Este jueves sube a escena el Rey del Café Concert

"La nostalgia ya no es lo que era"

Serán dos actividades en una: por un lado, el Rey del Café Concert sube a escena, en la gran platea del Teatro Movie, con su show Perciavalle Recargado, donde con el formato de su tradicional monólogo, promete nuevos personajes.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Carlitos Perciavalle. Foto: Archivo.

Por otro, pondrá en el tapete su flamante libro Las mujeres de mi vida, que se venderá en el hall del teatro y que está muy vinculado al nuevo show. "Es un show conmigo solo pero con pantalla gigante, en el que hago varios personajes, varios cambios de vestuario, conversaciones con la pantalla, y donde el denominador común es la diversión, la risa", adelanta el cómico.

"Quizá haga alguno de mis personajes clásicos, puede ser; con Alfredo Leirós estamos viendo. Algunos de los clásicos se pueden revivir, también para la gente joven que no los conoce, pero en general son cosas nuevas", dice el actor, que ya sabe que abrirá su espectáculo con comentarios de actualidad, desde su particular punto de vista. "No, de Nisman prefiero no decir nada, es demasiado horroroso, triste, dramático, para mezclarlo en un show cómico. Prefiero no hacer referencia a eso y creo que la gente me lo va a agradecer, porque estamos todos un poco con la cabeza dada vuelta con ese tema".

Libro y show están muy relacionados, sobre todo por el carácter autobiográfico de ambos. "De alguna manera están vinculados porque yo cuento anécdotas, algunas de las cuales están en el libro, otras no. Y varios de los personajes del libro aparecen en las partes filmadas, que se proyectan en la pantalla mientras me cambio. En el libro y en el show yo soy protagonista, así que tienen bastante que ver", afirma el humorista, a quien el paso del tiempo no le ha frenado su proverbial verborragia. La cita es en la sala teatral de Montevideo Shopping este jueves a las 22 horas, con entradas desde $ 450.

carlos reyes

—Luego de lanzar este libro, ¿te quedó mucho en el tintero?

—Sí, mucho, ya voy a empezar a escribir otro, y después una biografía, que la pienso hacer en colaboración con alguien, para que no sea siempre solo mi punto de vista. Porque yo me pasé 11 años escribiendo una cosa gigantesca, sobre personajes que había conocido y que habían logrado de mí eso que está tan de moda, el orgasmo tántrico: la admiración absoluta. Es lo que significa por ejemplo ver a Barbra Streisand cantando People, o a Judy Garland cantando Somewhere over the Rainbow, o Margot Fonteyn bailando en el Metropolitan. Y también los hombres, que me produjeron el mismo tipo de placer y de alegría infinita, indescriptible. Publicar todo junto hubiera sido la enciclopedia británica, por eso habrá otro libro, Los hombres de mi vida, y otro Mi vida.

—¿Cómo es un día tuyo en Laguna del Sauce?

—En general algo de trabajo tengo, porque tengo un programa de radio en Maldonado, en FM Gente, y más allá de eso, me gusta mucho meditar, hacer yoga, leo muchísimo. Televisión veo poca: cuando juega el Barsa, o cuando juega Nadal al tenis. Y siempre hay cosas que hacer cuando vivís en el campo, en la naturaleza.

—¿Te gusta cocinar?

—No, no, no, no cocino jamás, nunca supe y tampoco quiero aprender. Y hace 18 años que sigo un régimen ortomolecular. Yo fui vegetariano muchos años, pero luego me recomendaron que tenía que comer proteínas animales dos veces por semana. Como una comida hecha para mí: no hay dos personas iguales, según mi médico, por lo que a uno le hace bien para otro es pésimo.

—Y hacés también yoga...

—Sí, tengo una cama coreana, para intentar tener la columna derecha. Uno con los años se va achicando, pero no quiero torcerme. Quiero achicarme sin torcerme. Y esa cama, en media hora, te va recorriendo desde el cuello hasta el final de la columna, dándote un calor especial.

—¿Cómo es tu relación con tu jardín?

—Tengo un jardinero que se ocupa: lo que más me gusta hacer en él es caminar, y busco que dentro de la belleza del lugar, sea lo más natural posible, con el pasto cortito y bien regado. Ahora no puedo tomar sol porque me hicieron una operación en la encía, me injertaron un hueso, y el médico que prohibió tomar sol. Pero tengo muchos árboles y allí aprovecho para meditar, y abrazarme a los árboles. Mi médico me dijo que los árboles son seres vivos y que cuando sienta que tengo un problema —no todos tenemos días brillantes todos los días—, me abrace a un árbol hasta que sienta que se me caen las lágrimas. El árbol recibe la mala energía, y a él no le hace nada, se pone espléndido. La relación que tengo con la naturaleza en este lugar es poco creíble para gente que no está intentando, de alguna manera, entrar en la quinta dimensión, como yo.

