EDITORIAL
diario El País

Ruptura en el Frente

El episodio de días atrás en que finalmente y luego de semanas de negociaciones Carolina Cosse y Yamandú Orsi no pudieron ponerse de acuerdo sobre quién sería el próximo presidente del Congreso de Intendentes es por demás ilustrativo de la situación que sufre el Frente Amplio.

En efecto, que por sus diferencias personales terminaran cediendo ese espacio político al intendente blanco Fernando Echeverría demuestra que las discrepancias internas son más fuertes de las que se ven a simple vista, que ya no son menores.

El caso tiene varias aristas para analizar. En primer lugar, confirma la mala relación entre la intendente de Montevideo y el intendente de Canelones. Ambos serán, si no pasa nada raro, los principales precandidatos de la coalición opositora en 2024 y varios episodios, en los que no faltan los cruces públicos, demuestran que se llevan mal. La mezquindad política por parte de ambos le impidió al Frente Amplio ocupar un cargo de representación relevante en términos de su simbolismo, más en un terreno dominado ampliamente por los blancos. Es cierto que Carolina Cosse nunca le dio relevancia a ese ámbito, siendo más sus ausencias que sus presencias en el Congreso, pero evidentemente quería el cargo. Seguramente para Cosse, que tiene escaso conocimiento en el interior y ella misma desconoce totalmente su realidad, hubiera sido una puerta de entrada extramuros. Para Orsi, por su parte, una excelente excusa para recorrer el país ostentando ese cargo de coordinación. Ambos salieron perdiendo, y por lo tanto también el Frente Amplio, lo que es llamativo que a ninguno le preocupó lo suficiente.

En segundo lugar, ninguno evaluó que podía ser un gesto magnánimo sobre el que luego podrían cobrar cuentas en la interna, quizá incluso ante temas más relevantes. Ni siquiera aceptaron la solución planteada por Andrés Lima, el intendente frentista de Salto, de que el cargo fuera para él, lo que suma unas cuantas millas a la mezquindad política tanto de Cosse como de Orsi.

En tercer lugar, demuestra que Fernando Pereira se convirtió en un experto en agresividad, insultos y mentiras en un tono escandaloso más propio de la vecina orilla que de nuestro país, pero completamente inútil para lograr que su partido alcance los acuerdos más básicos. Evidentemente es más fácil gritar y difamar en la tribuna y en la televisión que trabajar, algo que como nos recuerda permanentemente el senador Sebastián da Silva el actual presidente del Frente Amplio no hace desde hace muchos años. Pereira, la Mesa Política del Frente Amplio y toda la portentosa y absurda burocracia frentista demostró, una vez más, su consabida falta de utilidad.

En cuarto lugar, parece que haberse concentrado en atacar al gobierno con artilugios desconocidos en la práctica política de nuestro país, no solo lo radicalizó, sino que le restó la capacidad de dedicar tiempo a sus problemas internos que son muchos. Luego de todos los disparates que dijeron sobre el tema del puerto, la denuncia quedó en la nada con un sólido dictamen que no levanta ni la Cumana, y lo mismo va a pasar con el llamado caso Astesiano, donde los únicos procesados van camino a ser los que estaban en el tema de los pasaportes falsos trabajando impunemente desde los gobiernos del Frente Amplio.

La suma de factores analizados es concluyente: un partido dividido, con candidatos que tienen mala relación, un presidente que no tiene ninguna influencia y una radicalización violenta y absurda de su accionar políticos encierran al Frente Amplio en una posición compleja para pelear el gobierno nacional en la próxima elección. Si, desde el otro lado, la Coalición Republicana se mantiene unida, sostiene un tono de debate más acorde a la preferencia de la enorme mayoría de los uruguayos, lejos del conventillo miserable frentista, y ofrece una oferta de candidatos más confiables que la pareja despareja de Cossi y Orsi, tiene todas las cartas para volver a triunfar.

Despejado el humo de la pirotecnia frentista comenzará a verse la gestión del gobierno nacional encabezado por Luis Lacalle Pou, un estadista a la altura de lo que el país necesitó en tiempos difíciles, que supo poner en marcha reformas estructurales cuyos frutos ya se comienzan a sentir. El clima de opinión irá yendo naturalmente y a la uruguaya hacia renovarle el crédito a un gobierno serio y responsable antes que dar un salto al vacío a una dirigencia política que destruye a su propio partido antes que ceder la más mínima posición.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error