ENTREVISTA

César Troncoso: "Hay algunas cosas que tengo pendientes pero me lo tomo con calma"

El actor habla de la obra "Del otro lado del mundo" que regresa el próximo miércoles, de la serie "Diciembre 2001" y de la invasión teatral argentina

César Troncoso
César Troncoso

Su aparente omnipresencia en el cine, lo ha convertido en uno de los actores uruguayos más reconocibles pero César Troncoso sigue siendo, en muchos sentidos, el mismo de aquellos comienzos con Roberto Suárez en el underground montevideano.

Y, desde entonces, parece que no ha parado de trabajar. Este año, por ejemplo, ha trabajado para el cine, la televisión y hasta inauguró una muestra (Unos dibujos en Dodecá) con una de sus facetas menos conocidas. Ahora vuelve al teatro con la reposición de Del otro lado del mundo que protagoniza junto a Camila Diamant, quien también escribió la obra con Emanuel Sobré, quien además la dirige. Son seis funciones en el Teatro Alianza.

Sobre alguna de esas cosas, El País charló con Troncoso.

-Leí que sos un poco inseguro. ¿Cómo se lleva eso con la actuación?

—Soy inseguro y tímido pero también es cierto que lo vengo trabajando por la fuerza de los hechos. Cuando te dicen: hacés las cosas muy bien, llega un momento en que más o menos te vas armando. Pero desconfío de mí mismo. Me parece que es una característica común de los actores pero a esta altura tengo más cancha para manejarla.

—Te comentaba por esa contradicción del inseguro que trabaja una industria que busca una imagen de seguridad.

—Actuar es eso, ponerse en la piel de otro. Por ejemplo la de un tipo seguro. Ahora tengo un poco de oficio para ir a entrevistas en vivo con imágenes y meto algún chiste. En los rodajes guarangueo mucho pero cuando desarmás, volvés a ser el tipo tímido, retraído. Salvo que tengas una autoconfianza gigantesca, siempre tenés cierto margen de duda. Por suerte lo piloteo mejor, relativizo las inseguridades.

—Del otro lado del mundo se vio el año pasado. ¿Por qué volver?

—La estrenamos en pandemia, con aforo y nos fue bien aunque fueron pocas funciones. Nos había quedado como pendiente. Volvimos porque la obra tiene un segundo aliento posible.

—Pero son solo seis funciones...

—Antes, si te iba bien, hacías temporada de ocho meses y ahora hacés unas funciones para volver. Son seis porque todos estamos con otros proyectos y también la sala estaba comprometida. Es una obra que me resulta muy linda, me encanta trabajar con Camila y Emanuel.

—¿Por qué?

—Conocí a Emanuel haciendo la obra Blu en el Festival de teatro de Manizales. Yo había ido con Marx en el Soho. Después me llamaron con Camila para proponerme esta obra. Me dio confianza porque los dos son muy jóvenes, y la juventud permite hacer las cosas con otra mirada. Eso me pareció interesante. Emanuel funciona como director pero los dos somos actores activos e intercambiamos opiniones y sugerimos. Hay directores rígidos, pero acá hay un intercambio aunque la última palabra la tiene él, claro.

—El teatro está viviendo un buen momento...

—Fui a ver la obra de Alfonso Tort y la sala estaba llena. Se ve que durante estos dos años de pandemia le faltó eso a la gente. Y volvió con polenta a llenar salas.

—Hacés teatro, series, cine, hiciste una muestra con tus dibujos...

—Soy un privilegiado. Además, este año metí un podcast de Spotify, Frente al asesino, que era una cosa misteriosa para mí. Por lo menos una vez intento probar, y me gustó la experiencia, porque narrar es otra cosa, es interesante. El podcast es una investigación sobre los expedientes que condenaron a Pablo Goncalvez. Quedó prolijo.

—¿Te queda algún pendiente en la carrera?

—Hay algunas cosas que tengo pendientes pero me lo tomo con calma. Es cierto también que he hecho mucho, así que me quedo tranquilo. He tenido muchas oportunidades y por eso. te decía, me siento un privilegiado.

-Este año se estrena la serie Diciembre 2001 donde interpretás al expresidente argentino Eduardo Duhalde. ¿Cómo fue eso?

—Fue interesante. Me llamó (el director) Benjamín Ávila, hicimos un cásting vía Zoom para el personaje y le dije: “yo no soy imitador, pero si querés una recreación libre lo puedo hacer”. Pasa que Duhalde no es fácil de imitar, los que son sencillos son los más excéntricos, pero Duhalde es muy normal. Estuvo buena la experiencia, me gustó hacerlo. Me pareció que estaba bien cuidada la recreación, está Luis Machín haciendo del (exministro de Economía, Domingo) Cavallo, Jean Pierre Noher como (el expresidente, Fernando) De La Rúa. Me parece que está bien vestida la serie. Dicen que la tienen pronta para diciembre, ojalá que guste.

—En los últimos meses comenzaron a llegar muchas obras argentinas a Uruguay. ¿Qué opinás de esa tendencia?

—El problema no es que lleguen obras argentinas sino la fascinación que generan. Uno entiende el por qué: nos pasamos la vida mirando sus programas. Yo veía El amor tiene cara de mujer, Nuestra Galleguita, y a Pepe Biondi. Por eso, cuando cruzás para actuar allá es como una pequeña devolución a todos esos productos que consumimos, en lugar de generar contenidos propios. No tengo problema con que vengan, tengo problema con que el espectador que ve ese espectáculo y cuando dejan de llegar no ve teatro de acá. Me paspa el espectador que cree que lo argentino es maravilloso y que acá no se hacen cosas de igual nivel, lo cual es una gran mentira. Me acuerdo cuando hicimos El método Gronholm en el Movie, metimos 40.000 espectadores en una temporada y la sala reventaba. Se nos arrimaba gente que no nos conocía y nos preguntaba si éramos argentinos. Eso es lo que me fastidia: la visibilidad que tienen los espectáculos argentinos no la tienen los uruguayos. Si estamos en pie de igualdad, que vengan es lo mejor que nos puede pasar. Estoy contentísimo de trabajar en Argentina y también que vengan ellos para acá porque nos nutrimos, eso es perfecto. Pero me da la sensación de que nos creemos por debajo de ellos. Un espectáculo argentino te cobra 2.000 o 4.000 pesos la entrada y a esa misma gente le cuesta un montón pagar 600 pesos para ver teatro nacional. Eso es lo complicado, lo otro, ojalá sigamos circulando y vengan porque ir y venir, en igualdad, está buenísimo.

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