HISTORIAS

Triatleta de la vida: dejó el deporte tras perder visión, pero mantuvo la esperanza y tomó revancha

Daniel Davrieux tiene 33 años, es deportista, psicólogo, padre, y esposo. Hace años abrió la caja de un sueño pendiente y ahora es campeón de sus primeras cinco competencias. 

Daniel Davrieux en plena competencia. Foto: Gisela Bulacio, fotógrafa.
Daniel Davrieux en plena competencia. Foto: Gisela Bulacio, fotógrafa.

Son las 5:15 de la madrugada y mientras el Daniel psicólogo duerme, el triatleta ya está despierto con muchas ganas de salir a entrenar. Media hora después y con cinco grados sobre la rambla de Montevideo, Mariano “Chino” Battaglia, amigo y entrenador, lo espera para continuar la preparación rumbo a los 42 km. Empezó a entrenar en abril del año pasado y aún no ha corrido esa distancia.

En la segunda mañana es director de un centro de psicoterapia donde trabajan cerca de 40 profesionales. En la tarde ejerce como psicólogo, cuestión que lo hace “empatizar bastante con los colegas”.

Daniel Davrieux tiene 39 años y siempre soñó con ser triatleta. De pequeño no era hiperactivo, pero sí le gustaba mucho jugar el fútbol y correr. Lo hacía muy seguido hasta que le diagnosticaron retinosis pigmentaria, una enfermedad progresiva de pérdida visual.

A los 15 se vio obligado a dejar las canchas y dos años más tarde la bicicleta fue a parar al garaje. Pasaron 20 años hasta que Daniel volvió a realizar deporte aeróbico y parte de ello se lo debe a Battaglia. “Escuché que había una categoría olímpica de triatlón para no videntes y me empezó a picar el bichito de saber cómo hacían. Fue una fantasía que se me instaló”, recuerda Daniel, que a partir de eso inició un entrenamiento funcional, donde no le “llevaron mucho la locura de ser triatleta”.

Así que le consultó al Chino si conocía a alguien y el propio Mariano le dijo que él lo ayudaría. A partir de ahí se mantienen unidos, literalmente, porque para las carreras Daniel y su guía utilizan una “cuerdita” para avanzar en conjunto, método que a simple vista parece fácil, pero que lleva mucho tiempo de coordinación.

Consiguieron la bici tándem que se utiliza de a dos y comenzaron a meterle a las tres disciplinas. El agua, que puede parecer la más peligrosa, es donde el deportista se siente más a salvo. “Es de las cosas que más disfruto. Sé que no me voy a dar contra nada. Me encanta nadar, no hay autos o personas que se pueden cruzar. Me siento libre en el agua”, sostiene.

Daniel Davrieux en plena competencia.
Daniel Davrieux con su familia.

Logró el primer puesto de las carreras de calle de San Felipe y Santiago, que se realizó en el mes de noviembre del año pasado. “El recuerdo más lindo que tengo es cuando estaba por llegar y vino la moto con la sirenas y se puso adelante. No podía creer lo que estaba viviendo”, asegura Daniel, que fue recibido por la hinchada del club del Chino, sus hijos, su esposa y su familia. De estos últimos expresa que el apoyo es lo incondicional. Meses después ganó la Doble San Antonio. Pero eso no le alcanzó y fue a por más. Cruzó el charco y compitió en Buenos Aires, donde volvió a coronarse.

Ahora va por dos desafíos un poco más ambiciosos: la próxima media Ironman 70.3, para la que se presentó este año en marzo y se suspendió. Y antes, en solo dos semanas, tiene una maratón en Buenos Aires, donde hará un salto en dedicación ajustando alimentación y entrenamiento para correr 42 km por primera vez.

Los días de Daniel son muy extensos. Él los llama “mi triatlón de la vida”, porque debe conjugar al director, padre de familia y atleta en una sola persona, y lo logra.

La pérdida de visión lo hizo ponerse límites, pero reconectar con la posibilidad de hacerlo le produjo una gran alegría. “Empezó siendo un hobbie y lo seguirá siendo porque profesionalizarse es difícil, pero teniendo en cuenta los resultados, estamos intentándolo. La idea es encontrar apoyos del Comité Paralímpico”, concluye Daniel, que sueña con participar en los Paralímpicos de Chile.

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