ENTREVISTA

Toto Da Silveira luego de su quebranto de salud: "Estuve en CTI y la vi muy de cerca"

El periodista deportivo habla de su salud, cuenta sus crisis de fe, habla de Paco Casal y cuenta anécdotas de sus más de seis décadas en la comunicación

Jorge "Toto" da Silveira. Foto: Leonardo Mainé
Jorge "Toto" da Silveira. Foto: Leonardo Mainé

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Lo primero que se ve en la casa de Jorge “Toto” da Silveira son las fotografías de sus hijos y nietos. Están en todos lados y hay de todos los tamaños. En el living hay cuadros de Paez Vilaró, esculturas de su amigo Ricardo Pascale y uno muy especial, pintado por su hija Manuela cuando tenía seis años.

El periodista que el mes pasado cumplió 79 años recibe a Sábado Show en su nuevo hogar, un apartamento ubicado en 21 de setiembre que, según él, es la mitad del que tenía en Villa Biarritz. Luego del fallecimiento de su esposa, Elena Baliño, decidió mudarse a un lugar más chico en el que vive con su hijo Jorge, ya que sus hijas tienen su propio nido.

“Tengo unos hijos de novela”, dice Da Silveira, “y en estos momentos en los que anduve jodido, se sienten. No me dejan solo ni un minuto y no me dejan manejar hasta que el doctor no me lo autorice”.

Da Silveira dice sentirse un hombre con suerte, “tuve una mujer fantástica que me aguantó 49 años de casado y seis años de novios. Hay que bancarme todo ese tiempo”, dice y comienza a reír. “Y eso que tuve líos, porque nunca fue una forma convencional ni delicada de hacer periodismo, siempre fui al grano”, agrega.

Jorge "Toto" da Silveira. Foto: Leonardo Mainé
Jorge "Toto" da Silveira. Foto: Leonardo Mainé

Esa forma de comunicar le trajo muchas alegrías y también algunos inconvenientes. Fiel a su forma de manejarse en la vida, dice que rechazó una oferta que le hubiera cambiado su vida. “Fui la primera persona a la que Paco Casal fue a buscar cuando empezaba con la televisión. Si hubiera aceptado, hoy tendría dos millones de dólares en el banco; y lo rechacé tres veces a Paco”, dijo. “Cada uno elige”, afirma.

—Se mantuvo firme en sus convicciones.

—Sí, y me salió carísimo. Siempre dije que los hombres públicos tenemos que velar para que ningún hijo sienta vergüenza de decir quién es el padre, y tengo esa suerte. Yo estoy tranquilo, quietito, no molesto a nadie. Me gusta trabajar a cara de perro y cuando hablo digo lo que pienso. A veces gusta y a veces no, como a todos.

—Mirándolo hoy, ¿volvería a rechazar esa oferta?

—Sí, haría lo mismo.

—¿Cuándo piensa retirarse?

—Nunca. Quisiera morirme trabajando porque en primera medida amo lo que hago. En segunda medida, siento la necesidad de estar ocupado, mentalmente necesito laburar. Entonces tengo la suerte que tengo hijos divinos y nietos que adoro. ¿Qué más puedo pedir? Es cierto que no es fácil y más sencillo es decir que todo está fenómeno.

Jorge "Toto" da Silveira. Foto: Leonardo Mainé
Jorge "Toto" da Silveira. Foto: Leonardo Mainé

—Imagino que criticar al maestro Tabárez como lo hacía no era muy bien recibido.

—Mirá, no hay persona que le haya hecho más favores a Tabárez que yo; y al margen de lo que es como técnico, es mala persona. Imaginate si lo conozco que yo le puse “El maestro” cuando todavía era jugador de fútbol.

—¿Cómo se encuentra de salud?

