Juan Martín Posadas
Juan Martín Posadas

Mutaciones calladas (III)

Este es otro capítulo referido a tendencias y comportamientos permanentes de la población, a veces imperceptibles en el corto plazo, pero que van transfigurando y transformando la fisonomía de nuestro país.

Este es otro capítulo referido a tendencias y comportamientos permanentes de la población, a veces imperceptibles en el corto plazo, pero que van transfigurando y transformando la fisonomía de nuestro país.

La semana pasada hice referencia a algunos rasgos de la inveterada tendencia del humano a la proximidad con sus congéneres y a su preferencia por vivir junto a otros, lo cual termina en la opción urbana: la construcción y el crecimiento incesante de las ciudades hasta un gigantismo loco. Este es un fenómeno mundial que produce grandes complicaciones pero no afloja. Los países muy ricos gastan fortunas inútilmente para que la poca gente que queda en el campo no se venga a las ciudades.

En nuestro país, la gente no solo se va para las ciudades sino que acá los flujos de población y las opciones de residencia tienen características propias. En el Uruguay ese movimiento se dirige hacia los centros poblados cercanos a los límites del país dejando progresivamente despoblado el territorio central. Hace años que Departamentos como Durazno, Flores, Florida o Lavalleja vienen perdiendo población.

Las decisiones que dan lugar a estos movimientos de población no obedecen a ningún plan concertado: es consecuencia de otras decisiones personales tomadas a nivel individual. Es cierto que los ejemplos contagian pero el motor que impulsa estas decisiones es personal. Se han convertido en una constante: no cesan ni cambian de rumbo y abren un abanico de consecuencias políticas y económicas.

La estructura administrativa del Uruguay está absolutamente de espaldas a estas realidades y a estas tendencias. Dicho de otro modo: la estructura administrativa del Uruguay está diseñada para aplicarse y funcionar sobre un mapa del país que no existe más. No existe más el mapa (ni el país) pero la estructura administrativa se mantiene incambiada. ¿Qué razonabilidad tiene la división administrativa en 19 Departamentos? ¿Qué lógica sostiene que haya 19 intendencias municipales, con organismos burocráticos repetidos 19 veces? Hay 19 registros de tasa bromatológica, que se cobran religiosamente aunque las dos terceras partes de las intendencias no tengan laboratorio ni medio alguno (ni verdadero interés) para controlar en la materia. Agregue la distribución geográfica de las comisarías, las sucursales del Banco de la República o del B.P.S. y las seccionales judiciales todas adosadas a un mapa que dejó de ser real. Se da lugar a un gasto irracional, en algunos casos de superposición o duplicación de funciones (en Cerro Chato hay tres jurisdicciones departamentales distintas, en Nico Pérez hay dos) y eficacia muy reducida. La gente se movió y cambió el mapa.

Y si pensamos un poco más en el problema nos daremos cuenta que tiene también consecuencias en lo que podría llamarse una creciente injusticia electoral. La composición actual de la Cámara de Representantes no refleja al país de hoy sino, en el mejor de los casos, el de nuestros bisabuelos. Una aritmética elemental nos dice que mientras en el Departamento de Flores 2.000 uruguayos pueden elegir su representante, los uruguayos de Montevideo tendrán que juntarse para las próximas elecciones en un mínimo de 30.000 para tener el mismo derecho. Los movimientos de la población tienen efectos de transformación de la realidad nacional más prolongados y pertinaces que cualquier plan de gobierno. Que no hayan sido tomados en cuenta no los disminuye para nada.

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