EDITORIAL
diario El País

Medios, poder y moral

El rol de los medios de comunicación en la política es algo que se discute desde tiempos de William Randolph Hearst. En particular, el debate se potencia cuando hablamos de medios públicos, financiados por el contribuyente, algo que genera detractores y feligreses en proporciones semejantes.

Uruguay no escapa a este debate. Que incluye habitualmente, esta sí es una novedad local, el rol de los canales de TV y radios privadas, pero que por usufructuar señales u ondas que de acuerdo a un sentido técnico son públicas, también se vuelven objeto de miradas inquisitivas. Algo que parece no tomar en cuenta la fuerte inversión que hace falta para hacerlos funcionar, y que los cambios tecnológicos han vuelto bastante irrelevante la necesidad de esas “ondas” para llegar a las masas populares.

Ahora, hay una cosa segura. Nunca en la historia del Uruguay hubo un medio público ni privado que llevara el sectarismo y la visión partidizada de la realidad a los límites que los lleva hoy el canal municipal montevideano TV Ciudad. En particular, fue significativo el impacto que produjo aquel programa llamado “La Letra Chica”, dónde se fogoneaba un tono de discusión tan sectario que conmovió el habitualmente cordial clima de debate político local.

Hoy podemos afirmar que aquel programa sería la BBC al lado de lo que son desde hace unos meses los contenidos pretendidamente informativos de esa señal. La forma manipulada y ajena a cualquier pretensión de equilibrio en que presenta sus contenidos TV Ciudad, es algo sin precedentes en el país. Dos ejemplos ilustran esta afirmación.

El primero, la difusión de un documento reservado de inteligencia. Es claro que un medio no es culpable de difundir información reservada, sino quien la filtra. Pero también hay una cuota de sensibilidad que pasa por poner en la balanza por un lado el daño que se causa al difundir esa información, y por otro el interés público que la misma pueda tener.

En el caso mencionado, es difícil ver ese interés público. Y la forma amarillista en que se presentó, denunciando que se “espiaba” a organizaciones políticas (¡no, si inteligencia va a analizar lo que hace la asociación de crochet de Nueva Helvecia!) no parece tener el mínimo reparo por el interés nacional.

Acá vemos uno de los problemas que generan los contenidos informativos en una señal pública. Si un medio privado, un diario, un portal web, que paga a sus empleados y usa un soporte propio, comete un exceso de este tipo, el sistema se sanea con una sanción de su propia audiencia. En el caso de un medio como TV Ciudad, que no tiene audiencia, y donde los sueldos que paga (en algunos casos muy por encima del mercado) salen del bolsillo del contribuyente, no hay regulación posible.

El segundo, es la publicación en tono de denuncia de que el académico y comunicador Facundo Ponce de León habría obtenido un contrato de asesoría con el Estado, el cual se vincula directamente con que su hermano trabaja en Presidencia. El titular busca de manera explícita asociar la vinculación familiar con algún tipo de contubernio opaco, pese a que el documento que se publica aclara que es un asesoramiento honorario.

De más está señalar que Ponce de León es una figura querida y respetada más allá de tiendas políticas. Y que su formación académica y profesional, lo vuelve más que idóneo para tal rol. ¿Cómo se designó al jerarca de informativos de TV Ciudad? ¿Hubo algún concurso?

En momentos en que se pone bajo la lupa de manera permanente el trabajo de los medios, es llamativa la forma en que un medio financiado por los contribuyentes puede apelar de manera tan impune a la desinformación y a embarrar el diálogo político.

Acá hay que ser claros. TV Ciudad, pero en particular sus informativos, tienen audiencia cero. Y su escaso impacto tiene que ver con el escándalo que suelen generar en las redes sociales, y porque muchos periodistas de otros medios los “levantan” de manera acrítica, por carencia de nivel o afinidad ideológica. El problema es conceptual.

Por qué un porcentaje mayoritario de montevideanos, de otros partidos y frenteamplistas con dignidad, deben financiar un producto que hace tanto daño a la convivencia, y al clima político local. Que apela de forma descarada a la manipulación emocional, y a la desinformación. Y no hay muchas justificaciones.

Lo positivo es que las sociedades suelen generar anticuerpos ante estas agresiones a sus valores. Y no habrá que esperar mucho para que la mayoría de la gente caiga en la cuenta de como se los busca manipular, y neutralice sus efectos. ¡Quién sabe! Tal vez Carolina Cosse se dé cuenta que estas cosas le hacen daño en su intención de llegar a la presidencia, y aunque sea por un interés electoral, ponga fin a esta forma tan poco uruguaya de comunicación.

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