EL FUTURO DE LOS ENVASES

¿Por qué el gobierno prohíbe las pajitas y limitará plásticos en todas las oficinas públicas?

Con dos nuevas resoluciones, buscan alcanzar una tasa de recuperación del plástico de 30% para 2023 y de 50% para 2025. ¿Por qué las empresas ponen reparos?

Foto: Francisco Flores
Foto: Francisco Flores

Este contenido es exclusivo para nuestros suscriptores.

Las responsabilidades están divididas, es cierto. Pero la realidad muestra que nadie parece hacerse cargo y el problema solo empeora. El consumo de plástico aumenta y pasó de ser un producto estrella a uno de los problemas más grandes a nivel medioambiental, no solo acá, sino en el mundo. Está en todos lados. Desde la ropa que nos ponemos hasta en los insumos médicos. En autos y electrodomésticos. En los envases de helado familiar, las botellas y las viandas de las panaderías. En Uruguay solo se recupera un 3,7% de los envases de plástico, según cifras del Ministerio del Ambiente. Ahora, con dos nuevas resoluciones, el gobierno busca alcanzar una tasa de recuperación de plástico de 30% para diciembre de 2023 y de 50% para 2025. También quiere crear un sello que identifique los productos hechos con material reciclado y prohibirá los sorbitos de plástico, entre otros objetivos. Algunos anuncios fueron cuestionados por el sector empresarial. Los ven demasiado ambiciosos.

El tire y use del plástico trae otro gran problema que no se ve y es el aumento enorme de los residuos domiciliarios. Casi todas los centros de disposición final de basura del país están con la capacidad desbordada y en algunos departamentos ni se cumple con lo que la propia ley mandata. Los residuos no se entierran bajo tierra y simplemente se acumulan como enormes basurales en algún lugar.

Después están los problemas que sí vemos a cada rato. En las calles, cordones y veredas de Montevideo las hojas de los árboles a veces vuelan junto a botellas y envases. En las ventanas de los autos que cruzan las rutas hay gente que tira envoltorios y sobras. Lo del principio: las responsabilidades son tan grandes como el problema. Esto va desde el gobierno a las intendencias y municipios. Las cooperativas que clasifican, las empresas que reciclan y, aún más, las que ponen en el mercado el plástico. Pero también cada uno de los consumidores. Y va en el qué hacemos con la basura que generamos todos los días sin pensar.

Cultura del use y tire.

El plástico de un solo uso es uno de los principales dramas a nivel ambiental: termina en el océano, mata ecosistemas enteros y ha llegado a crear islas de plástico que flotan en los mares. Cada año en el mundo se fabrican 130 millones de toneladas de plástico. Y la tendencia es al alza. Desde la década de 1950 a la fecha se produjeron 8.300 millones de toneladas de plástico, pero cerca de la mitad se creó a partir de 2004. Aún en los países más desarrollados parece que no hay solución, la creación de plástico virgen llega a ser más barata que la del reciclado. Los beneficios del uso del plástico no tienen comparación con otros materiales, si se habla de preservación de alimentos o traslados, y también de precios.

¿Pero qué pasa acá? Vamos para atrás para ver qué se ha hecho. En Montevideo la intendencia implementó hace ya muchos años la idea de usar bolsas de dos colores, para separar orgánico y reciclable. Pero el sistema no funcionó porque todo se tiraba al mismo contenedor. Y entonces no servía.
Desde hace ya unos años varios puntos de la capital —como los supermercados— reciben material para ser reciclado. Si bien el sistema funciona, requiere de la voluntad de cada persona, no solo de separar en su casa, sino de tomarse el tiempo para depositar la basura en un lugar lejos de su hogar. Además, están los contenedores de dos colores en los barrios del Municipio B (como Cordón, Centro, Ciudad Vieja y Parque Rodó). Al igual que los contenedores de los supermercados, lo que se junta allí es levantado por camiones y se lleva a las plantas de clasificación que hay en Montevideo. El problema es que los vecinos muchas veces tiran la basura toda mezclada.

