ENCUESTAS EN TELA DE JUICIO

Votantes invisibles

En Chile anunciaron un resultado y fue otro; lo mismo pasó con Trump en EE.UU., con Macri en Argentina y en Uruguay con el FA. Las encuestadoras se justifican en que los ciudadanos se han desideologizado y cambian rápido de parecer, y que hay zonas a las que no logran entrar.

Foto: Ariel Colmegna
Foto: Ariel Colmegna

Los caballos corren y casi en el último instante, cuando están cerca de la meta, el fotógrafo dispara. La imagen muestra quién va ganando, pero no quién va a ser el ganador. Puede pasar algo a último momento: una curva que lo desfavorezca, una lesión inesperada, un jockey enemigo y estratega que logre avanzar y que, como en el tango, por una cabeza, dé el batacazo. Así explica el director de Equipos, Ignacio Zuasnábar, lo que son las encuestas: pueden mostrar quién va primero antes de una elección, pero no —y más si la diferencia entre los contrincantes es poca— quién será el ganador.

Para la primera vuelta de las elecciones de 2014 la mayoría de las encuestas vaticinaban un panorama mucho más peleado: Equipos le daba 43,6% a Tabaré Vázquez y 33,4% a Luis Lacalle Pou, Cifra 43% y 32%, y Factum 44% y 32%, respectivamente. El resultado fue otro: el candidato del Frente Amplio obtuvo 47,8% y el del Partido Nacional, 30,8%. Fue un momento duro para las encuestadoras. Una ola de críticas se lanzó sobre ellas. Después, como una fila infinita de fichas de dominó, los errores en los sondeos empezaron a repetirse en el mundo.

En Argentina, en 2015, pronosticaron que el entonces candidato opositor, Mauricio Macri, caería unos 10 puntos por detrás de su rival kirchnerista, Daniel Scioli. La diferencia fue por menos de tres puntos y Macri terminó ganando y bailando Gilda entre globos amarillos.

Cuando el Reino Unido votó en 2016 el Brexit —la salida de la Unión Europea— los sondeos le daban el triunfo al No, pero se impuso el Sí. Meses después, la conservadora Theresa May se coronó primera ministra por un poco más de dos puntos, cuando los sondeos pronosticaban una diferencia de ocho, 10 y hasta 11.

Lo mismo pasó en la Alemania de Angela Merkel: la canciller obtuvo su cuarta victoria consecutiva, pero no con el 35% o 36% que se esperaba, sino con 32%. Los sondeos tampoco pudieron detectar el importante avance de la ultraderecha, que se convirtió en la tercera fuerza política del país con más del 12% y entró al Parlamento por primera vez luego de la caída del Tercer Reich. Merkel aún no ha podido formar gobierno.

En Colombia, el año pasado, las encuestas daban ganador al Sí en el plebiscito por el acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC. Ganó el No.

En Estados Unidos las encuestas coronaban ganadora a la demócrata Hillary Clinton. Pues no: se impuso el republicano Donald Trump, obligando a los diarios del mundo a hacer ediciones de apuro en horas de la madrugada.

En España le dieron al nuevo partido Podemos más de un 20%, cuando obtuvo poco más de un 13%.

El independentismo volvió a ganar en las elecciones que se celebraron el jueves 21 en Cataluña. Se quedaron con 70 de 135 escaños. Sin embargo, Ciudadanos, en contra de la independencia, fue el partido que consiguió más votos y se quedó con 37 bancas. Todos dieron primera a la Esquerra Republicana de Catalunya, que salió tercera, y logró 32 asientos.

Hace dos semanas se habló de Chile. El conservador Sebastián Piñera obtuvo ocho puntos menos de lo que decían las encuestas en primera vuelta y ocho puntos más en el balotaje, consiguiendo así la Presidencia.

¿Por qué tantas equivocaciones? ¿Por qué las encuestadoras le erran ahora si antes esto no les pasaba? ¿Hay un cambio a la hora de recabar los datos? ¿Los ciudadanos les mienten a los encuestadores, o cambian de opinión constantemente?

Daban a Piñera con 8 puntos abajo de los que terminó sacando. Foto: Reuters
Daban a Piñera con 8 puntos abajo de los que terminó sacando. Foto: Reuters

Desencantados.

El Centro de Estudios Públicos de Chile le dio a Piñera 44,4% en primera vuelta, pero sacó 36,6%. El coordinador de la encuestadora, Ricardo González, dice que el principal factor por el que fue otro el resultado tiene que ver con que desde 2012 tienen un sistema de sufragio voluntario y los ciudadanos expresan que irán a votar, pero no van.

"Las personas tienden a decir que van a ir, porque es de buen ciudadano hacerlo, entonces las encuestas tienen que hacer una serie de preguntas que permitan discriminar a las personas que de verdad asistirán a las urnas de aquellas que dicen que lo harán, pero no les interesa hacerlo", explica el especialista chileno.

