ENTREVISTA

Diego Alonso: cómo llegó a "Togo", su drástica decisión de rodaje y por qué siempre hace de uruguayo

El País charló con el protagonista de la película uruguaya que se convirtió en una de las más vistas a nivel global en la plataforma Netflix.

Diego Alonso
Diego Alonso durante el rodaje de Togo

Esta semana se supo que Togo, el western montevideano que protagoniza el argentino Diego Alonso, tuvo más de cuatro millones de horas de visualización en el mundo, de acuerdo a cifras oficiales proporcionadas y auditadas por Netflix. En sus primeros cuatro días, Togo estuvo primera Uruguay, y llegó a estar cuarta en Argentina.

En la película, dirigida por el rioplatense Adrián Caetano, Alonso es, justo, Togo, un cuidacoches de Palermo que enfrenta a unos dealers. Además, ampara a una chiquilina rica en situación de calle, mientras lidia con sus propios problemas.

Es la primera experiencia local de Alonso desde Uruguayos campeones, la serie que el propio Caetano dirigió en el Cerro montevideano en 2004. Entonces, Alonso venía de protagonizar dos éxitos televisivos como Okupas y Tumberos y en todo este tiempo se ha revelado como uno de esos actores de caracter que se hacen notar.

Eso pasó recientemente, por ejemplo, con sus participaciones especiales en La leona, Monzón y Maradona, sueño bendito.

Sobre su experiencia en Togo y su carrera, Alonso charló con El País.

—No es la primera vez que trabaja con Caetano. ¿Cómo llegó a Togo?

—Con Adrián empezamos a laburar en 1999: lo primero que hicimos juntos fue un videoclip de Fito Páez en donde trabajábamos de eléctricos. El venía de hacer Pizza, birra y faso y cuando me lo presentan pensé que estaba laburando igual que yo con guantes entre cables. Hicimos Tumberos, fui a Uruguay a hacer uno o dos capítulos de Uruguayos campeones y nos fuimos haciendo amigos. Hemos trabajado un montón juntos.

—Y apareció con Togo...

—Yo estaba grabando una peli una mañana muy bonita de sol en el sur de la Provincia de Buenos Aires, me sonó el teléfono y era Adrián. Hablamos un poco, me contó sobre Togo y qué era lo que quería hacer y que iba a ser en Uruguay. Y después, cuando vi el guion pensé: “pero esto me lo escribió para mí”. Era una historia chiquita y un libro corto pero teníamos la posibilidad de hacer una gran peli con eso. Acepté, claro, y nos vimos recién en Uruguay cuando aterricé allá para ir a grabar directamente.

—¿Qué indicaciones le había dado?

—Que había que trabajar lo corporal, que me dejara pelo larga y barba. Cuando llegué y terminamos de armar el personaje, no podía creer en donde estaba parado.

—¿Por qué?

—Era mucho cambio y aparte tenía que sostenerlo a lo largo del tiempo. Por las características de mi personaje, lo primero que plantee con los otros dos productores fue que no quería juntarme con nadie, ni hablar con nadie. Pasé solo esos dos meses allá y con los únicos con quienes hablaba era con los cuidacoches.

"No quería juntarme con nadie, ni hablar con nadie. Pasé solo esos dos meses allá y con los únicos con quienes hablaba era con los cuidacoches"

Diego AlonsoSobre la decisión que tomó para rodar "Togo"

—¿Qué mundo encontró ahí?

—Me pareció que estaba limpio todavía ese universo, aunque pasa como en la película que entran nuevas generaciones a hacer desastre. Entendí que después de la crisis de 2001, hubo un montón de gente que quedó en la calle ahí fue cuando aparecieron los cuidacochos, que después de 20 años se habían transformado en el vecino que vive en la vereda. Tiene un costado lindo, casi romántico, pero tiene después todo lo de vivir en la calle. Y eso los hace desconfiados porque están en constante peligro. Duermen con un ojo abierto.

—Hacía casi 20 años que no venía por acá. ¿Cómo nos encontró esta vez?

—Me encontré buena gente. Es cierto que no iba desde 2004 y ahora pensé: “che, qué loco esta gente, todas las cosas que pasan en el tiempo y ellos siguen siendo buena gente”. Siempre están ahí como amables, disponibles y eso me parece que es algo para resaltarlo de la sociedad de ustedes. Es una genialidad.

—Hablaba de lo corporal, y Togo está definido por el cuerpo.

—En la película vas a encontrar un montón de gente sola, desclasados. Y Togo empieza como a ser líder de esa manada de gente sin manada, de expulsados. Traté de trabajar desde lo animal. Con una postura animal, me sentía en un momento como un simio. El mono jefe.

—¿Cómo se vio bailando candombe entre uruguayos?

—¡Bien! Creo es algo que debo tener en los genes. Soy descendiente de caboverdianos y ustedes tienen más gente parecida a mi que la que yo tengo acá. ¡Por eso siempre hago de uruguayo! (se ríe). Me permitió encontrarme con cosas que acá no tengo. Y reunirte con gente igual a vos, hace sentir que tenés dónde apoyarte.

—¿Cree que ser negro ha limitado su carrera?

—En algún momento me jorobó pero lo entendí. Es como Togo, quien en un momento queda rengo y tiene que entender que va a vivir con eso. Tenés dos formas: o te peleás con vos mismo o lo aceptas. A mí me ha pasado eso en mi carrera, que por una cuestión racista acá siempre el negro es el malo. Pero de la misma forma que me quitó, también me dio otras oportunidades. En todo caso las supe aprovechar y construí una carrera a lo largo del tiempo.

—¿Qué busca en un proyecto?

—Los proyectos siempre me han elegido a mí. No he tenido mucha oportunidad de elegir porque me pasa que siempre para lo que me convocan tiene un costado serio y eso es algo que se formó a lo largo del tiempo. Al principio por ahí me disgustaba un poco para lo que me llamaban. De hecho hubo trabajos a los que le dije que no porque eran del tipo “a este negro lo ponemos en la calle y que haga cualquier cosa”.

—También hay un compromiso en esas elecciones. Casi una cuestión política.

—Eso me atraviesa, lo acepto y lo adopto y lo trato de hacer de la manera más limpia posible. Si bien tengo un costado político no es algo que yo cuente. Si lo puedo mostrar, lo muestro y si no, me lo guardo para mí. El laburo me lo tomo con mucho respeto porque siempre entiendo que lo que estoy haciendo puede ser mi último trabajo y si me voy a despedir, me voy a despedir bien. Che, me hiciste pensar y la verdad que tengo una carrera interesante.

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