Este es uno de los grandes temas: el cambio cultural y la relación que las personas tenemos con nuestra basura. ¿Por qué no asumimos la responsabilidad que nos toca en este problema?

Seguimos. En diciembre pasado, con la “crisis de la basura”, se comenzaron a instalar bolsones en edificios grandes y complejos de viviendas. Allí se deja todo lo que se puede reciclar y después eso también va a los centros de clasificación. Esta medida tuvo buenos resultados y la Intendencia de Montevideo la sigue extendiendo. Trabaja con cooperativas de viviendas, y otros espacios, donde la comunicación es efectiva y el sentido de pertenencia grande. Entre Navidad y Año Nuevo se vio a la propia intendenta, Carolina Cosse, separando basura y enojada porque vecinos habían tirado electrodomésticos en un contenedor que no era para este fin. Eso fue en una recorrida junto a los medios por varios barrios.

El ministro de Ambiente, Adrián Peña, dice a El País que con las intendencias tiene muy buena relación, “en especial con la de Montevideo, que está apostando a un sistema de colocación de bolsones, que desde el ministerio estamos respaldando”. Y luego agrega: “Porque a mí me interesa que el tema de los residuos esté sobre la mesa, que se hable. No importa si es desde el ministerio, desde las intendencias o las empresas”.

Electrónica, cubiertas, baterías y construcción

El gobierno trabaja en al menos cuatro líneas, además de las resoluciones sobre los plásticos. Una es la gestión de residuos de la construcción. Esto se hará en conjunto con la Cámara de la Construcción y con la Intendencia de Montevideo. El miércoles pasado se firmó un acuerdo marcando los objetivos. También se está trabajando en el plan de reciclaje de cubiertas. Y los residuos electrónicos son otro gran mundo. Acá se generan por año 37.000 toneladas, entre las que hay computadoras, televisores, celulares y todo lo que venga a la cabeza. Hay convenios para poder reutilizar con fines sociales, pero todavía falta mucho por andar. También se estudia el tema de las baterías, sobre todo por la contaminación que generan.

El ambicioso plan.

La creación del Ministerio de Ambiente fue una de las promesas de campaña del gobierno de Luis Lacalle Pou, con prioridad en la calidad del agua y gestión de residuos. La cartera más nueva aún no tiene sede, funciona en Torre Ejecutiva y su accionar venía con perfil bajo por la pandemia. Eso hasta que a fines de abril promulgó dos resoluciones que hicieron ruido entre los empresarios, pero pasaron desapercibidas para la mayoría de la población.

Las empresas se quejaron por entender que el plan es muy ambicioso, que es imposible de concretar en poco tiempo. Alfredo Antía, presidente de la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU), dijo el 17 de mayo pasado a La Diaria que “no se pueden fijar objetivos de máxima, como lo hace esta nueva norma, sin cambiar la gobernanza actual, que claramente es un fracaso”.

A pesar de esas declaraciones, la cámara ya está trabajando en planes para alcanzar las metas del gobierno. Las resoluciones que firmó Peña intentan cumplir algunos artículos de la Ley de Gestión Integral de Residuos, creada en 2019. Además, busca hacer efectivas las líneas planteadas en la Ley de Reciclaje de Envases, promulgada en 2004. “Venimos a paso muy lento, pero lentísimo. Se ha hecho muy poco o nada”, dice Peña. “No podemos hacer un plan que sea de acá a 2050. Proponemos metas a corto y mediano plazo, que den resultados, para poder seguir avanzado”.

El ingeniero Pablo Luis (ese es su apellido), gerente de la empresa Ecopet, afirma que falta mucho: “Esto no es de la noche a la mañana, es un cambio cultural, en el que tenemos que estar todos, desde las empresas que trabajamos con el reciclaje hasta cada uno en su casa”.