—¿Tenés muchos recuerdos de tu carrera en tu casa?

—Sí, porque como la fui haciendo a medida que tenía éxitos en Buenos Aires, un cuarto es el Maipo, una parte de un muro tiene que ver con el Nacional, esto otro es el Metropolitan. Otra parte es La jaula de las locas. Toda la casa está llena de recuerdos. Yo cuando lo compré era un ranchito, hecho por Alfredo Behrens en plena Guerra Mundial, en 1940. Y como yo creí en Punta del Este, desde los ocho, cuando me empezó a ir bien en Argentina, siempre pensé en vivir aquí. Vivir en plena naturaleza es lo opuesto de vivir en Buenos Aires, una ciudad que niega la naturaleza y se opone a ella. Y eso que yo me siento argentino también, a pesar de ser uruguayo.

—¿Nunca te interesó rodearte de obras de arte?

—No, tengo solo algunas de gente que quiero mucho. Y eso que conozco a fondo muchos museos del mundo, porque he viajado mucho y una de mis prioridades ha sido ver museos. En Madrid estuve tres meses yendo todos los días al Museo del Prado, que es el museo más maravilloso del mundo. Y así en muchas grandes capitales. He tenido muchas experiencias de enfrentarme con los pintores clásicos, y de alguna manera de dialogar con ellos. De ahí surgieron muchos sketchs míos. La Gioconda, por ejemplo. Cuando fui a París por primera vez, China Zorrilla me dijo que tenía que ir a verla. Y fui al Louvre, y me costó encontrar la obra, porque es chiquitita, casi como una estampita, un sello. Y frente a ella se me ocurrió hacer el número de La Gioconda, que es ella hablando de sus compañeras de museo, todo lo que hacen las obras de arte cuando no tienen público.

—Tú también hacías un número sobre Esther Williams, ¿cómo nació ese?

—Ese número nació porque yo adoraba a Esther Williams, porque me parecía increíble cómo hacía para estar tanto tiempo debajo del agua. Y después, con el tiempo y mi biblioteca, llena de libros de teatro y de cine, fui descubriendo todos los trucos que hacía, todos los efectos. Y en aquella época, ella estaba llegando ya al final de su carrera, y me gustó la idea de armar algo sobre ese personaje.

—¿No volvería a hacer esos personajes?

—La Gioconda, a esta altura del partido, necesita de un público iniciado en el arte. La juventud no tiene la menor idea de qué es El desayuno en la hierba, o de Modigliani. La Gioconda hablaba de sus compañeras de museo, y decía que las de Modigliani son unas cogotudas. Todo eso, en la época en que yo lo hice, el nivel cultural de mi público, y en general del público, hacía que fuera reconocible. En mi generación, todos conocían a Esther Williams. El Uruguay de aquella época era distinto. Pero bueno, este es el mundo que estamos viviendo, y no conviene ser demasiado nostálgico, porque la nostalgia ya no es lo que era. Lo que cuenta es el presente, vivir el día de hoy.

Recuerdos:"China fue mi directora suprema"

"El aplauso que más recuerdo es que el teníamos China y yo con El diario privado de Adán y Eva. Y sé que era una aplauso que compartíamos, pero estoy seguro que el 80 por ciento de ese aplauso (yo lo vivía así, por lo menos), era para China, y era tan conmovedor, que yo me sumaba al aplauso. Había un momento en que yo me apartaba y la aplaudía a ella, porque lo que hacía China, en ese espectáculo, a la edad que tenía, era impresionante. Empezaba como una niña y era una niña, luego una adolescente, después una mujer enamorada, luego una adulta con sus hijos grandes, y al final una viejita. Recorría la vida entera en ese espectáculo, era una mujer increíble, que no sé si nosotros la valoramos bastante, aunque quizá sí, porque fue la estrella más grande que hemos tenido. Y no creo que volvamos a tener otra tan grande", evoca Perciavalle de su gran compañera de trabajo.

"Y yo tuve la suerte de compartir aplausos con muchos, con Gasalla, que es un actor fabuloso, con Tato Bores, con Susana Giménez", recuerda el actor, y remata: "China era como una directora suprema de mi existencia, maestra absoluta, a pesar que en algunas cosas diferíamos, pero eso era lo más maravilloso, lo que hacía más increíble la relación".

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