutar lo que hace”, sostiene.

En su caso será mudarse a la chacra que posee en Carmelo, donde tiene burros, una llama, chanchos. Tiene pensado hacerlo este mismo año junto a su pareja Bernardina, que es intensivista, y todos sus perros, que son varios.

No tuvo hijos y al explicar por qué relata que cuando tenía 32 años le encontraron un linfoma muy agresivo que casi le cuesta la vida. “Un precio que tuve que pagar por lo que hoy se llama acoso laboral y que en aquel momento no era denunciable”, confiesa. Por suerte lo superó, pero el tratamiento dejó sus secuelas, como la de no poder tener descendencia. La vida lo compensó con los hijos y nietos de su hermano. “En ese grupo familiar siempre nos hemos apoyado”, remarca.

Reconoce que le han quedado cosas pendientes, pero a la hora de pasar raya el balance siempre es positivo aunque aún le cueste un poco entender a las nuevas generaciones. “No son como las que vivimos nosotros, muchas no tienen el apego al logro personal, buscan el éxito y el dinero rápidos. No reconocen a la gente que estuvo antes y que ha dado su vida para algo, a los maestros”, lamenta.

Por eso es que considera que se aprende más con los animales y cree que es ahí donde tiene que estar el ser humano, en la naturaleza. “Si está por fuera está liquidado y cada vez estamos más afuera”, concluye.

Es parte del proyecto de la primera sala híbrida del país

Para noviembre está previsto que comience a funcionar en el CASMU la primera sala híbrida del Uruguay.

“Es una sala donde uno puede hacer todos los procedimientos médicos, desde los mínimamente invasivos, como la endoscopía, y a su vez operar, abrir al paciente si es necesario”, explicó el doctor Córdoba, quien forma parte de esta iniciativa.

“Se trata de un centro imagenológico quirúgico, vascular y oncológico donde incorporamos una sala híbrida real, con un resonador que es el primero que va a haber en cuanto a la resonancia magnética intraoperatoria y un microscopio que es el más completo que va a existir en todo el país con uso de tres fluorescencias diferentes y una realidad virtual ampliada que no hay en todo el Uruguay”, destacó.

Álvaro Córdoba

Trayectoria nacional y mundial

Álvaro Córdoba nació en 1961 en Montevideo y se inició en la guitarra y educación musical a los 14 años bajo la tutela del maestro Atilio Rapat y Antonio Pereira Arias. Empezó a dar conciertos en 1978 y no paró de presentarse en varios países y en importantes festivales y teatros de los cuatro continentes. Se formó como cirujano en la Udelar y luego estudió en la Universidad de Viena (Austria). Fue recientemente electo presidente de la Federación Internacional de Neuroendoscopía

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