Ecopet es la primera y única empresa en Uruguay dedicada al reciclaje de envases de PET. El proceso que ellos hacen es completo, va desde las botellas sucias, con tapa y etiqueta, hasta la generación de un picadillo que volverá a ser materia prima. “No hay que demonizar al plástico, hay que explicar lo que pasa. Es un material muy noble, y no hay hasta el momento nada que lo sustituya para muchos usos. Lo que hay que saber es que siempre se puede reciclar”.

Esta idea parece un poco distópica, pero el plástico es un material que al ser reciclado casi no pierde calidad. En su proceso de reciclaje tampoco se contamina. Y de manera infinita puede ser aplastado, picado y vuelto materia prima.

Ecopet dice que tiene capacidad de reciclar el total de las botellas de plástico de un solo uso que se consumen en el país. También las etiquetas y las tapas. Pero apenas llega a un 20%, porque lo demás va a parar a la basura común. “Nosotros pagamos entre 14 y 17 pesos el kilo de plástico”, explica Luis. De hecho en muchas oportunidades han llegado a comprar basura a otros países. Sí, Uruguay importa plástico de botellas sucias para hacer materia prima.

Muchas veces lo que pensamos es plástico de un solo uso, en realidad no lo es. Le damos ese uso, pero en teoría podría ser reciclado. El envase de refresco, de detergente, de shampoo y hasta los maples de huevo, son hechos de plástico PET. Y si bien los tiramos mezclados, hay condiciones en Uruguay para que después de usados vuelvan a ser envases. “Siempre lo digo, pero acá enterramos dinero en los vertederos”, sentencia Luis.

Para este empresario hay medidas concretas a tomar para poder reciclar más fácil. Una tiene que ver con los colores. “Separamos en botellas transparentes y en verdes”, explica, y afirma que se podría crear una normativa que aliente a que los envases sean de un solo color. Como ejemplo, Luis cuenta que la multinacional Coca Cola no fábrica más la botella de Sprite de color verde: todos sus refrescos vienen en envases transparentes. Para Luis otra media tiene que ver con el tipo de etiqueta que se utiliza, ya que muchas veces están muy adheridas al envase y se necesita aplicar muchos procesos químicos para la separación.

Las nuevas medidas.

¿Pero qué decidió el gobierno? El 28 de abril se promulgaron dos resoluciones, la 271 y la 272. La segunda busca desalentar el uso de los plásticos de un solo uso. Para eso tiene tres caminos. El primero es la generación de un sello que permita identificar qué productos están hechos con material reciclado. “La idea es agregarle un valor a los productos o lugares que utilicen estos envases”, explica Peña.

Lo segundo es solicitar a todos las oficinas públicas que elaboren un plan, para no utilizar más plásticos de un solo uso. “Todos esos que ya sabemos no son imprescindibles: los vasitos para el café, las cucharas, las bandejas”, enumera el ministro.

Y el último elemento es prohibir la utilización de los sorbitos de plástico en 2022. “Esto se eligió a modo de ejemplo, como en su momento fue el tema de cobrar las bolsas, pero también porque los daños que genera son grandes, con respecto al poco tiempo que se usa”, explica la ingeniera Marisol Mallo, integrante del equipo que trabaja en el Ministerio de Ambiente para desarrollar el plan integral de tratamiento de residuos.

También hay otros elementos para esta prohibición que decidió el ministerio. Uno de ellos es que no hay empresas de gran porte que se dedique a producir pajitas, la mayoría se importan. Y el otro factor es que son causantes de grandes daños en las especies marinas.

Mallo recuerda que, cuando se comenzó a cobrar el uso de las bolsas, las reacciones iniciales fueron negativas, pero todo eso cambió rápido: “Ahora ya ni se te ocurre: sabes que tenés que ir con tu bolsa. Esto es un poco eso, instalar hábitos, y dejar de utilizar el plástico cuando no es necesario”, dice la ingeniera.