—Tengo un tema de salud, importante que están tratando, y lo tomo como todas las cosas de mi vida. Tuve la fortuna que estuve muerto cuando el accidente en el año 1987 y Dios quiso que siguiera acá. Después en 2008 tuve una hepatitis mortal también y otra vez me dejaron. Ahora estoy por la cuarta vida. Estoy en muy buenas manos, me atiende un número uno en lo suyo que encima era muy amigo de su padre. Empecé el tratamiento, me bajan las defensas y yo me cuidaba como loco, me di las cuatro dosis de Pfizer, y me vino el covid, y me agarró mal. Estuve cuatro días en terapia intensiva y la vi muy cerca. Tuve la suerte una vez más que el cuerpo respondió, porque siempre fui un tipo con una vida muy sana siempre haciendo deportes y comiendo sano. Nunca fumé, tomaba lo que cualquier cristiano y en 2008 decidí no tomar nunca más, no tengo ninguno de los problemas de los veteranos, ni colesterol, diabetes, ni nada. Cumplí hace poco 79 años y me siento fenómeno. Si me agarrabas antes de todo esto, me sentía como un tipo de 50 y laburaba como un burro de carga, los siete días a la semana, y lo hacía fascinado porque adoro lo que hago. Amo mi profesión y tuve esa suerte.

—¿Le dio algún consejo a Manuela cuando le dijo que quería incursionar en los medios?

—Yo sabía que tenía unas condiciones bárbaras y cuando empezó con esto le dije: “nosotros nos debemos a la gente y no tenemos derecho a nada, a no sonreír, a no dar un beso o sacarnos una foto. Nos debemos a la gente y si no entendés eso, marchaste”.

Jorge "Toto" da Silveira. Foto: Leonardo Mainé
Jorge "Toto" da Silveira. Foto: Leonardo Mainé

—Usted lleva 61 años trabajando en los medios.

—Sí, no me puedo quejar. Me pagaron para hacer lo que más me gusta que es viajar, conocí 70 países, fui a 14 mundiales, si llego a ir a Qatar sería el 15, soy el segundo en el mundo con más mundiales, solo superado por Enrique Macaya Márquez que tiene dos mundiales más que yo. No solo me gusta el fútbol, fui campeón nacional de básquetbol, y pude ir a cinco Juegos Olímpicos.

—¿Qué significa el fútbol para vos para querer volver a trabajar después de varios días complicados?

—Es mi vida. El fútbol es mi vida. Además, tengo todo pronto para jubilarme, solo falta una firma, pero si me jubilo tengo que dejar de trabajar. Sino tengo que entrar en esas cosas rebuscadas que tiene la vida, dejar una SRL para transformarla en una SA, y para eso no estoy. Entonces, cuando me sentí mejor dije: voy a volver. La pasé muy mal. Calculá que para que yo deje de trabajar, tengo que estar muy mal. Además me agarró con las defensas bajas y fue muy fulero. Ya estamos en la cuarta vida.

—¿Esas complicaciones de salud le significaron una crisis de fe?

—Tuve una crisis de fe muy grande. Mi madre era una mujer muy católica y tenía un cáncer que le duró dos años. Yo iba a buscar al Padre Lucas a la Iglesia de Punta Carretas para que le trajera la comunión. El día que falleció, que la vi sufrir me dije: no. No tenía que probarla de esa manera para ganarse el cielo, y no creí más. Pasan los años y viene el accidente. Era un domingo a las 21.00, ¿quién manda a un médico neurólogo que vivía en Las Piedras y venía de Florida con su familia, futbolero que me conocía y escuchaba a parar cuando yo estaba en medio del campo desangrándome? Me había sacado el fémur por atrás de la pelvis, me había roto toda la pierna derecha, me desgarré el hígado y estaba haciendo un efisema pulmonar. Lo que no sabía era que me había hecho un corte en la cabeza y que me estaba desangrando. Cuando llega el médico me pasa la mano por la espalda y me toca la cabeza me dijo que había que llevarme ya a Comeca, porque a Montevideo no llegaba. Llegué con tres de presión a Canelones, el mínimo de sangre y me desmayé. Una hermana mía había ido a la Virgen de Schoenstatt en Nueva Helvecia a pedir por mi y cuando salí me dijo: cuando puedas, andá. Mi primera salida en familia fue al santuario de Schoenstatt. Fijate las casualidades: ¿quién me manda un neurólogo al medio de la nada un domingo a la noche?, aparte, cuando voy al santuario me entero que el día el accidente lo habían profanado. Pero si algo faltaba, un día María Inés Obaldía hacía un programa sobre la Virgen de Shoenstatt y ahí me entero que a ese santuario lo había fundado un padre evadido de un campo de concentración de Alemania que se había venido a Uruguay. El único campo de concentración al que había ido con criterio periodístico, para investigar, estuve dos días con mi señora viendo documentos quedaba cerca de Munich y cuando voy al programa de Obaldía me entero que el padre Kentenich se había escapado de ese campo y se vino para acá. Entonces volví a creer. Y cuando estuve a punto de morirme por la hepatitis vi a la doctora con cara preocupada y le digo: tengo un pacto con el de arriba que por ahora no quiere que me vaya. Y me dijo: no sabe lo importante es esa fe que transmite en estos momentos.

