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Dibujante, pintora, creadora de cómics y artista digital; Syldibujitos es multifacética

Sylvana Lobato empezó a dibujar de niña y no paró más. Se ha reinventado muchas veces para seguir viviendo de lo que ama, además de ser gran impulsora del Mercado de los Artesanos. 

Syldibujitos
Muchas de sus creaciones se las encuentra en el Mercado de los Artesanos.

Su primer recuerdo es con un cuaderno que seguramente había pertenecido a alguna de sus hermanas mayores. Quizás con algún lápiz de aquellas cajas de colores chiquitas que los traían de a seis unidades y dibujando letras enteras, como si estuviera escribiendo cartas, pero sin saber dibujar.

“Una cosa que siempre digo es que no nací sabiendo dibujar, aprendí de tanto hacerlo. Hasta el día de hoy me decís ‘dibujá un león’ y no sé hacerlo. Tengo que investigar”, afirma Sylvana Lobato (54 años).

La creadora de Syldibujitos se define como artista, pero su fuerte son sin duda la pintura y el dibujo. Confiesa que siendo niña o mismo adolescente no tuvo oportunidad de aprender sobre estas técnicas; lo suyo fue a base de hacer, hacer y hacer.

Ya en tercer año de liceo tenía bastante claro que lo que quería era pintar, pero en aquella época esa no era una opción de estudio. Decidió probar con el magisterio, pero ya al segundo año desistió.

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“Me hice la rabona un par de veces. Me compré un bloc y unos lápices, calculo que con la plata que tenía para la merienda, y me fui a pintar con una amiga por la ciudad. Me fui a cumplir mi sueño, que era pintar como fuera”, recuerda.

La conciencia y el respeto a su madre, una maestra que con el tiempo se transformó en una escritora muy conocida del Uruguay –Raquel Martínez Martínez-, pudieron más y le confesó que no estaba yendo a clase. “Ella me dijo ‘bueno, si esa es tu pasión, no lo vas a hacer así a lo loco, lo mejor es que estudies. Vas a ir a Bellas Artes’”, cuenta Sylvana. En ese lugar aprendió algo que siempre le había costado mucho: aprender a aprender.

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Fue tres años a Bellas Artes, quedó embazada de su única hija, se casó, fue madre, pero nunca dejó de pintar. Claro está que tuvo que conseguirse un trabajo, “porque del arte no se vive”, acota.

En 1996 ya se había divorciado y había trabajado en varios lugares. Lo que jamás desaparecía era el dibujo y la pintura. Fue paseando por el Mercado de los Artesanos que se topó con las tarjetas que hacían artesanos como Rossana Mutarelli, le gustó la idea y decidió hacer lo mismo con su impronta. Hacía tarjetas con dibujos y frases y las dejaba en consignación en los kioscos.

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Pero decidió dar un paso más y presentarse a la prueba de admisión en el Mercado de los Artesanos. Entró por la técnica de la resina, mientras que para las tarjetas le dijeron que probablemente no la admitirían. “Pero justo me tomó la prueba Rossana, que cuando vio mis dibujos me dijo ‘tarjetas no, pero vos vas a entrar’. Lo consultó con dos compañeros y me dio esa oportunidad. Ese día salí de ahí que no entraba dentro mío; me sentía tan, pero tan feliz”, comenta.

Sylvana reconoce que el Mercado de los Artesanos ha sido su gran fuente de inspiración, el lugar gracias al cual pudo desarrollar su carrera no teniendo que trabajar en otra cosa. “Es gente muy creativa y eso influye, gente que con generosidad te brinda lo que sabe”, destaca quien desde entonces ha sido parte de ese sistema de autogestión y una de las impulsoras de mucho lo que se ha hecho en su crecimiento.

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Recuerda que una de las cosas con las que comenzó fue con las tarjetas de casamiento, que en aquella época se hacían a mano. “Mi mano era casi una imprenta, de repente en una semana tenía que hacer cien para una boda. En ese momento no me daba cuenta, pero con el tiempo entendí de que logré una gran soltura en la mano”, destaca en charla con El País.

La verdadera imprenta terminó con eso y hubo que reinventarse, algo que Sylvana ha hecho más de una vez en toda su trayectoria. “Cuando en pandemia se hablaba de la incertidumbre yo pensaba que los artesanos vivimos parados en la incertidumbre, es un recorrido permanente en que uno vive el día a día”, reflexiona.

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Es así que esta artista, gracias a lo que vio en un viaje a Brasil, decidió probar con los imanes y las libretas. Eso sin abandonar las tarjetas y los cuadros. “Siempre he vendido cuadros, hay cuadros míos por todas partes del mundo, el tema es que se venden poco. Para mantener la venta de cuadros tenés que vender cosas más chiquitas, que estén al alcance de la gente”, explica quien tuvo su mayor venta cuando nació su primer nieto. “Fue un cuadro grande de un metro veinte por ochenta, a alrededor de 400 dólares”, acota.

Dentro de las cosas “accesibles al público” se cuentan las postales de Montevideo y las tarjetas de flores hechas en acuarela para acompañar las bolsitas de regalo que llevan lo que ella llama “frases de poder”. “Por ejemplo, ‘el último error es nuestro mejor maestro’”, dice.

También hizo agendas a mano que elegían mucho para cumpleaños de 15, remeras pintadas que quiere volver a hacer y posters con un duendecito como protagonista que se hizo muy famoso. En sus cuadros también ha pasado por distintas técnicas: dibujo a lápiz, su amado óleo, acrílico para usar como acuarela cuando no se las podía comprar...

Ahora que puede hacerlo, la acuarela sí se convitió en su nueva técnica. También ha incursionado en el dibujo digital, algo en lo que incidió su segundo marido que, según ella sostiene, “es tecnología pura”.

“Siempre me he ido superando gracias al Mercado; gracias a mi madre, mi gran maestra en la vida, y gracias a los maestros que me encontré”, destaca y nombra a Oscar Larroca, Hogue, Aldo Curto y Martha Escondeur, por mencionar algunos. “También gracias a mi trabajo y a la gente, porque me apoyó comprando lo que hacía”, agrega.

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No se olvida de los talleres en los que ha dado clase desde siempre, por lo general en forma gratuita, y en los que no se considera profesora sino una simple transmisora de lo que sabe hacer. Hoy mantiene clases virtuales en el Mercado.

Destaca que sus grandes obras de arte son su hija y sus siete nietos -dos de parte de su hija y los otros cinco “del corazón”- y su trabajo.

Sylvana recalca que su consigna es aprender y en libertad. “Una de las cosas fundamentales para mí es la libertad de poderme expresar como quiera. Todos los días tengo algo nuevo para aprender, no solo sobre el arte o mi vocación, sino en todo en la vida”, concluye.

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Autodidacta, tallerista y expositora

Inicio sus estudios de dibujo y pintura en forma autodidacta. Fue tres años a Bellas Artes y en 1996 ingresó al Mercado de los Artesanos.

Ha coordinado talleres de dibujo y pintura e ilustrado libros de autores nacionales y extranjeros.

También ha participado de exposiciones dentro y fuera de fronteras y performances de body art. Dibujó cómics y caricaturas; pinta en cerámica y en acuarela.

Ganó segundo premio y mención en los 150 años de Nueva Helvecia.

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Vive del arte y por el arte

Ingresó al Mercado de los Artesanos en 1996, del que ha integrado muchas comisiones. En Instagram se la encuentra como Syldibujitos, su nombre artístico.

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