ENTREVISTA

Olivera: antes de ganarse a Alonso y ser el defensa más caro fue abanderado, pensó en dejar el fútbol y extrañó demasiado

Llegar a Europa no siempre es un sueño perfecto y hay cosas de las que se arrepiente. Va por su primer Mundial y quiere darle la "alegría que se merece" a Uruguay.

Mathías Olivera. Foto: Archivo El País.
Mathías Olivera. Foto: Archivo El País.

Pensó en dejar el fútbol dos veces y nunca aprendió a no extrañar a su familia. Para él, Europa, los autos caros y las mansiones pueden parecer lindos, pero no los prefiere a perderse los cumpleaños o ver cómo crece su hermana. Son muchas cosas por las que Mathías Olivera lloró en su arribo al Viejo Continente tras dos partidos en la Primera de Nacional.

El lateral izquierdo se metió sigilosamente en el 11 titular de Uruguay. Se calzó la Celeste como un pijama y, en uno de los momentos más difíciles, estuvo a la altura. Quizá porque estaba acostumbrado a representar la bandera y es que aquel chico, que vivía en Aires Puros con sus abuelos y había llegado temprano a la vida de Ximena y Jorge, también había sido abanderado de la bandera de Artigas.

Sote en la escuela para poder ir a la cancha. Lluvia o truene, la madre lo obligaba a ir hasta el barrio Brazo a Oriental para jugar en Carabelas, y a los 12 a las formativas de Nacional. Lo llevó Daniel López y destacó entre aquellos 50 chicos que corrían en Granaderos, donde entrenaban antes de pasar a Los Céspedes. Fue una camada interesante de la que salieron futbolistas como Agustín Rogel, Rodrigo Amaral, Maximiliano Villa, Agustín González y Manuel Hernández. Unos años después se sumaron Matías Viña y Maximiliano Falcón. Hasta que un día llegó lo más ansiado: debutó en la máxima categoría con 18 años y utilizó la “6”.

“Todos los años si no era un sote, pegaba en el palo. Tenía constancia, en ese sentido mi madre era muy exigente. Después en el liceo entrás en ese momento en el que te crees vivo. Terminé tercero y abandoné en cuarto, fui a la UTU y dejé. Y después, ya con el tema del fútbol, me descarrilé”, cuenta Olivera (25).

Se arrepiente mucho de dejar, sobre todo cuando se enfrenta a otros idiomas, y siempre se lo transmite a su hermana pequeña para que no siga sus pasos. “Ahora en el vestuario (del Napoli) hablan inglés o italiano y no sé ninguna de las dos”, explica, y también se refiere a algunos tatuajes que se ha hecho; al momento solo tiene libre la pierna izquierda.

Los del equipo italiano son sus terceros vestuarios en Europa. Primero llegó al Getafe, estuvo unos meses en el Albacete y volvió, pero no sin sufrir la distancia. “Me fui de Nacional de una manera que no quería y sufrí llegar solo, aunque también viajó mi papá”, dice Mathías, que dejó el club por iniciativa del que en ese entonces era su contratista. Estaba acostumbrado a estar en familia y con sus amigos, por lo que la transición fue muy difícil.

“Ese año la pasé mal, porque claro, llegás a Europa y todos piensan que es todo color de rosas. Obviamente que tenés una casa que es incomparable con la Uruguay, un buen auto, pero son cosas que sinceramente no me llaman la atención. Para mí lo más importante es el día a día, el estar con tu familia, el perderte muchas cosas. Me tocó sufrir mucho y todavía justo ese primer año habré jugado en total 90 minutos en todo el año”, recuerda.

Pero con el paso de las temporada el crecimiento fue exponencial. La confianza desembarcó y Olivera pasó a ser figura en el Getafe de los uruguayos, acompañado de Mauro Arambarri y Damián Suárez.

Mathías Olivera, Damián Suárez y Erick Cabaco celebran la victoria de Getafe ante Barcelona. Foto: Reuters.
Mathías Olivera, Damián Suárez y Erick Cabaco celebran la victoria de Getafe ante Barcelona. Foto: Reuters.

Su momento fue tan bueno que hizo que, pese a que nunca había sido citado a la selección mayor, Diego Alonso percibiera el talento del chico que casi había dejado el fútbol en dos ocasiones. “Cuando tenía 16 años no quería saber nada con el fútbol. El primer año en España también, no sé si tanto como dejar el fútbol, pero quería volver a Uruguay y si era a Nacional, mejor. Extrañaba muchísimo, lloraba todos los días y quería volverme, pero obviamente que no podía”.

Olivera es el mismo “pibe humilde” que hace 10 años quiere seguir siendo “trabajador” y “ayudar a los demás”. “No cambiar lo que fui ni lo que soy”, añade quien este año se convirtió en el traspaso más caro de la historia si de defensas uruguayos se habla. El último había sido el de Martín Cáceres en su arribo al Barcelona. Era su ídolo y se ponía los short XL en su honor. Ahora es su par. 

"Es algo increíble, yo a veces no me doy cuenta en la realidad que estoy viviendo porque a la mayoría de los jugadores lo veían por la tele y ahora estoy compartiendo vestuarios, partidos y concentraciones con ellos. La verdad que es increíble y siempre lo dije, lo miraba siempre que estaban en la Juventus y me gustaba su juego y cómo usaba los shorts", comenta.

Mathías Olivera celebra su primer gol en Napoli. Foto: AFP.
Mathías Olivera celebra su primer gol en Napoli. Foto: AFP.

Mathías duda unos segundos, pero contesta que prefiere ganar un Mundial a tres Champions, donde debutó en setiembre de este año y clasificó primero a octavos de final con Napoli. Cuando se trata de este torneo el estadio está al tope y según él es indescriptible, “hay que estar ahí para sentirlo”.

"Napoli es una ciudad recontra futbolera, lo sienten muchísimo como los sudamericanos y toda la gente acá es hincha del club. A todos lados que vas te reconoce", añade.

Va a ser titular en su primer Mundial, pero ya se vio que la Celeste no le pesa. “Voy a tratar de dar todo. Esperemos darles la alegría que se merece toda la gente de Uruguay porque necesitamos esa alegría, porque lo sentimos. Quiero agradecer siempre el apoyo que uno siente y obviamente que viva siempre Uruguay”.

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