MONTEVIDEO

Bordar para recuperar la memoria: un proyecto para dejar registro de las casas que fueron demolidas

El olvido de la belleza busca generar un archivo textil colectivo que recuerde las casas y construcciones que fueron demolidas en Montevideo.

Bordado de fachada de una casa de Montevideo
Bordado de fachada de una casa de Montevideo. Foto: gentileza Agustina Fernández

Se trata, antes que nada, de bordar. Bordar para dejar un registro, para cultivar el tiempo, para ir más lento. Bordar, sobre todo, para reparar la belleza, para recuperar la memoria, para que lo que se perdió no termine de perderse: para que no se olvide.

Eso es, quizás, “El olvido de la belleza”, un proyecto de bordado colectivo que busca generar un archivo textil para recordar las casas y construcciones de Montevideo que fueron y serán demolidas.

Se trata de reunirse y bordar las fachadas de esas casas. Se trata de un ritual: de lo que sucede mientras se borda y se conversa, de lo que surge del encuentro y de la creación. Se trata de algo parecido a la nostalgia: por una ciudad que, en cada demolición, pierde algo de su identidad, de su esencia.

“Yo creo que es una acción poética y colaborativa. Encuentro poesía en levantar una casa demolida a través de los hilos del bordado”, dice Agustina Fernández Raggio, artista visual a cargo del proyecto.

Cualquier persona puede ser parte de “El olvido de la belleza”. No hace falta saber bordar. Ni siquiera hace falta tener los materiales para hacerlo.

El próximo encuentro de bordado será este sábado 3 de setiembre entre las 11:00 y las 14:00 en el Cabildo de Montevideo. Para poder participar solo hay que mandar un mail a [email protected] e inscribirse.

En total llevan más de 100 bordados de casas que ya no están en la ciudad. El proyecto comenzó hace más de dos años. En este momento, ese archivo está expuesto en el Cabildo, en el marco de la exposición “Montevideo, la belle époque”, con curaduría de Rosana Carrete, directora del museo.

Exposición de bordados en el Cabildo
Exposición de bordados en el Cabildo. Foto: gentileza Agustina Fernández Raggio.

“Las horas que compartimos se plantearon como una acción poética que buscó -y busca- incorporar diversas manos y sensibilidades para plasmar un conjunto de recuerdos e historias de nuestra ciudad. Bordamos con hilo negro sobre el lienzo las líneas que llamaron nuestra atención, las que le dieron un carácter a nuestros paseos, a nuestros pasos, a nuestro escenario y que por ello cuestionamos su derrumbe. Plasmando con hilos nuestro vínculo con Montevideo y sus transformaciones, buscamos generar un archivo que refleje la manera en que miramos”, dice la presentación del proyecto en la página web del Cabildo.

Recorrer y mirar 

Todo empezó caminando, recorriendo la ciudad. Agustina camina y observa, mira hacia los costados, hacia arriba. Y entonces ve: que allí donde había una casona antigua, de pronto no hay nada y de pronto hay un edificio nuevo, similar a los otros edificios nuevos de Montevideo.

Que allí donde había una construcción llena de historia y llena de sentido, de pronto, no hay más historia, no hay más sentido.

Todo empezó con la demolición de una casa particular sobre la calle Pablo de María que tenía un retiro y una galería que “la hacían muy particular”.

“Yo iba a clases de cerámica al lado y vi todo el proceso. Primero iban a demoler esa casa y la contigua pero iban a conservar las fachadas. Al final demolieron todo y terminó siendo un estacionamiento. Estos cambios vienen sucediendo desde hace años. Es demasiado todo lo que se ha tirado abajo. Yo conservo cierta melancolía. Creo que antes se dedicaba más tiempo a pensar en cómo construir una ciudad, con certeza se tenían en cuenta otros factores de la vida. Hoy sucede todo lo contrario: cada vez la ciudad tiene menos personalidad”.

Entonces pensó en que había que hacer algo con esas pérdidas, con esa melancolía.

Ella había estudiado bordado en 2013 con una monja, la Hermana Lourdes. Había participado del bordado de bandas presidenciales, había utilizado el lenguaje para algunas de sus piezas y proyectos. Así fue cómo, un día, sacó una foto de una fachada y se puso a bordar.

“Justo coincidió con que Alfredo Ghierra me había invitado a participar de su proyecto ‘Ghierra intendente’. Al final, sentía que le faltaba algo al proyecto del bordado para que tuviera sentido, así que no salió. Después me di cuenta de que lo que le faltaba era colectivizarlo”.

Había que hacerlo, dice Agustina, para que el proyecto terminara de completarse: para que fueran muchas las personas que dialogaran con la ciudad, para que pudieran expresarse a través de los bordados, dejar su sensibilidad, dibujar un recuerdo, imprimir, también, su historia.

Se sumó, a la producción y gestión, Eugenia Ravera y generaron, juntas, los primeros encuentros de bordado. Primero fueron en el Espacio de Arte Contemporáneo y después en el Cabildo.

“El olvido de la belleza” no es una resistencia al cambio, aclara. Es, más bien, una invitación a la reflexión: ¿qué pierde, Montevideo, cuando se destruyen los lugares que la constituyen? Es, también, un homenaje a la memoria.

En colectivo 

Por ahora, dice Agustina, todas las casas bordadas son de una zona específica de la ciudad: Pocitos, Cordón, Centro y Ciudad Vieja. No hay un por qué. O sí: esa es la Montevideo que ella más habita, con la que más interactúa.

El próximo paso será ampliar el proyecto a otros barrios. Quiere que sean las personas de esos lugares las que elijan qué construcciones bordar.

Bordado de fachadas de Montevideo
Bordado de fachadas de Montevideo. Foto: gentileza Agustina Fernández

“Un archivo tiene que ser legible para que se reconozca como tal: en las formas, en el lenguaje y en este caso en particular en el color y la puntada”, dice. “Pero más allá de eso, para que sea colectivo, es fundamental que cada uno logre transmitir su sensibilidad al bordado”.

Todavía no sabe cuál es el destino final de estos bordados, a dónde quieren llegar. Por el momento, alcanza con un lienzo blanco, un hilo de algodón, la imagen de una fachada y alguien dispuesto a bordarla.

De pronto, lo que ya no existía empieza a existir: la memoria se transforma en unas líneas negras y finas, se materializa.

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