CLASICO

La historia del disco uruguayo que estaba para tirar y ahora vuelve en vinilo

Un sonidista de Juana Molina encontró las grabaciones originales de "Musicación 4 1/2", en el que participan Ruben Rada, Eduardo Mateo y Federico García Vigil entre otros

Juana Molina
Juana Molina con la nueva edición de Musicación. Captura.

Joaquín llama a Mario en plena pandemia para contarle que su mamá se está mudando y no sabe qué hacer con un montón de cajas con discos viejos. Tal vez queden ahí o terminen en alguna volqueta.

Mario va a esa casa a ver de qué se trata; primero, rapiña los objetos que le convidan (se lleva una plancha para churrascos) y, cuando está apunto de irse, le piden que pispee las cajas que están en el entrepiso: con la linternita del celular ilumina una estantería medio vencida, con cintas derramadas y un dominó de lomos rotos. “No creo que encuentres nada interesante ahí”, avisa Victoria, la madre de Joaquín Píriz y exmujer del productor y técnico de sonido Carlos Píriz.

Como en un cuento, Mario intuye que ha dado con un tesoro, pero todavía no lo sabe; mete las cintas en cinco cajas y sale volando para su guarida. Se tira en el patio de su casa y, cuando mira en detalle las primeras cintas, se pone a temblar: lo que tiene en sus manos son masters originales y copias de masters de algunas de las canciones más importantes de la música uruguaya de todos los tiempos.

Así empieza una historia con ribetes mágicos. La casualidad o un destino mañoso hicieron que en ese entrepiso húmedo -una especie de Narnia yorugua-, estuviera durmiendo la copia del máster original de Musicasión 4 1/2. Y que Mario Agustín González compartiera el hallazgo con Juana Molina, de quien es asistente, productor artístico y socio en el sello Sonamos, que fundaron juntos.

Ese disco, que la artista atesora desde su infancia, es el testimonio de cuatro shows históricos que se llevaron a cabo en Montevideo a fines de la década de 1960. Los entendidos lo consideran el bautismo de fuego del candombe beat uruguayo y de la figura del gran compositor Eduardo Mateo, del que un periodista dijo alguna vez que era “un tipo muy lastimado y muy genial”.

En las grabaciones encontradas brillan grandes músicos uruguayos, como Rubén Rada, Diane Denoir, Horacio Buscaglia, Urbano Moraes, Verónica Indart, Mario Chichito Cabral, Federico García Vigil y el grupo El Kinto, cuyos principales referentes eran Rada y Mateo.

Horacio Molina, padre de Juana, recibió una copia de Musicasión 4 1/2 de manos del propio Mateo, cuando el uruguayo pasó por los estudios ION de Buenos Aires para la caótica grabación de Mateo solo bien se lame -editado en 1972 por el sello De la Planta-, su primer álbum solista.

“Papá era mucho más fana de Mateo que de Musicasión. Pero cuando ese disco llegó a casa, yo partí”, evoca la cantante.

Molina cuenta lo mucho que hay de ese disco en las canciones que ha hecho hasta ahora y explica por qué creó un sello -junto a Mario González y Federico Mayol- que terminó reeditando esas perlas de la música rioplatense.

La entrevista transcurre en la casa de Juana Molina en Pacheco, provincia de Buenos Aires, que alguna vez fue de sus abuelos. Abre el portón el propio Mario: flaco, alto, con una porra de rulos negros y un pulóver beige cuello en v. Lo siguen tres perros nacidos y criados por ahí. El terreno tiene el pasto alto, una piscina con agua muy verde de otros veranos y una casita en el fondo. La charla se da en la calma soleada de la cocina, frente a frente en una gran mesa de madera.

—En el texto que escribiste para la reedición, decís que Musicasión 4 1/2 fue algo que te alimentó sin que te dieras cuenta. ¿Cómo describís ese proceso?

—Cuando era chica sentía que toda la música que me gustaba era como algo abstracto; no podía distinguir si había un guitarrista o un cantante. Era todo una sola cosa, como una pintura. Muchos años después, empecé a tener noción de que para hacer música había que hacer cada una de las partes. Aún sabiendo eso, cuando estoy grabando llega un momento en que desaparecen los instrumentos, desaparezco yo, desaparece todo, y no me doy cuenta de que estoy tocando. Estoy “en una”, en un viaje, empiezo a ver imágenes abstractas, algunas muy indescriptibles, como curvas, rulos, y voy siguiendo eso. Nunca se me ocurre una analogía mejor que decir que me siento guía y turista a la vez.

—¿Cuánto te marcó ese disco?

—No sé cuánto me marcó; sé que es un disco que escuché muchísimo, en soledad, que no compartía con nadie. Era muy chica. Me veo a mí con la tapa del disco en la mano, cantando las voces (me volvía loca la batida de la guitarra), imaginándome siempre lo mismo en cada pasaje. Cuando uno escucha música o mira un cuadro, muchas veces se va armando un surco en la escucha, y va prestándole atención a las mismas cosas.

—Haberte reencontrado con las grabaciones de Musicasión 4 1/2 y con la figura de Mateo es como si se estuviera cerrando un círculo en tu vida?

—Sí, como un círculo que se cierra. Ahora pienso que no es voluntario lo que hay de Mateo en mí. No es Mateo lo único que escuché y de otras cosas no tengo nada. Es medio constitutivo. Urbano Moraes decía que lo loco de Mateo era que parecía “un monje zen”, que vivía el presente. No decía: “uy, estoy en la calle”. No la pasaba mal con su estado. Eso es muy increíble y tal vez también eso distingue su música, que tiene esa presencia que es la que te decía de cuando la mente desaparece. Porque cuando la cabeza cesa y no hay pensamiento, las cosas pasan solas.

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