Martín Aguirre
Martín Aguirre

Identidad y estrategia

Por momentos, parece que el Frente Amplio hace todo para perder la próxima elección. Pero hay días donde quien pone en duda si está con ganas de quebrar la hegemonía frentista, es la misma oposición. La semana que pasó, tuvo muestras sobradas de ambas cosas.

Por momentos, parece que el Frente Amplio hace todo para perder la próxima elección. Pero hay días donde quien pone en duda si está con ganas de quebrar la hegemonía frentista, es la misma oposición. La semana que pasó, tuvo muestras sobradas de ambas cosas.

Desde el lado del oficialismo, la novela de lealtades y desamores a corazón abierto protagonizada por los “caudillos” de Maldonado, Óscar de los Santos y Darío Pérez, o la reculada con la investigadora de la financiación política propuesta por el MPP, son ejemplos claros del desgaste que generan en una fuerza política, tres períodos de poder absoluto. Pero resultó más significativo lo del Partido Nacional, con dos episodios que ponen en duda no solo si hay una estrategia clara para ganar las próximas elecciones, sino si ha perdido contacto con la raíces que le dan base a su identidad.

El primer hecho fue el borrador final para implementar un esquema de regulación severo del consumo de alcohol. Allí se plantea prohibir la venta a partir de las 22 horas, eliminar las “canillas libre”, limitar el espacio en los comercios y la venta de petacas en las cajas de los locales, que “cuando uno sale del súper parece que lo estuvieran incitando a la compra”, según el diputado Gallo. Esta regulación contó con el apoyo de dirigentes blancos como Verónica Alonso, y no generó críticas de ninguna figura representativa.

Viendo cierta obsesión del autor por el tema, alguno pensará que desayuna con agua escocesa. Lejos de eso, y deshonrando una tradición familiar, el consumo de alcohol de quien escribe es raleado y modesto. La cosa va por otro lado.

Lo que sorprende es que el afán sin límites que muestran los gobiernos del FA por regular hasta los aspectos ínfimos de la vida individual de los ciudadanos, no tenga un mínimo contrapeso político de nadie. Que no haya ni una voz que diga: señores, que ya está bien, que la gente tiene derecho a manejar su vida y hacerse responsable de sus actos. Que un estado que no logra dar educación digna, remedios para el cáncer a los enfermos, juntar la basura, o que no lo estafen durante años como con el Fonasa, no tiene autoridad ni derecho de decirme a mí, ciudadano capaz y mayor de edad, que a partir de las 10 de la noche no puedo comprar una cerveza.

Para sorpresa del diputado Gallo, pese a pasar seguido por esas mismas cajas, hasta ahora nunca he sucumbido a esa, al parecer, irresistible tentación de comprar una petaca.

Que un partido de raíz socialista como el FA haga eso es entendible, ya que su base es bastante despreciativa de la capacidad individual. Pero un partido libertario que hoy mismo homenajea en Arbolito el valor de un señor que, despreciando tácticas y estrategias, cargó a caballo armado con una lanza a enfrentar metralletas porque creyó que su vida era menos importante que la libertad y la democracia, apoye esto sin fisuras, es desolador. ¿Qué diría Chiquito Saravia de esta propuesta?

El otro tema que genera desconcierto sobre la estrategia blanca es el del ya famoso asado con el expresidente Mujica.

No se trata de que no haya que dialogar hasta con el rival más enconado, cosa que es parte de la mejor tradición política nacional. Pero viendo lo que pasó a posteriori del evento, parecería que no hubo mucho pienso detrás del mismo.

Al día siguiente de la comilona, el periodista Alfonso Lessa entrevistó en la radio al anfitrión, Guillermo Besozzi. Consultado sobre cómo había estado la reunión, Besozzi respondió que había estado muy bueno, porque al amigo que había hecho el asado, la carne le había quedado espectacular. Bien.

Por otro lado, Mujica aprovechó para robarse largos minutos en los informativos centrales, con ese talento teatral que solo él tiene. Apareció sentado abajo de un coronilla, y mientras miraba el horizonte con rostro de prócer, desgranaba título tras título para deleite de los “noteros” allí presentes. “Yo soy precandidato a la tumba”, o “En materia de educación, fui un llanero solitario”.

Nadie le incomodó tal momento trascendental con preguntas como por qué si no tiene intenciones presidenciales, toda su estrategia pública va en ese sentido. O si no se acuerda que fue presidente hasta hace poco, y tuvo el poder de hacer lo que quería con la educación y no hizo nada. Si sumamos algún comentario del intendente Botana propio de una discusión de patio de liceo, la sensación que quedó al testigo externo fue que Mujica ganó 5 a 0. ¿Se puede aspirar a romper una hegemonía política como la del FA dándole la espalda a la raíz identitaria de un partido? ¿Hay una estrategia cerebral para enfrentar esta hegemonía? ¿Se quiere llegar al poder? Por no hablar de la duda más profunda. ¿Qué se va a hacer si se logra ese objetivo?

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