Pero esta no es la única razón. González también se refiere a la caída sostenida de la identificación con los partidos políticos. Esto hace que el voto sea más volátil, que quien declara un día que va a votar por un candidato, al otro día decida dar su sufragio a otro.

"Excepto minorías que están muy ideologizadas, hay un proceso de desinvolucramiento de las generaciones más jóvenes con la política. No se informan, no les genera interés y tampoco es para ellos una obligación", señala, por su parte, el doctor en Ciencia Política de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, y analista político argentino, Sergio Berensztein.

Y agrega: "Con identidades políticas licuadas o con discursos vacíos de contenidos —y esto es responsabilidad de los partidos—, muchas veces sin debates entre los candidatos, lo que pasa es que la gente llega a las urnas desinformada y sin una idea clara de por quién votar".

"El votante es cada vez más independiente y menos cautivo o incondicional", dice, en el mismo sentido, el director del centro de estudios Unión para la Nueva Mayoría, y también analista argentino, Rosendo Fraga. "Años atrás, la cuestión de análisis de las encuestas era poder anticipar la dirección de quienes estaban indecisos; ahora el desafío cambió y es detectar la dirección de quienes podrían cambiar su voto".

En Uruguay la situación no es diferente. La información que se sucede prácticamente en tiempo real —y que puede ser fidedigna o no— explica la volatilidad del voto.

"El mayor acceso a opiniones, a lo que circula en cualquier blog o en las redes sociales, afecta la decisión", sostiene la directora de Cifra, Mariana Pomiés. "Hace 20 años la gente se informaba por los diarios, por el noticiero, por la radio y punto. Hoy hay mucha más información y los individuos se ven bombardeados por un montón de datos que pueden afectar el voto de aquellos que no tienen puesta la camiseta de ningún partido".

"Hoy todo se mueve más rápido y esto hace que la construcción de ideas, la deconstrucción de estas ideas y la construcción de ideas nuevas suceda cada vez más rápido. Esto es lo que lleva a que las encuestas vayan recogiendo el pasado", dice, en tanto, el director de Factum, Eduardo Bottinelli.

Las encuestas que se dan en Uruguay un día antes de que comience cada veda se basan en datos que fueron recabados, por lo menos, una semana antes del momento en que estos se hacen públicos —en Chile son unas tres semanas antes, ya que el último sondeo para el balotaje se puede dar 15 días antes de los comicios. "Está claro que si una encuesta mide 70/30 a favor de un candidato una semana, la otra semana no va a medir 70/30 a favor de otro", explica Zuasnábar. El problema se da cuando "el movimiento es de dos, tres, cuatro o cinco puntos, cosa que perfectamente puede ocurrir". El director de Equipos cuestiona: "¿De dónde saco yo el componente adivinatorio como para saber cómo va a medir la opinión pública dentro de una semana?". Y, hasta ahora, esta es una pregunta que no tiene respuesta.

Avergonzados.

La falta de identificación con los partidos existentes lleva a que, en muchos países, aparezcan nuevos movimientos políticos. Pasó con el PRO de Macri en Argentina, con la ultraderechista AFD de Alemania, y pasará a partir de la próxima elección con el Partido de la Gente de Edgardo Novick en Uruguay. Es también el caso de España, donde irrumpieron partidos como Podemos (izquierda) y Ciudadanos (derecha).

"Lo que pasa con Ciudadanos es que hay mucha gente que no dice que los va a votar porque no está bien visto socialmente", dice el máster en Políticas Públicas por la Erasmus University de Roterdam y fundador del grupo de análisis político Politikon, el español Jorge Galindo.

"La muestra más grande decía que (en los comicios del pasado jueves 21) iba a votar el 13% por Ciudadanos, pero uno ya sabía que era muy poco porque en las elecciones catalanas de 2015 obtuvo un 20%. ¿Cómo se daba el salto para ver cuántos votos podía obtener? Era necesario ver los datos de las últimas elecciones, tener en cuenta el voto oculto, y sacar una estimación", agrega Galindo. Ciudadanos finalmente alcanzó el 25%, más de lo que predijo cualquiera de los sondeos.

Las encuestas no tienen forma de medir de manera precisa el voto oculto. Zuasnábar dice que existe un "espiral de silencio en el que las encuestas tienen un límite claro, porque no hay manera de anticipar o de medir lo que es el voto silencioso o vergonzante".

Problemas al recabar datos.

Francisco Faig, que cursa un doctorado en Ciencias Políticas en el Instituto de Estudios Políticos de París, dice que no todos los errores en las proyecciones de las encuestadoras son iguales, y que en el caso de Uruguay "ocurrió un problema metodológico que refiere a cómo medir la intención de voto en un contexto de mayor rechazo a responder a la preguntas de los encuestadores, y a un voto silencioso que en 2014 se volcó más al Frente Amplio".

