CIRUJANOS PLÁSTICOS

Peligro: alertan por cirugías para tener la cara como en Instagram y denuncian clínicas clandestinas

Cada vez hay más consultas de chicas que quieren tener su rostro como en las aplicaciones. Además, la Sociedad de Cirugía Plástica denuncia a consultorios que no cumplen condiciones mínimas.

Una mujer con su celular. Foto: Shutterstock.
Una mujer con su celular. Foto: Shutterstock.

El día había llegado. Un mes después de pedir turno, Maite fue al consultorio del cirujano plástico con varios ejemplares de una fotografía de su rostro retocado con un filtro de Instagram. El efecto hacía que sus ojos se vieran más rasgados, sus labios más carnosos y sus pómulos más voluminosos. El filtro estaba inspirado en el rostro de la estrella de Instagram Kylie Jenner, quien impuso un nuevo estereotipo de belleza. Ella tiene los ojos rasgados, las cejas tupidas y los pómulos más exuberantes

Pero la genética de Maite es distinta.

En la consulta el cirujano advirtió que no podía imitar a la perfección el efecto que buscaba. Ella insistió y agendó otra cita para rellenarse los labios y pómulos con ácido hialurónico, además de usar hilos tensores para rasgar sus ojos.

Maite (su nombre no es real, fue modificado para preservar su identidad) quedó conforme con los resultados, que aún impresionan a sus padres. “Ellos no entienden ni saben lo que se usa. Mirá los cambios, mirá cómo funciona en Instagram”, dice la chica de 17 años, mientras sostiene su celular y muestra con el dedo índice cuántos me gusta alcanzó en su última publicación.

Los procedimientos valieron cerca de mil dólares y Maite los pagó con dinero que había ahorrado de sus cumpleaños. Un mes después de la consulta, tres de sus amigas, de 16 años, pidieron una cita con el mismo cirujano. Todas querían colocarse en los labios ácido hialurónico, una sustancia química que se inyecta para hidratar, generar volumen y remodelar una zona. Querían obtener un efecto similar al que consiguen con los filtros.

Estos relatos se repiten en consultorios y clínicas estéticas. Así lo cuenta, por ejemplo, el cirujano plástico Gabriel Otormin: “Cada vez se acercan más jóvenes y mujeres menores de edad. Pueden llegar solas o con sus padres, pero piden las intervenciones estéticas populares en las redes”.

En forma paralela, un aparente aumento de “oportunistas” —especialistas que realizan intervenciones estéticas sin estar habilitados o con máquinas que no están reguladas— preocupa a la Sociedad de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética del Uruguay, que este año presentó al menos cinco denuncias ante el Ministerio de Salud Pública (MSP), según pudo saber El País. Pero esto lo veremos más adelante.

Rostro de Instagram.

Muchas chicas no lo saben, pero sus inquietudes estéticas responden a un fenómeno que se conoce como la búsqueda del “rostro de Instagram”. Este estereotipo se construyó con filtros y aparece como un nuevo tipo de belleza en videos y publicaciones.

Las mujeres que responden a este canon de belleza tienen un aspecto que reúne características de varias etnias: quieren tener la piel sin poros como las asiáticas, los ojos rasgados y las cejas tupidas como las árabes, y los labios carnosos, como muchas afrodescendientes. “Es común que usen estos filtros en las redes sociales”, dice la cirujana plástica Lucía Torroba, “el problema es que en algunos casos la persona se acostumbra a verse así y se ve rara, insegura, cuando no los tiene”.

En las consultas los cirujanos notan un aumento por la demanda de cambios estéticos relacionados directamente con los filtros de las redes sociales. Las potenciales pacientes —casi todas mujeres— llegan con capturas con imágenes de antes y después de famosas, piden intervenciones recomendadas por referentes del momento (lo que se conoce como influencers) y exigen el mismo rostro que alcanzan con un efecto digital e hiperreal. “Lo que se busca no es verdadero y puede ser riesgoso. Las pacientes están influenciadas por las redes sociales y necesitan pertenecer a un grupo: sus amigas se retocan rasgos y ellas quieren”, afirma Otormin, quien integra la Sociedad de Cirugía Plástica.

