Marilina Bertoldi: charla con la villana del rock argentino que quiere romper todo

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Marilina Bertoldi quiere romper todo. Hay algo que tiene que ver con el enojo, con este personaje de supervillana que disfruta plasmar en su música y en los escenarios, pero también hay algo que tiene que ver con la novedad: con la adicción de la novedad, con una búsqueda irrefrenable por encontrar algo más.

Marilina Bertoldi, la mujer más importante del rock argentino contemporáneo, quiere romper todo y por eso cambia disco a disco. Si Sexo con modelos, el álbum que en la portada la presentaba con una femineidad de delgadez y terciopelo atravesada por un vómito negro, fue la chispa, Prender un fuego, el sucesor, fue el viento que generó el incendio.

Y ahora Mojigata, el disco que presentará mañana en la Sala del Museo, es la provocación de la aridez, la sensualidad que aparece entre los pedazos de la destrucción. Allí, el rock clásico y setentoso se combina con una ironía fulminante, que se traduce en la producción, en la introducción de sonidos más juguetones, en guiños al funk y al trap y hasta en la ficción.

Es el escaparate, también, en el que se refugian la oscuridad vivida en la pandemia y un montón de procesos internos que Bertoldi tuvo que atravesar durante el encierro. Crecía a ritmo vertiginoso y había ganado el premio Gardel de Oro en Argentina cuando, de repente, todo se frenó. Entonces aparecieron otras urgencias.

Todo eso estará puesto mañana en el escenario de Sala del Museo, para la presentación oficial de Mojigata. Será a las 21.00 y hay entradas a la venta a través de Redtickets.

“Los discos los hago siempre como una terapia”, dice Bertoldi en charla con El País. “Son súper autobiográficos; después no son tan literales, pero en el momento me sirven para sacar cosas que no puedo sacar de otra manera. Entonces tenía la sensación en el cuerpo de que necesitaba volcar algo que me estaba pasando, que era justo lo que me estaba pasando durante la pandemia. Y ‘mojigata’ habla mucho de algo por lo que tuve que pasar, un momento de mi vida en el que tuve que cuidar mucho lo que hacía, quién era, para poder pasar desapercibida en sociedad. Eso fue en mi adolescencia, mi niñez, y dejó muchísimas cosas que hoy sigo teniendo y no me permiten vincularme bien o avanzar. Este disco fue necesario para poder darme cuenta de eso”.

Y mientras en ese terreno, el más íntimo, Bertoldi construye, en los discos y las canciones y los shows, en el camino artístico, rompe. Rompe todo.

“No me gusta el lugar explorado. Necesito ir por un lugar distinto, sentir ese vértigo de algo nuevo. Una amiga me decía: ‘A vos te gusta romper todo’, y sí. Cuando ya concreté algo y lo tengo seguro adelante mío, necesito hacer otra cosa. Y romper las cosas y darlas por terminadas es algo muy importante en mi vida. Un viaje personal”.

Y aunque le reconoce el lado negativo a esa “adicción” —“tengo que encontrar el gusto por aquello que se continúa”, dice—, está pronta para un nuevo salto al vacío: estrenarse en la actuación. “Me da un poco de miedo”, admite, “pero lo voy a hacer, porque entendí que la cuestión artística es amplia y porque ya te dije: necesito descomprimir con novedad”.

—En algunas entrevistas hablaste de tu gusto por la idea de la supervillana. Es curioso, porque el público está acostumbrado a una honestidad constante de tu parte, pero a la vez está claro que hay algo de personaje en Marilina Bertoldi. ¿Te costó articular esas partes?

—No, porque creo que lo que hago es darle vida al personaje que mucha gente cree que soy. Así como la gente que me quiere ve a una persona dulce, sensible, honesta, sincera, empática y bla, creo que la villana está personificando a la visión de mucha otra gente, que no entiende el rol que yo cumplo en el medio, en el ambiente. Esta cosa de las mujeres hinchapelotas, las feministas que pedimos cosas, la rockera que levanta la voz y se enoja. Satirizar eso y llevarlo al personaje me parece re divertido; siempre me pareció más interesante el personaje de los villanos. En la fantasía, no en la vida real (se ríe). Me gusta darle una vuelta a las cosas.

—¿Quiénes son tus villanos favoritos de la ficción?

—Me encanta Úrsula. El último que me volvió loca fue el Joker de Joaquin Phoenix. Me encanta esa vuelta de rosca donde empezás a entender que la maldad, el enojo, todas esas emociones "malas", de repente tienen un origen, un origen de opresión sobre todo. Todo un costado del cual no se habla. Me gusta muchísimo que de repente estemos hablando de eso.

—Y hay villanos y villanos. Están los que hacen daño por placer, y los que tienen un argumento, una motivación hasta "justiciera" en un punto. Si fueras una de ese último tipo, ¿contra qué irías? ¿A qué atacarías?

—(Se ríe) Bueno, siempre digo que mi lucha es por la diversidad, contra la falta de representación de un montón de gente en los lugares donde se pueden tomar decisiones y generar cambios reales. Contra toda esa hipocresía que hay alrededor, de "ustedes no llegan porque tienen talento", y no ven la cantidad de trabas que se nos ponen a un montón de nosotros, cómo se nos ridiculiza y se nos vive generando una situación complejísima que no pueden ver. Gente que oprime y no puede ver que lo está haciendo, que está siendo completamente injusta, que tiene una doble cara. La gente que es hipócrita. Creo que podría ir contra eso, que es lo que despierta más mi lado punk. Es contra lo que siempre me rebelé.

Lo roto, lo nuevo, lo enérgico y la construcción del personaje estarán, mañana, en Sala del Museo, donde Marilina Bertoldi mostrará en vivo todo el mundo que hay en Mojigata, un disco para el tiempo presente.