Los referentes de las encuestadoras sostienen que uno de los problemas que se están dando en Uruguay tiene que ver con cómo recoger la información que se necesita para conseguir buenos resultados. Una dificultad, señala Bottinelli, es que las encuestas son voluntarias. "Como no hay obligatoriedad para contestar, cuando uno selecciona un hogar siempre está la posibilidad de que no haya nadie o de que no quieran realizar la encuesta. Los que no responden comúnmente son más conservadores que los que sí lo hacen, pero no tenés certezas", explica.

Después hay temas que tienen que ver más con cuestiones logísticas. "Hay distritos que son más complejos que otros", sostiene Berensztein. "Por ejemplo, la Provincia de Buenos Aires tiene manchas urbanas donde hay situaciones de pobreza extrema y donde es difícil entrar para encuestar. Esto mismo pasa en países como México, Colombia y Perú".

En el caso de Uruguay, Zuasnábar dice que Equipos "entra a prácticamente todos lados" y que solo quedan afuera algunos sitios por "temas de costo". Se trata de localidades del interior del país y esto implica que "se deja afuera a tres o cuatro por ciento de la población, no más".

Bottinelli, en tanto, advierte que "hay lugares en los que es difícil entrar porque son demasiado altos, o demasiado bajos, en términos socioeconómicos". A esto se suma que "la telefonía fija tiene una penetración muy baja en algunos departamentos, menor al 50%" y "en barrios como Casavalle es menor al 30%".

"Hay factores como la seguridad que nos perjudican cada vez más: se generan muchas dificultades para que nos abran las puertas. La gente tiene mucho miedo. En los edificios con portero no llegás a los apartamentos porque te restringen la entrada. Hay zonas carenciadas en las que no se puede entrar", afirma Pomiés, de Cifra. "A esto se suma que no te atienden el teléfono, ni el fijo ni el celular".

Otros métodos, como los de recabar datos a través de internet, también tienen sus dificultades: las personas no están dispuestas a contestar más de cinco preguntas seguidas cuando están delante de una pantalla. Algunos ven en la web una vía de que las encuestas vuelvan a acercarse a la realidad. "Hay mecanismos más sofisticados, como el Big Data, que permite mezclar la información de redes sociales con datos sociodemográficos o personales, y la verdad es que eso permite entender preferencias de votantes", sostienen Berensztein.

Las encuestadoras uruguayas juran que, usando todos los métodos disponibles, se preparan para sacar en 2019 la mejor fotografía de la realidad. Las urnas dirán qué tan antigua queda esa imagen.

Sondeos que se dan ahora son con muestras muy pequeñas.

A menos de dos años de las próximas elecciones, los sondeos que hacen las encuestadoras uruguayas se realizan con una muestra de unas 800 personas. Para el año electoral esperan llegar a entre 1.200 y 1.800, para afinar los resultados. Cuantas más personas se encuestan, más cerca de la realidad se supone que se está. "Lo ideal sería que hubiera muestras de 10.000 casos, pero sería muy raro que alguien pagase por esto", dice Zuasnábar. En Chile las encuestas se hicieron sobre muestras que estaban en el entorno de los 1.500 casos —lo que es poco, ya que al ser el voto optativo muchas de estas personas no irían a sufragar. Además, tiene una población mucho más grande que la de Uruguay, cerca de 18 millones de habitantes. En Cataluña, la encuestadora Gesop daba una ajustada mayoría al independentismo, al tiempo que le otorgaba a Ciudadanos 25 escaños, cuando logró 37. Se hizo con una muestra de 800 entrevistas. En Cataluña viven 7,5 millones de personas.

LA VOZ DE LOS EXPERTOS.

Sergio Berensztein. Foto: Archivo El País
Sergio Berensztein
"Muchos jóvenes no se involucran con la política. Para ellos cambiar de voto es como cambiar de champú. No es diferente a una opción de consumo más donde no hay un compromiso ideológico".
Jorge Galindo. Foto: Gentileza Jorge Galindo
Jorge Galindo
"Tenemos demasiadas expectativas sobre la capacidad de acertar de las encuestas. Las comparamos con el resultado final, cuando habría que compararlas con lo que sería un mundo sin encuestas".
Mariana Pomiés. Foto: Archivo El País
Mariana Pomiés
"Las encuestas no son una bola mágica. Son un instrumento de medición de un momento, una fotografía, y a través de ella se trata de proyectar. No se hacen para favorecer ni para perjudicar a nadie".
Eduardo Bottinelli. Foto: Archivo El País
Eduardo Bottinelli
"Hay generaciones que no están dispuestas a cambiar el voto, pero hay otras que sí. Cuanto más joven, más volatilidad. Los sectores menos educados también son más rápidos a la hora de cambiar su voto".
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