El fenómeno se expande por el impacto que tiene Instagram en la salud mental de los usuarios, en especial de las mujeres jóvenes. A finales de 2021 un informe interno de la compañía, que se filtró a la prensa, expuso que el 32% de las mujeres que usan la red social se sienten peor sobre sus cuerpos. El mismo documento mostró que el consumo de Instagram deriva en comparaciones que pueden cambiar la forma en que ellas se ven y describen así mismas. Esto es reconocido por la empresa, que tomó varias medidas para intentar frenar el fenómeno.

En los últimos años se prohibieron aplicaciones que permitían alterar una foto para ver cómo quedaría el usuario si se hacía una cirugía estética. Sin embargo, siguen disponibles numerosos filtros que permiten retocar las imágenes de las mismas formas. “Los cambios aún son pocos. No hay que demonizar a las redes sociales, pero sí entender que plantean cuerpos y rostros hegemónicos. Estos son modelos con los que la mayoría no encaja”, explica la psicóloga Alicia González, especializada en trastornos de la conducta alimentaria.

Un quirófano en un centro de salud. Foto: Darwin Borrelli.
Un quirófano en un centro de salud. Foto: Darwin Borrelli.

En la plataforma se presentan tendencias que sólo se alcanzan con una intervención estética. Un ejemplo claro son los labios carnosos: abundan los perfiles donde se enseña cómo lograr un efecto más voluminoso con maquillaje y se hacen reseñas de tratamientos con ácido hialurónico. “El mercado siempre te va a ofrecer supuestas soluciones para necesidades que muchas veces se crean ahí mismo. Se busca camuflar las imperfecciones, lo que nuestro psiquismo no puede sostener”, dice la psicóloga González.

Sin embargo, hay disconformidades que no se borran ni se mejoran con cambios estéticos. “El problema no son los labios, no es la cara”, asegura la psicóloga, “el problema es la representación interna que te ve y dice que nunca va a ser suficiente para eliminar un dolor o las inseguridades”.

Estos fenómenos se alimentan de las comparaciones, que se potencian con el intercambio en las redes sociales. “Compararse todo el tiempo hace que el foco se coloque en las imperfecciones. La mirada se dirige al defecto corporal y es extremadamente peligroso”, opina González.

Varios integrantes de la Coordinadora de Psicólogos del Uruguay concuerdan en que la exposición y el consumo excesivo del contenido en las redes sociales aumentan el riesgo a padecer trastornos vinculados a la imagen, como es el caso de la dismorfia corporal.

Las personas que sufren esta enfermedad no pueden dejar de pensar en defectos de su apariencia, que son menores o no son vistos por los demás. “Ellas son bellísimas, pero se ven de otra manera y piensan que si cambian una facción o si bajan de peso van a estar felices. Esta cultura nos vende felicidad inmediata al costo que sea. Y el costo puede ser nuestra salud mental”, advierte González.

El vínculo entre las redes sociales y los trastornos de imagen es estudiado por revistas médicas internacionales. Los psicólogos, de hecho, bautizaron el fenómeno como la “dismorfia de Snapchat”.

Esa plataforma, Snapchat, fue la primera en lanzar las populares máscaras y filtros digitales que cambian el rostro en tiempo real. Su expansión provocó que se agudizaran trastornos de autopercepción, según los especialistas.

Complicaciones: una historia.

Mariana (su nombre también es ficticio) tiene 20 años y fue diagnosticada con dismorfia corporal. Ella sigue un tratamiento psicofármaco, que comenzó en agosto luego de una mala experiencia en un consultorio estético clandestino.

Por Instagram contactó a una supuesta especialista en medicina estética que decía haberse formado en Buenos Aires. Ambas intercambiaron mensajes y fijaron una cita en un consultorio del barrio Cordón.

En la consulta, Mariana contó que quería aumentar el volumen de sus labios y preguntó qué tratamientos corporales se ofrecían. La mujer hizo una evaluación y le recomendó que probara un supuesto tratamiento de coolsculpting, donde se utiliza el frío para congelar las células grasas que se desean eliminar.

Mariana no conocía la técnica, pero agendó una nueva cita para comenzar el tratamiento. Cuando llegó a su casa, colocó “coolsculpting” en el buscador de Instagram y le apareció publicidad de locales de todo el país. Le sorprendió el bajo costo del tratamiento, pero pensó que era seguro y se arriesgó.

Lo que le hicieron fue un tratamiento de criolipolisis. Poco después tuvo la primera sesión en el mismo consultorio. La supuesta esteticista marcó con un drypen rojo las zonas del tratamiento y colocó un aparato con un gel muy frío en su abdomen. Sintió escalofríos, pero confió en que era normal.

Cuando terminó la sesión, notó que tenía una parte de su cuerpo machucada y sin sensibilidad. A las pocas horas se empezó a marear, tuvo fiebre y sintió un fuerte ardor en el abdomen. Sus padres la obligaron a ir al médico, quien constató que se había quemado.

Mariana le escribió a la mujer para pedirle explicaciones, pero ella la bloqueó. Hoy su cuenta no aparece en el buscador de Instagram. “Eso es lo peligroso de este fenómeno. Hay personas que colocan ácido hialurónico o se compran máquinas sin conocimiento de anatomía. Ellos son los que mandan a esos pacientes complicados a la mutualista para que nosotros los atendamos y los reconstruyamos”, alerta Otormin. “Y hay consecuencias que muchas veces no tienen solución”, agrega su colega Torroba.

Fachada del Ministerio de Salud Pública. Foto: Fernando Ponzetto.
Fachada del Ministerio de Salud Pública. Foto: Fernando Ponzetto.

Las denuncias presentadas por la Sociedad de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética del Uruguay ante el MSP están bajo investigación, dicen fuentes de la cartera. Son evaluadas por un grupo de fiscalizadores, que tiene el poder de elevar el contenido a Fiscalía, si es que los casos lo ameritan.

En los escritos los cirujanos denuncian la aparición de supuestos especialistas que realizan intervenciones estéticas sin estar habilitados o con máquinas que no están reguladas. Según sus relatos, hay “oportunistas” que atienden en consultorios que no cumplen con las condiciones higiénicas ni sanitarias para atender a los pacientes.

Esto puede suponer un riesgo por la falta de idoneidad para los tratamientos y posibles complicaciones. “Los procedimientos deben hacerse bajo la supervisión de un especialista. Hay complicaciones que son potencialmente muy graves. No se puede colocar ácido hialurónico en la peluquería porque está de moda y fulano aprendió a poner”, ejemplifica Otormin.

Una decena de cirujanos plásticos y dermatólogos consultados coinciden en que Instagram se transformó en un mercado donde solo se necesita pagar publicidad para ofrecer servicios a los usuarios. La información abunda, pero en ocasiones faltan fuentes calificadas.

Un estudio de la Revista Americana de Dermatología expuso que sólo el 4% de las cuentas vinculadas al mundo estético están lideradas por dermatólogos. “Y esto es peligroso. La necesidad de alcanzar un cambio y de obtener resultados a corto plazo hace que los usuarios caigan en cuentas de oportunistas, que no son profesionales de la salud, que no tienen título habilitantes”, denuncia Torroba.

Los especialistas dicen que hace falta mayor educación para que los jóvenes puedan diferenciar entre una imagen retocada y la realidad. También consideran que faltan herramientas para evitar ser engañados por supuestos expertos que ofrecen soluciones atractivas, más baratas y mucho más rápidas. “Nos preocupa que el consumo de salud estética se transforme en algo comercial. Se habla de intervenciones como si fuera maquillaje. No es así y la idea es peligrosa”, asegura Torroba y sus colegas están de acuerdo. “Es un arma de doble filo”, dicen.


Todo se complica, claro, cuando la salud y la estética se mezclan con el negocio, que siempre lo es, ya sea con expertos calificados o con oportunistas.

INTERVENCIONES

Cuando la percepción de riesgo no es tan alta

Si se trata de una cirugía, los usuarios tienden a ser cautelosos y escuchan con atención cada explicación del cirujano plástico. Pero, en el último tiempo, los médicos notaron que en las consultas por intervenciones estéticas no invasivas aparece otro perfil. Hay una percepción de riesgo menor. Esto ocurre, por ejemplo, con el ácido hialurónico, que está en auge y se utiliza para rellenar labios, pómulos o remodelar una nariz. En Instagram su uso es recomendado por influencers y especialistas en salud estética, quienes resaltan que se trata de un material biocompatible y reabsorbible. Los especialistas explican que el uso de la sustancia es seguro, pero que, como en toda intervención, puede derivar en una complicación poco habitual y tener un impacto en la salud. “Muchos no se preguntan qué va a pasar con lo que se inyecta a largo plazo”, dice la cirujana Lucía Torroba. “No se da el tiempo para ver si se quiere seguir con eso. La inmediatez gana”.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados