EDITORIAL
diario El País

Lo que une a la Coalición

A tres años del proceso electoral que terminó conformando la Coalición Republicana (CR), fundamental en el triunfo presidencial de Lacalle Pou, importa definir qué es lo que une políticamente a los partidos que la integran.

En efecto, por mucho tiempo los analistas de izquierda, tan numerosos como interesados en desmerecer el proyecto de la CR, han insistido sobre las diferencias internas de la Coalición, e incluso han señalado varias veces que ella podía llegar a romperse ante dificultades coyunturales graves. Por un lado, esos malos augurios acerca de la gobernabilidad del país mostraron ser completamente equivocados: la CR no solamente se mantiene firme y unida, sino que tuvo que enfrentar circunstancias gravísimas como fueron las consecuencias de la pandemia, logrando resonantes éxitos que terminaron situando al Uruguay entre los países más destacados del mundo en este sentido.

Por otro lado, esas enormes dificultades que pusieron a prueba a la CR de ninguna forma mermaron la capacidad reformista del oficialismo. Las medidas contempladas en la ley de urgente consideración (LUC), ratificadas por el pueblo en las urnas, han sido base sustancial de avances importantes, por ejemplo, en materia de reforma de la educación; y el mismo énfasis de cambios y cumplimiento de la palabra empeñada en campaña electoral es el que sostiene, hoy en día, el gran acuerdo de la CR con vistas a reformar la seguridad social.

Es así que en todos estos meses la CR ni se rompió, ni dejó de lado su voluntad reformista. Se puede deducir entonces, sin ninguna duda, que una de las dimensiones claves que une a los cinco partidos que la conforman es el sentido de responsabilidad de gobierno. A pesar de matices y diferencias entre los socios, naturales tratándose de partidos distintos, un mismo sentido de Estado los une: aquí nadie se desmarca de sus compromisos; nadie juega a desligarse de sus promesas electorales; y nadie cree en la viveza criolla de perfilarse solo, incluso a costa de dañar la coherencia gubernativa, con tal de marcar un demagógico perfil propio y pensando en 2024.

Con ser mucho, esta responsabilidad gubernativa no alcanza para caracterizar completamente a lo que une a la CR. En efecto, hay algo más de fondo y sustancial, que no refiere a la manera de hacer política y al compromiso con la gestión, sino que hace a valores políticos compartidos y que importa mucho señalar en la medida en que el país se formó con las archiconocidas diferencias entre blancos y colorados, por ejemplo, y que, en la perspectiva de la formación de la CR, Cabildo Abierto constituía, naturalmente, un actor completamente novedoso en el escenario partidario nacional.

Esos valores hacen fundamentalmente a que todos los partidos de la CR respetan radicalmente el resultado de las urnas.

El ex presidente Sanguinetti señaló en 2019 que el eje de la elección estaba entre quienes creen que Cuba y Venezuela son dictaduras, y quienes consideran que son países con “democracias especiales”.

Algún desprevenido pensará que ese talante forma parte de la historia reciente del Uruguay. Pero se equivoca grandemente, ya que desde la ley que el Frente Amplio (FA) aprobó en 2011 para derogar una ley de caducidad que había sido ratificada por el pueblo en 1989 y 2009, hasta la actual voluntad izquierdista de volver a plantear el voto de los uruguayos en el exterior -tema laudado por amplia mayoría popular en el plebiscito de 2009-, y pasando por las declaraciones del presidente del FA que señalaron que, de ganar la izquierda en 2024, se derogarán algunos de los artículos de la LUC que acaban de ser ratificados en marzo, definitivamente, existe un actor político que actúa y declara en el sentido de enmendarle la plana a las decisiones del pueblo soberano cuando ellas no son de su gusto y aceptación.

Ni blancos, ni colorados, ni cabildantes, ni independientes, ni el Partido de la Gente comparten ese criterio del FA. Y se trata de una diferencia radical y sustantiva, porque no refiere solamente al cómo hacer política o gestionar el Estado, sino que se centra en qué concepción del vivir juntos y de la democracia tienen los partidos de la CR por un lado, y el FA por el otro.

El ex presidente Sanguinetti señaló en 2019 que el eje de la elección estaba entre quienes creen que Cuba y Venezuela son dictaduras, y quienes consideran que son países con “democracias especiales” para retomar la fórmula que se usa tanto en los comités de base frenteamplistas. Esa imagen internacional, tan clara, tiene su traducción de filosofía política profunda: lo que une a los partidos de la Coalición es el respeto por el resultado de las urnas. Toda la CR cree a pie juntillas en aquello tan viejo y tan sabio de Vox Populi, Vox Dei.

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