Además, recuerda que en su momento se dejaron de lado las bolsas que eran utilizadas para mantener la inocuidad de los alimentos. Pero en los supermercados, y hasta en las ferias, vemos ridículas imágenes como bananas o mandarinas en bandeja y envueltas en film plástico.

Esta reglamentación no fue la que preocupó a la CIU. El tema está en la 271, que establece los objetivos mínimos de recuperación y valorización de envases no retornables. La ley 17.849 sobre uso de envases no retornables (2004) y su reglamentación (2007) buscaban prevenir la generación de residuos. Para eso establecieron un régimen de extensión “de la responsabilidad del fabricante o importador de productos, a través de la obligación de contar con planes de gestión de residuos de envases y de envases usados”. Es decir, las empresas están obligadas por ley a hacerse cargo de los envases que ponen en el mercado. Nada es nuevo, solo que ahora estas reglamentaciones firmadas por Peña establecen objetivos mínimos de recuperación y valorización de envases no retornables. El objetivo es llegar al 31 de diciembre de 2023 alcanzando un 30% de valorización en peso global de materiales, con una valorización mínima del 20% por material.

La primera salida de la CIU fue el choque. “Ellos me piden gradualidad, pero lo que pusimos en la norma es lo que las propias empresas tenían como objetivos corporativos. Entiendo que el primer salto puede ser muy grande, pero es que venimos muy mal. De todas formas, ya sabemos que están trabajando en algo. Acá todo es muy chico”, relata Peña, el ministro de Ambiente.

Y claro, no está equivocado. La cámara lanzó el pasado 12 de abril un llamado, que cerró el 21 de mayo, para poder generar un plan de gestión. “Se hizo con consultoras nacionales y con el apoyo de expertos internacionales. Nos ayudará a construir un sistema que integre a todos los actores de la comunidad en la búsqueda de los objetivos planteados”, explica Antía a El País. “Este será un elemento sustancial que compartiremos en primer lugar con el ministro y su cartera de Ambiente”, dice el presidente de la cámara, más diplomático que en los días siguientes a conocer las medidas.

Son muchas las instituciones que trabajan con los residuos, y el problema que algunos empresarios del sector señalan la falta de orden o liderazgo a la hora de tomar las decisiones. Ahora hay al menos metas que alcanzar.
Para el presidente de la cámara, se debe “trabajar juntos por una nueva gobernanza que asegure en el futuro la mejor gestión de los residuos, teniendo en cuenta su adecuada valorización”. Todos los consultados están de acuerdo en algo: hay que ir hacia un cambio cultural. Antía, por ejemplo, cree que no hay posibilidad de avanzar en metas si en paralelo “no vamos por un cambio cultural orientado a la separación de residuos a todo nivel, como primer paso hacia un cuidado ambiental realista y alcanzable”.

La CIU lanzó un fideicomiso antes de que se promulgaran las resoluciones 271 y 272. Realizaron un llamado a consultoría para un rediseño del Plan de Gestión de Envases. Actualmente lo aplican en Montevideo, Rocha, Maldonado, Canelones, Flores y Rivera. “El plan buscaba, entre otras cosas, evaluar modelos de gestión de responsabilidad extendida del productor. Para poder construir alternativas eficientes desde el punto de vista ambiental y económicamente viables para cumplir la normativa”, enfatiza Antía.

Así las cosas, el tema de los plásticos y las consecuencias enormes que dejan en los ecosistemas recién está comenzando a verse. También hay buenas noticias: la industria del reciclaje podría generar empleo, como ya pasa, pero a mayor escala.

