EDITORIAL

La república del autobombo

Luego de que el presidente Vázquez comprobara el escandaloso resultado económico del gobierno de su “austero” predecesor, tomó la encomiable decisión de cortar a cero los gastos publicitarios del Estado. Pero no hay bien que dure dos años.

Entre otros puntos, en la proclama del martes se propuso "eliminar campañas publicitarias del Estado que no apunten a temas sanitarios u otros importantes para el desarrollo de la sociedad: basta de autobombo".

Quienes trabajan en la comunicación de los partidos opositores saben muy bien que en cada año electoral deben vérselas contra una aplanadora implacable: las cuantiosas inversiones publicitarias que realizan los ministerios y las empresas públicas, con la sola finalidad de edulcorar su gestión.

El caso emblemático del período pasado fue el de Ancap. Uno de los tantos engendros de Sendic fue el comercial en el que un excelente actor uruguayo recorría el país, diciendo a cámara un discurso que no tenía nada que ver con los objetivos institucionales del ente. Tan así es, que el eslogan final era "el Uruguay que queremos" y justo, qué casualidad, terminó siendo el mismo lema de la campaña política de su artífice. Mal no le fue con la tramposa jugada, porque llegó a vicepresidente de la República, aunque luego salieran a luz sus verdaderos méritos y debiera renunciar al cargo. Cuando vimos aquella superproducción audiovisual, algunos nos preguntamos: ¿quién paga? Credisol no fue. La pagamos (¡y la seguimos pagando!) nosotros, los contribuyentes, los clientes cautivos del combustible más caro de la región.

La indignante inmoralidad que implica ese manejo discrecional de los dineros públicos no parece haber sido denunciada con el suficiente rigor, porque en estos días está pasando lo mismo.

Luego de que el presidente Vázquez comprobara el escandaloso resultado económico del gobierno de su "austero" predecesor (aunque nadie se explica cómo no lo supiera, porque la conducción del MEF estaba a cargo del mismo equipo de jerarcas, que hoy se autodenominan "la renovación"), tomó la encomiable decisión de cortar a cero los gastos publicitarios del Estado. Pero no hay bien que dure dos años: en esta semana, en el mismo momento en que las fuerzas productivas del país protestaban en Santa Bernardina, el gobierno vio la manera de usar dineros públicos para dar un contramensaje.

La Comisión Interinstitucional de Electrificación Rural, integrada por presidencia, ministerios y empresas públicas, relanzó una onerosa campaña publicitaria titulada "Uruguay todos con luz", cuyo objetivo sería que las familias carentes de electricidad, la soliciten. Como es hasta cómico que se intente ubicar a estos uruguayos a través de medios de comunicación que solo funcionan con la fuente de energía de la que carecen, el giro retórico que dan al mensaje es "si conocés personas que no tengan luz, ayudanos a contactarlas".

Hasta ahí estaría bien. El problema es que no se limitan a decir eso, sino que lo anteceden de extensos y emotivos testimonios de personas humildes, que expresan su alegría por haber obtenido este insumo básico. Allí se deslizan agradecimientos al gobierno más o menos explícitos: "es algo deseado desde hace 40 años"; "yo dudaba de que viniera la luz, me parecía imposible"; "ahora uno puede tener una heladera, un televisor, antes no podía tener nada de eso"; "empieza una nueva vida con el cambio"; "era soñar algo que era imposible"; "algunos no creían que iba a llegar la luz", etc.

El dinero de los contribuyentes, generosamente regado en esta campaña, debería destinarse únicamente a seguir llevando la electricidad a los ciudadanos que de ella carecen, y no a masificar esta propaganda de autobombo, que utiliza a los más débiles con intenciones tan desembozadamente electoreras.

Es muy claro que al difundirla en este momento, buscan posicionar al gobierno como un aliado de la población rural más desfavorecida, para polarizar la discusión contra las decenas de miles de productores agropecuarios que claman por el abatimiento del déficit y mínimas condiciones de competitividad. Si quieren hacerla, están en su derecho. Pero no la paguen con dinero de todos: usen el del Frente Amplio.

Cada uno de esos honestos y esforzados ciudadanos que esta publicidad encubierta del FA está utilizando en forma descarada, debería saber que la conexión a la red eléctrica no es una obra caritativa de un partido sensible, sino una obligación básica del Estado, gobierne quien gobierne. Y que cuando les ponen una cámara delante, en lugar de agradecer esa supuesta dádiva, tienen derecho a exigir que no se malgasten sus impuestos en propaganda político partidaria, que se corte el despilfarro que convierte el aporte de los contribuyentes en aceite para la máquina de poder frenteamplista.

Como bien dice la proclama del martes: basta de autobombo.

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