HISTORIAS

La historia de "Cielo de un solo color", el tema que nació de la crisis y llegó a los Mundiales

No Te Va Gustar la estrenó en 2005 y aunque no es sobre fútbol, la selección uruguaya la hizo su himno: la cantaron los jugadores y esta es su historia.

Emiliano Brancciri de No Te Va Gustar
Emiliano Brancciri de No Te Va Gustar en vivo, en un recital en 2009. Foto: Archivo

Era sobre la crisis, sobre la desazón, sobre el hambre. Sobre los que se iban y dejaban la tierra vacía, el corazón partido, las familias rotas. Sobre lo doloroso de ver un lugar sin alternativas, un país que no ofrecía más opciones que la salida: el Uruguay de 2002. Era, también, una canción de amor. Un relato de metáforas futboleras y un grito popular que nunca soñó con convertirse en un himno de tribuna. El destino de “Cielo de un solo color”, hoy un éxito inevitable del repertorio de No Te Va Gustar, también era impredecible.

“Es una canción que fue escrita en un contexto donde la situación era superdificil para todo el mundo, se estaba yendo mucha gente a vivir afuera porque no encontraba oportunidades, por la crisis fuertísima vivíamos”, explica Emiliano Brancciari.

Es, dice, quizás la última canción de composición así de colectiva en el devenir de No Te Va Gustar. Mateo Moreno, bajista fundador del grupo y a quien a menudo se le asigna el crédito íntegro del tema, presentó los acordes de la estrofa y del precoro (lo que suena en los versos “Hay algo que sigue vivo / nos renueva la ilusión”). Pablo “Chamaco” Abdala, baterista original de la formación, escribió la primera estrofa, y Brancciari se encargó del resto de la letra, la música de los pasajes netamente murgueros y la coda final. Fue un puzzle, el resultado de otros tiempos.

Fue, además, la sexta canción de Aunque cueste ver el sol, el disco de 2005 grabado un año antes en los estudios de Bersuit Vergarabat (Del Cielito Records), en Argentina, con Tito Fargo como productor. De alguna manera, el álbum cerró la trilogía fundacional de una de las bandas más relevantes del rock uruguayo reciente, y fue uno de los trabajos más políticos y sociales del grupo que, por entonces, todavía exploraba el reggae y la fusión de corte latino como forma de vida.

Todo iba a cambiar. Todo es tan inflamable, de 2006, sería la transición definitiva hacia el sonido y la búsqueda estética a la que NTVG se dedicaría después (de un rock y pop más concreto, preciso), y sería el último trabajo con Mateo Moreno y Chamaco Abdala, que luego se bajarían del proyecto. “Cielo de un solo color” demoraría un tiempo, pero se convertiría en una de las canciones más conocidas de todo el país, y nada tendría que ver la crisis.

el camino

De la crisis al himno futbolero

“Desde el primer momento quisimos que fuera una murga rock, mezclar los dos mundos”, dice Brancciari sobre “Cielo de un solo color”, a menudo denominada “Ay Celeste” por el verso que repite una y otra vez en su tramo final, primero en clave de rock y luego en modo murguero.

La primera estrofa, que reposa sobre una melodía de melancolía jaimeroosiana, habla de los adioses y las partidas. “Cuántas lunas que se van / Y nosotros esperando / Que despierte el corazón / Que parece estar quebrado”, se canta sobre una guitarra pelada, una batería de murga tocada por Brancciari, Chamaco y Gonzalo “Japo” Castex; y las pinceladas del bandoneón de Carlos Buono, de Junín con nostalgia de la Aduana.

La segunda estrofa marca el ingreso gradual del ADN de No Te Va Gustar, para el caso con llevada de ska, y el precoro apela a una frontalidad rabiosa que, en cierto modo, le hace honor a la garra charrúa como forma de vida: “Hay algo que sigue vivo / Nos renueva la ilusión / Y en el último suspiro...”.

El coro de murga liderado por Alejandro Balbis, que por entonces vivía en Argentina, acentúa la idea, todavía con más emoción: “Vida, que vida pobre / Vivirla en este lugar / Qué saben, qué saben ellos / Que no le pueden cantar”. El final es una plegaria certera —“Ay Celeste, regalame un sol”— a la que parece imposible apartar de lo deportivo, lo nacional.

“Pero en realidad era eso, una canción de amor al país en un momento difícil. Decidimos utilizar terminología futbolera porque nos pareció simpático en ese momento, divertido. No sé si hoy lo volveríamos a hacer, con el diario del lunes”, dice Brancciari, y un poco se ríe.

El diario del lunes diría que “Cielo de un solo color” hizo un recorrido inesperado. Que para el Mundial de Sudáfrica 2010, los jugadores la hicieron propia y la escucharon a modo de cábala en el camino a cada uno de los estadios. Que se hizo canto colectivo en medio de una campaña histórica. Que sonó en todos los festejos del cuarto puesto y que una vez en Montevideo, la banda tocó en vivo en la fiesta de los jugadores, y todos subieron al escenario para ser, por un rato, una murga y una hinchada de ellos mismos (una escena parecida se repetiría ocho años más tarde). Que acompañó la conquista de la Copa América 2011 y que en 2018 fue la canción oficial de la Celeste: sonó en los estadios de Rusia, se llevó los elogios de Billboard y emocionó a todos.

Un día, el capitán Diego Godín le escribió a Brancciari que estar en la cancha a casi 14.000 kilómetros de Montevideo y escuchar a miles cantar ese estribillo los tenía con piel de gallina. La banda estaba de gira por México y aunque la Asociación Uruguaya de Fútbol le había pedido permiso para utilizar su tema en la Copa del Mundo, no tenían ni idea de hasta dónde iba a llegar esa historia. En pleno tour, las noticias y los posteos de las redes sociales les demostraban una sola cosa: que su canción de amor, de crisis, de dolor, hacía rato había dejado de ser suya.

El jueves en que debutó Uruguay en Qatar, la cuenta de Twitter de FIFA en español subió una foto desde un estadio, con un recorte de cielo de un celeste pleno, y escribió junto a un corazón: “Cielo de un solo color que me sigue enamorando”. Ayer, según datos de Spotify, el tema estaba entre los 20 más virales en Uruguay.

En las noches de show, cuando No Te Va Gustar toca este tema, las luces del escenario cambian y lo tiñen todo de celeste. Es lo mismo que pasa cada, adentro, vez que suena su canción.

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