El mundo avanzó hace años a tasas de recuperación a las que ni nos acercamos. Hay países desarrollados, como Alemania, que recuperan más del 80% de los envases de plástico. En Uruguay no se llega ni al 4%, aunque hay casos que dan un poco de esperanza. El departamento de Flores recupera el 41%, según cifras que maneja la CIU. “Lo que proponemos es complejo, pero es algo que hay que hacer y es una meta alcanzable”, dice Peña. Y admite: “Hay que ponerse a laburar”.

José y Karina: de trabajar en Fanapel a reciclar botellas
Trabajan en su casa desde el 2018 en el reciclaje de plástico
José y Karina fanapel

La falta de empleo y el cierre definitivo de la empresa Fanapel llevó a que una pareja con una hija adolescente tomara el camino de emprender en una pequeña ciudad de Colonia. El rumbo fue el plástico. De andar y andar por las calles de Juan Lacaze pensaron en buscar algún destino productivo y rentable para los envases plásticos que volaban por la ciudad y llenaban los contenedores. Y hoy no solo viven de vender el plástico que reciclan, sino que tienen un colaborador más que trabaja con ellos. “Empezamos a buscar en internet qué se podía hacer con las botellas. Conseguimos algunas direcciones de empresas que trabajan en este rubro. Arrancamos a golpear puertas y dimos con Ecopet, en Montevideo”, explica José Luis Ruiz Díaz.

Su trabajo es todos los días, pero tiene etapas. Dos o tres veces por semana recorre la ciudad para llevarse los envases que hay en los más de 100 bolsones. Esta es tarea de Ruiz: “Tengo un triciclo Yumbo que mi padre nos prestó cuando arrancamos con todo esto y es el que seguimos usando. Nosotros no le pedimos nada a nadie, queremos hacer esto de forma independiente”.

Después llega la tarea de su pareja, Karina Fernández, que es la de separar por color, por un lado las botellas de agua o refresco blancas y por otro las verdes. A esto se suma la clasificación de botellas de productos de limpieza del hogar, desde detergente hasta envases de hipoclorito. Y también de cuidado personal: cremas y shampoo. Fernández tiene que sacar las tapas, que son de otro material y las venden a una pequeña empresa de Colonia de Sacramento, que realiza el proceso completo. Esa firma elabora baldes, tachos de basura y otros productos 100% con plástico reciclado. “Esto es a lo que aspiramos y queremos poder hacer en un futuro”, relata él.

Después que quedó lista la clasificación, el colaborador que trabaja con ellos prensa todo el material y realiza fardos. Y esto es lo que venden a Ecopet, para que la empresa vuelva a transformar ese plástico en envases. Todo esto lo hacen en su propia casa, por eso están buscando que desde el municipio les puedan dar un espacio para trabajar: “No tenemos un techo. Cuando llueve no se puede hacer nada, y a la maquina la tenemos que tapar con unos nylons”, cuenta Ruiz.

Empezaron en 2018 y, tres años después, se duplicó la cantidad de puntos en la ciudad donde recogen plástico. Para Ruiz, esta es uno de las razones del éxito de su trabajo, junto con la educación: “La gente no camina diez cuadras para tirar una botella, por eso la mayor cantidad de lugares hace que el número de recolección sea mayor. Pero también es la educación, nosotros siempre lo estamos promoviendo ahora por las redes sociales, pero antes de la pandemia dábamos muchas charlas en las escuelas”.

En sus redes comparten de las buenas y de las malas. “Muchas veces ponemos fotos de lo que nos pasaba: llegamos y el bolsón está con basura orgánica”, narra Ruiz, “pero por suerte esto ya casi ni pasa, es cada vez menos”.

Ahora en Juan Lacaze están distribuidos unos 100 contenedores y portabolsones destinados a la recolección de envases plásticos. Algunos de ellos se encuentran en instituciones educativas, donde los vecinos del barrio depositan los envases. Ellos se encargan de pagarle a cada institución, es decir, compran el plástico que recogen. “Esto es también un incentivo concreto. Hoy caminás por Juan Lacaze y no ves ni una sola botella en la calle”, cuenta.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados