MIRÁ LA VIDEOENTREVISTA

Con Facundo Arana: Natalia Oreiro, por qué se alejó de la tele, la obra que trae a Uruguay y su vida hoy

El actor argentino se presentará este sábado en el Teatro Metro con la obra "En el aire". Antes habló con El País de cómo es su vida hoy, y analizó su carrera.

Facundo Arana. Foto: Estefanía Leal

Facundo Arana quiere quedarse. La agenda indica que debería haber salido a su siguiente compromiso hace, por lo menos, cinco minutos, pero él continúa la charla como si tuviera, por delante, todo el tiempo del mundo. No es la entrevista: es el otro. Es la concentración que le pone a cada encuentro, es la manera en la que se dirige a los demás como si necesitara que los demás supieran que él está ahí, atento y presente. Parece disfrutar -y parece hacerlo genuinamente- de cada instante de la sucesión de selfies y fotos que le demandan antes, durante y después de su paso por El País: nadie puede resistirse a que un miércoles por la tarde, uno de los galanes más icónicos de la televisión argentina reciente circule por su oficina.

Arana pasó por Montevideo para promocionar En el aire, el unipersonal que el próximo sábado hará en el Teatro Metro, y al que ha interpretado infinidad de veces en la última década. Es, dice, la obra más linda del mundo: allí encarna a un locutor con claroscuros, que transmite su programa desde un teatro, que relata y toca el saxo y resuelve lo complicado. Hay entradas en Redtickets, y 2x1 para socios del Club El País.

“¿Se dice de mí que soy bueno?”, pregunta el actor. “Estaría odiado si se dijese de mí que soy corrupto, que soy una mala persona, que maltrato a la gente. Ahora, si se dice de mí que soy buena persona, y miro para atrás y veo la construcción de una persona que intenta mejorar la vida de la persona que tiene al lado minuto a minuto, me alegro mucho. Yo sé que hay gente que vive con unas anteojeras así que miran su camino y nada más; lo respeto a full. Mi camino fue otro. Me saqué todo eso, y estoy todo el tiempo pendiente”. De eso y de su relación con China Zorrilla y Natalia Oreiro, dos presencias claves en su vida, el argentino charló con El País.

-Solés decir que En el aire, la obra que vas a hacer en el Teatro Metro, es la obra más linda del mundo o una de. ¿Con qué tiene que ver ese sentimiento?

-Veo lo que le pasa al público cuando termina; se para con una ovación que creo firmemente tiene que ver con lo que acaban de ver, en función de lo que cuenta la historia. Es una historia absolutamente conmovedora que te da ganas de ir al teatro. Decís: “Menos mal que fui, menos mal que estuve ahí”. ¿Sabés qué es? Es el cuento que siempre soñabas que te repitieran; de todos los cuentos que te contaba tu mamá o tu papá, el cuento preferido. Eso es esta obra.

-¿Hace cuánto que la hacés?

-La escribimos en 2012, así que 10 años.

-Es mucho.

-Ah, sí, pero la voy a hacer hasta el último día de mi vida, porque es una historia que debe ser contada, porque habla de cuidar los lugares que nos representan. Pero no te imagines algo muy parsimonioso: te hace reír a carcajadas, te emociona muchísimo, te hace pensar, y fundamentalmente te hace salir de ahí con un shot de vida entera, de ganas de ir para adelante, de no bajar los brazos. El personaje es un tipo al que todo el mundo adora, pero vamos viendo que es muy imperfecto, que tiene muchas cosas muy criticables, pero en un momento tiene que decidir qué hacer con determinado tema, y lo que ocurre es que lleva a cabo un acto de un heroísmo de persona normal muy maravilloso. La obra es maravillosa.

-¿Cuánto ha cambiado el vínculo que podías tener en 2012, en los primeros tiempos de En el aire, con el que tenés ahora?

-No es lo mismo recorrerla a los 40 que a los 50. Es el texto que más tiempo tuve yo para poder ir madurando, buscando, viendo, entonces noto muchas cosas muy buenas que pasaron con este texto. Y las búsquedas que hice siempre me llevaron a lo que está escrito. Ya le encontré lo mejor que le puedo dar como artista a cada segundo de todo el trayecto de la obra. Rara vez te pasa eso. Me gusta mucho cómo esta obra encaja en cómo fue madurando mi vida en mi aventura. Tiene que ver con cómo están mis cosas hoy.

-Todas las personas que te pararon, antes de esta nota, para pedirte una foto, te asocian con el mundo de la televisión. Sin embargo, llevás mucho tiempo abierto hacia otras áreas y ya no estás tan presente en la pantalla. ¿Es decisión consciente o el devenir de las cosas?

