CAMILA KIRSCHENBAUM

Es basquetbolista, tiene 19 años, juega en EE.UU. y sueña con llegar a las ligas mayores 

Nació en Montevideo y empezó a jugar a los siete años en Bohemios. Pasó por España y hoy es una de las dos uruguayas que juega en Estados Unidos, defendiendo a la Universidad Binghamton. 

Camila Kirschenbaum
Camila Kirschenbaum. Foto: gentileza Camila Kirschenbaum.

La WNBA es la liga profesional de básquetbol femenino de Estados Unidos. Fue fundada en 1996 y es, hoy, la más importante y competitiva del mundo. Allí han jugado Diana Taurasi, Seimone Augustus, Sue Bird o Tamika Catching, elegidas dentro de las 25 mejores de la historia. Camila Kirschenbaum, 19 años, uruguaya y basquetbolista, tiene un sueño: jugar en la WNBA. Y un plan para conseguirlo: trabajar todos los días para lograr su mejor versión.

El jueves 12 de mayo Camila apareció en la pantalla de una videollamada con una remera gris y una gorra de visera azul, el pelo suelto detrás de las orejas, la cara despejada. En Uruguay eran cerca de las nueve de la mañana pero en Binghamton, donde estaba, todavía no eran las ocho. Unos minutos antes, Camila había estudiado: está en período de exámenes. Después, quizás, haya ido a clase o haya aprovechado el sol para caminar al aire libre o haya ido a un gimnasio o a jugar un partido de básquetbol. Pero hoy, 17 de mayo, Camila aprontará su equipaje, se tomará un ómnibus hasta el aeropuerto y se subirá a un avión hacia Montevideo para pasar unos días de vacaciones.

Camila vive en Binghamton desde julio de 2021, cuando llegó, con una beca deportiva, a jugar en la División Uno de la Asociación Nacional de Atletismo Universitaria representando a la Universidad de Binghamton, una de las cuatro principales de Nueva York.

Dice que hasta no estar allí no sabía cómo sería la experiencia de vivir y jugar en una universidad que es como una ciudad. Dice que se siente bien, que le gusta el equipo, sus compañeras, su cuarto, las materias que está cursando, el gimnasio, el parque, conocer gente, convivir con personas diferentes, vivir en otro idioma. Dice que lo que tiene que hacer es entrenar y competir, pero que también tiene que mantener un buen nivel académico para sostener la beca. Que casi no tiene tiempo para extrañar porque entre las clases -entre las que están química, biología, escritura creativa- el estudio y los entrenamientos, el día se le pasa demasiado rápido pero que, de todas formas, nunca fue de extrañar demasiado. Dice, eso sí, que es muy familiera y que su madre, corredora, y su padre, profesor de educación física, siempre la apoyaron en su carrera. Dice que es exigente y que a veces ha sido demasiado. Que lo sabe y que intenta, ahora, ser más consciente de eso y disfrutar un poco más, salir más, no ser tan estructurada, ser un poco más flexible. Y sin embargo, hay algo —el deseo, el sueño, el objetivo— que siempre está allí, pulsando, latiendo.

“Yo sé que ser exigente me ha ayudado a llegar a donde estoy, pero también que es algo que no puedo mantener toda mi vida, porque es una cuestión de salud mental. No puedo estar todo el tiempo pensando ‘tengo que entrenar, tengo que estudiar, tengo que comer esto, tengo que rendir así’. Es muy difícil mantener eso. Sé que tengo que buscar el punto medio”.

Para llegar a jugar en Estados Unidos hubo, además de una convicción, un camino. Y también algunos obstáculos, como una pandemia que la hizo regresar de España —donde estaba jugando en la Unión Esportiva Mataró de Barcelona— a Uruguay y hacerse una rutina de entrenamiento físico en su casa y, a veces, salir, caminar hasta una plaza y tirar al aro. Hubo días en los que todo se hacía cuesta arriba y entrenar era ponerse a prueba. Sin embargo, nunca lo dudó: iba a seguir hasta poder estar en una cancha otra vez.

De Pocitos a Nueva York 

Camila  Kirschenbaum. Foto: NBA.
Camila Kirschenbaum. Foto: NBA.

Recuerda que fue una niña activa, que no podía estar quieta, que vivió toda la vida en el mismo lugar —en un edificio en Pocitos, Montevideo—, que sus padres la llevaban a jugar a la rambla y a parques y a plazas, que su familia la estimulaba para que hiciera, siempre, alguna actividad física. Y que además la acompañaba.

Así fue que pasó por varios clubes de Montevideo y que practicó de todo- voleibol, natación, hockey, triatlón, equitación- hasta que un día, en una clase de gimnasia del Club Bohemios, tuvo que ir al salón de al lado a cumplir con una prenda. Y tuvo que hacer lo mismo varias veces más cada vez que perdía en algún juego.

En ese salón, estaba Pablo Proto, entrenador de básquetbol, que una vez le dijo que se quedara, que probara, que ya iba a cumplir una prenda, podía intentarlo. Y al otro día Camila regresó.

Ese, quizás, es el inicio de la historia. Camila tenía seis años. No sabía picar la pelota, pero había algo de ese deporte que la seducía. Dejó las otras actividades y se dedicó solo al básquetbol.

Hizo todas las formativas en Bohemios jugando con varones porque no había otras niñas que practicaran. En 2014 la citaron por primera vez a la Selección Uruguaya y a partir de entonces la ha defendido en distintos torneos. En 2017 se fue a jugar a Defensor Sporting, donde integró el equipo mayor y fue figura. Fue parte de tres campos de formación de la NBA Academy —en Colombia, en México y en Estados Unidos—. En 2019 partió a España por primera vez para sumarse al Rivas Parque Sureste, donde jugó en su categoría (Junior) y también con el equipo mayor. De allí pasó a la Unión Esportiva Mataró y de allí, cuando todo parecía caerse porque el mundo estaba vedado, Camila logró irse a Estados Unidos.

Nunca ha pensado en abandonar, ni siquiera cuando no tuvo ninguna motivación para entrenar durante la pandemia o cuando las lesiones la han dejado afuera de los torneos. “Mi mentalidad siempre es la misma: tengo que seguir entrenando para ser mejor. Porque capaz yo paro por una pandemia y mientras yo descanso mis rivales están trabajando para superarse”.

Esas formas son, quizás, las que hacen que, con 19 años, Camila sea una referente: una de las mejores basquetbolistas del Uruguay. “Si bien hay muchas jugadoras más grandes que siguen siendo referentes y que son las mías, creo que las chicas más chicas empiezan a mirarnos a las de mi generación. Es muy raro, pero me pone muy orgullosa estar marcando un camino para las chicas más chicas que están jugando o que quieren hacerlo”.

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