Jorge "Toto" da Silveira. Foto: Leonardo Mainé
Jorge "Toto" da Silveira. Foto: Leonardo Mainé

—¿Qué le dice la gente?

—Cuando volví al canal mis compañeros en La hora de los deportes me dieron un recibimiento fantástico, como el recibimiento de la gente. ¿Qué más pedir? Es como le dije a Manuela, “nos debemos a la gente y no podemos fallarle”. La gente es maravillosa. Me acuerdo que en un momento Elena cuando todo el tema de Jonathan Rodríguez y la campaña en mi contra tenía dudas de cómo era mi imagen ante la gente. Le dije: vení. Nos subimos al auto, paramos en el centro y empezamos a caminar para ver qué decía la gente. Con los años entendí que lo más importante de esto es tener claro que nadie tiene el éxito comprado. Los hombres públicos dan examen todos los días y si algún día te equivocás, la pagás. Cómo la pagues y cómo salgas va a depender que recuperes, y tengo esa suerte. En cualquier lado donde voy me tratan de maravilla.

—¿Hay un “estilo Toto da Silveira” a la hora de comentar?

—Creo que no pero hay gente que dice que sí. Yo trato de ser natural, mostrarme como soy. Es un estilo o no, no soy yo quien lo tiene que decir, es la gente. Yo hago el periodismo como lo siento y actúo de la manera más natural posible teniendo en claro que nos debemos a la gente. Me podré equivocar, pero convencido de lo que digo es así. Todos tenemos buenos y malos días, pero hay que ser coherentes. Yo podré tener opiniones diametralmente opuestas al de otras personas, si son coherentes los respeto. Ahora, si decís una cosa y hacés otra, perdés todo. Tengo la suerte que la gente ha entendido que en acierto y error he dicho lo que pensaba. Lo que puedo decir es que soy un tipo muy intuitivo.

—Dijo que rechazó tres veces a Paco Casal. ¿Cómo es su relación con él?

—Tenemos dos formas de ser y sentir la vida muy diferente. Casal fue cuatro veces a mi casa a ofrecerme trabajo pero lo que nadie sabe es que poco antes del problema con Jonathan Rodríguez, Casal me llamó para pedirme permiso para hablar con mi hija porque quería que hiciera televisión. Le dije: le agradezco la gentileza de llamarme para pedirme autorización, pero mi hija tiene más de 30 años y siempre hizo lo que quiso, yo no decido. Le di el teléfono, la llamó y Manuela le dijo que no. Con Casal discutimos, pero es un tipo de buenos sentimientos. Poco antes de morir mi señora, estaba acompañando a una amiga que estaba con cáncer haciéndose un tratamiento y mi señora no sabía que se iba a morir tres meses después. Ellas estaban en un hotel, Casal entra y va derechito a saludarla y preguntarle por la familia. Discrepo con él en un montón de cosas, pero no puede ser un mal tipo uno que saluda, pregunta y te trata con respeto.

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