-Tiene todo que ver con todo. El devenir de las cosas uno lo ve en el tiempo que ha pasado, pero en su momento fue una decisión consciente. Porque fundamentalmente lo que hago son novelas o tiras, y vos podés estar 12 horas por día ocupado directamente con eso: con las horas de trabajo, entrenando, estudiando. Doce horas es mucho tiempo y generalmente tiene que ver con el tiempo que tus hijos están despiertos, y te los perdés. Si yo tengo la posibilidad de ser papá y estar presente, el teatro es una buena alternativa. Además realmente soy afortunado, me fue muy bien en la carrera, entonces pude dedicarle mi tiempo ideal al crecimiento de los chicos, y no me perdí ninguna etapa hasta hoy. No todos pueden darse ese lujo. Realmente fui sabio, porque mi viejo se perdió muchas etapas de mi vida; cuando se quiso dar cuenta, se había perdido mi niñez. Una vez en el colegio le dijeron: “A su hijo le falta padre”. Mi viejo entonces renunció a la Justicia, a todo el camino que había hecho. Es maravilloso tener eso para contarte; mi vieja hizo lo mismo. ¿Viste cuando te hablan con hechos en vez de con palabras? Porque las palabras siempre son bonitas, pero no siempre acompañan a los hechos. Y los hechos son indiscutibles. Yo pude hacer que no me pasara lo mismo, y mirá que soy artista, y es muy probable que siendo artista tengas que laburar 25 horas por día para poder pagar la obra social. Haber tenido la fortuna de haber podido gestionarme para pasar tiempo con mis hijos… Mirá, en otra vida algo bueno debo haber hecho. Es una bendición demasiado grande.

-En ese ser artista está la histórica dificultad económica del rubro pero también está la romantización de la vocación, por la que se podría dejar todo.

-Te voy a decir una cosa: es mucho más que una romantización. Lo que le pasa al artista es que no puede hacer otra cosa, porque el artista no busca cambiar el auto, el artista busca que su alma sonría. Y el alma sonríe cuando está vinculada al arte. Entonces vas a ver un artista comiendo arroz en la calle, y vas a decir: ¿por qué sonríe?

-En tu historia tenés a China Zorrilla por un lado y a Natalia Oreiro por otro, dos personas que te unen con Uruguay.

-Natalia y la China son próceres, representantes maravillosos de su nación. Hacen que Uruguay sea inmenso. ¡Mirá que Natalia hasta nos permite que la consideremos argentina! Argentina, rusa… A todos lados a donde va, la quieren adoptar (se ríe). Son representantes perfectos de lo que amo de Uruguay.

-¿Qué encontrás cuando venís para acá?

-Fundamentalmente el señorío que tienen. Ustedes por ahí están muy acostumbrados, pero siempre sonrío cuando sé que tengo que venir. Y si cada vez que vengo me dicen que acá se me quiere mucho, que esta es mi casa, es un honor muy grande. Tengo un ida y vuelta maravilloso con el Uruguay; nunca me trajo un trago amargo.

-Oreiro tiene que ver con algunos de los mojones de tu vida profesional que son los que te convierten en Facundo Arana, el de -por ejemplo- Muñeca brava . ¿Cómo te relacionás hoy con esos momentos que cambiaron tu vida?

-Hay gente que pasa la vida entera esperando que le ocurra algo trascendente, importante en la carrera, que haga más que sonreír el alma. A mí me pasó que fue un hito tras otro. Por supuesto, el más grande Muñeca brava, por afano, porque en catarata abrió las puertas de todo el mundo, y de golpe me llegaban bolsas de carta de Hungría, de Rusia, de Polonia, Yugoslavia, República Checa, Israel, Jordania; de todos lados del mundo. Era una cosa descomunal, era muy fuerte, y fue de la noche a la mañana. Yo grababa en simultáneo Muñeca brava y Chiquititas, en las dos como galán, e imaginate, con lo que pasó con las dos. E inmediatamente vino 099 Central, e inmediatamente Padre Coraje, Sos mi vida y Vidas robadas, todos batacazos. Fue muy prolijo y demasiado bello todo, y de golpe la conocí a María (Susini), y coroné teniendo tres cachorros con mi persona favorita del universo (se ríe), entonces era momento de aplacar un poco todo aquello y dedicarme a esto. No me arrepiento para nada, porque si uno mira para atrás, todo lo hecho tuvo sentido. El tiempo presente no te permite pensar demasiado bien, entonces tuve mucha suerte con las decisiones que fui presentándome, porque miro ahora lo que ya es pasado y digo: no cambiaría nada de nada en mis últimos 30 años de vida. Es un montón. Poder haberle dado un disco a mis papás y decirles: “El tema 7 habla de ustedes”, seis meses antes de que mi papá muriera, es un montón. Es magia. La vida, cuando pasan estas cosas, es mágica. Que China dijera: “¿Cuándo nace esa india?” y que mi hija hoy, con 14 años, se llame India y que China se esté riendo desde el cielo, es magia pura. Vamos quedando los sobrevivientes de nuestra vida.

-¿El futuro cómo lo mirás?

-No lo miro, lo vivo. Lo espero. Si me agarra con salud… hace muchos años que yo no tengo nada más para pedirle a Dios. Muchos. Es loco mirar tu vida y… Yo todavía me considero un tipo joven, pero no tengo más nada que pedir, porque todo lo que pedí me lo dio o entendí por qué no podía ser concedido. Y es perfecto. Si hoy mismo me dijeran: “Facu, se acabó el tiempo”, me voy con una sonrisa así. Y tengo 50.

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