Crítica

En "Deadpool 2", al héroe le soltaron la correa

La secuela del mercenario gana acción y humor, pero pierde subversión

Imagen promocional de "Deadpool 2"
Vea el tráiler de "Deadpool 2"

Ryan Reynolds trajo, hace dos años, algo que las películas de superhéroes necesitaban desesperadamente: autocrítica. Como el carismático protagonista y principal responsable detrás de Deadpool, el actor estuvo al frente de una propuesta que sorprendió al satirizar al popular género con comedia, violencia gráfica y comentarios autorreferenciales que no solo rompían la cuarta pared, sino que la tiraban abajo una y otra vez.

No solo eso, Deadpool también se volvió un éxito inesperado. Como una película no apta en Estados Unidos para un público mayor de 17 años -una calificación que todo estudio que quiera ganancias intentará evitar a toda costa-, rompió varios récords y se ganó la aprobación de 20th Century Fox para la producción de su secuela lo más rápido posible.

Dos años después, Deadpool y Reynolds regresan hoy a los cines uruguayos. Antes de su llegada a la pantalla grande, una promoción publicitaria en las paradas de ómnibus de Montevideo advertía que la irreverencia del personaje -un favorito entre el público adolescente local- no solo se iba a mantener, sino que también se incrementaría. Solo Deadpool puede aparecer en un cartel en la vía pública que diga “Sentate en esta parada” y salirse con la suya.

En Deadpool 2, el humor sigue siendo el principal combustible en el motor del relato. Si bien la película agrandó el combo y hay más bromas, violencia y un elenco que duplicó su tamaño, la secuela del personaje de las historietas de Marvel pierde la subversión de su primera parte, que lo había convertido en una bocanada de aire fresco en 2016, un año en el que superhéroes se pusieron extremadamente serios y se dedicaron a pelear entre ellos.

Es innegable, de todas formas, que lo que Deadpool 2 perdió en innovación ganó en entretenimiento. Es difícil dejar de reír en una película que tiene tantas bromas como balas y personas desmembradas y, tras una escena inicial sombría y un montaje que muestra al mercenario bocaza, como se lo conoce en las historietas, a través de un sinfín de delirantes enfrentamientos con pandillas criminales que terminan en un final trágico, es difícil poder adivinar con qué seguirá la historia, que tiene a Reynolds como uno de sus tres guionistas.

Desde que el propio Deadpool advirtió al final de la primera parte que la secuela contaría con la aparición Cable -un mutante con un brazo cibernético del futuro interpretado por Josh Brolin- era de esperarse que la película abrazase por completo el tono ridículo y exagerado con el Deadpool fue concebido en las historietas en la década de 1990, donde todos los personajes eran presentados con armas tan exageradamente grandes como sus músculos.

Y lo hace. Deadpool 2 tiene sorpresas por doquier, desde apariciones inesperadas de celebridades involucradas (y no) en la saga de películas de los X-Men, al igual que una trama que mezcla el enfrentamiento contra Cable con la conformación de un superequipo lleno de personajes peculiares, entre los que se destacan la mutante con la habilidad de “tener suerte” Domino (Zazie Beets, una de las figuras de Atlanta) o Peter (Rob Delaney), un tipo regular que se apuntó al trabajo armado solo de su buena voluntad.

Josh Brolin en "Deadpool 2"
Josh Brolin en "Deadpool 2". foto: 20th Century Fox

La principal sorpresa de Deadpool 2, sin embargo, es la falta de personalidad en la ejecución de director, David Leitch. El cineasta, un especialista en acrobacias y en el trabajo con dobles de acción, se volvió una figura candente en el cine de acción gracias a su trabajo en la dirección de las dos electrizantes entregas de John Wick y la subvalorada Atómica.

En Deadpool 2 hay escenas de acción contundentes, rápidas y sangrientas, como Leitch acostumbra construir. Sin embargo, la crudeza y el despliegue físico que sus personajes mostraban anteriormente acá es reemplazado por cuerpos que se doblan como plasticina y combates sobrecargados de efectos especiales (de los que el propio Deadpool se burla), cuyo despliegue es empeorado por la edición a tres pares de manos. De todas formas, no hay momentos para ponerse puntilloso con lo que se está viendo. La historia se mueve a un ritmo veloz, casi como las divertidas intervenciones que Deadpool y los suyos hacen en cada diálogo.

Hay una especial dedicación en el humor hacia los fanáticos, tanto de X-Men como de cualquier fenómeno de la cultura pop que se haya vuelto popular en algún momento. Star Wars, Frozen, RoboCop y Stranger Things son algunos de los objetos de los dardos de insultos del protagonista.

Referencias aparte, el principal problema es que Deadpool nunca se decide por lo que quiere ser: un nuevo y probable éxito de taquilla de superhéroes repleto de humor y acción (algo ya visto incontables veces) o una comedia mordaz capaz de reírse con suspicacia del género al que pertenece.

Reynolds, por lo pronto, tiene un camino largo por recorrer con la máscara roja puesta y con dos películas en su haber (una muy buena y la otra no tanto), todavía merece una nueva oportunidad. Además, nada puede ser peor que "Linterna Verde".

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