EDITORIAL
diario El País

Que llegue a buen puerto

El proceso se puso en marcha y el gobierno dio la señal necesaria. Se reunió con todos los dirigentes de la Coalición, expuso el texto acordado por los socios y lo envió al Parlamento.

Empieza así la discusión para aprobar la tan aguardada ley que reforma el sistema jubilatorio. Una ley que sale al cruce de una situación crítica con un pronóstico de dramático futuro.

Esta ley debe salir. No hay alternativa.

El gobierno de coalición mostró unidad al reunir a todos sus líderes y presentar el proyecto de ley.

Eso daría a pensar que el trámite será rápido. Habrá que ver que piensa la bancada frentista. Algunos de sus referentes han dicho que primero analizarán el proyecto para luego tomar posición. Se negaron a estudiar el borrador que el propio presidente, en persona, les hizo llegar. Al tratarse de una propuesta del presidente y no del conjunto de la coalición, optaron por esperar. Una pena, hubieran ganado tiempo.

Otro sector, en cambio, se opone al proyecto sin siquiera saber de que se trata. Es la parte vociferante del Frente Amplio, la que termina por imponerse. Su actitud es esperable dado como se comporta desde que asumió este gobierno. Pero demuestra una inmensa irresponsabilidad política y un desprecio a la solución urgente que necesita el país en este tema.

Siendo gobierno, algunas de sus figuras más encumbradas sostenían que en el tema jubilatorio no podía esperar y hasta anticipaban que las medidas a adoptar serían similares a las del actual proyecto. Pero no se animaron y optaron para que en este asunto, “se quemara” el siguiente gobierno.

A estar por como se planta buena parte de la población, el gobierno no se “quemará” con este proyecto. La gente sabe que no puede demorarse y que no hay alternativa, como dijimos líneas más arriba. En consecuencia, quien terminará quemándose, es la oposición por no asumir su cuota de responsabilidad. Fue omiso antes, a sabiendas, y lo será ahora si insiste en su negativa.

El sábado pasado, uno de nuestros columnistas, Danilo Arbilla, marcó la importancia de este trámite legislativo.

Celebró que al fin quienes se jubilan pero quieren seguir en alguna actividad remunerada, lo puedan hacer sin renunciar a la jubilación recibida, que les corresponde por derecho y años de aportes. Se pondrá fin así a un mecanismo cruel que destinó a una suerte de muerte civil a gente mayor que quería hacer tareas pagas.

Mucha gente hoy sigue trabajando más allá de los 65 años. Quizás porque se siente útil y activa, quizás porque sabe que si se jubila está condenada a un caída brusca en sus ingresos.

También señaló el corrimiento de la edad de jubilación. Es que pese al ruido que hacen los sindicatos, no parece haber traumatizado al país. Mucha gente hoy sigue trabajando más allá de los 65 años. Quizás porque se siente útil y activa, quizás porque sabe que si se jubila está condenada a un caída brusca en sus ingresos. La existencia del IASS y de jubilaciones bajas, algunas topeadas, no son estímulos para un retiro temprano.

Queda flotando la sensación de que es la dirigencia sindical y algunas gerencias de empresas los preocupados por el corrimiento de edad. Hoy muchas instituciones, determinan que su personal debe forzosamente retirarse a los 60 ó 65 años. En otros países eso terminaría en un juicio por discriminación por edad.

Llamó la atención que al día siguiente de ser presentado el proyecto por el presidente y los dirigentes de los socios de la coalición, el senador Guido Manini Rios de Cabildo Abierto dijera que su grupo pretendía, en la discusión parlamentaria, incluir algunas mejoras.

Una vez más dicho sector emite una señal confusa. Se suponía que éste era el proyecto acordado por todos. Como cualquier arreglo pactado, algunas ideas de cada sector fueron asumidas y otras no. En tales negociaciones todos ganan un poco y todos pierden un poco.

Si sobre un proyecto ya acordado Cabildo Abierto quiere hacer aún más mejoras, ¿qué fue lo que se acordó? Es llamativo que en el momento en que el gobierno se presenta unido, con un proyecto ya pronto para enviar al Parlamento, uno de sus socios (el mismo de siempre) le empañe ese instante épico (por llamarlo de una manera) y ante sus seguidores muestre titubeos y fisuras justo en el momento en que no debería haberlos.

“Mejoras”, dice Manini que quiere hacer. Pero lo que para algunos son mejoras, para otros no. No vaya a ocurrir que de tanto toquetear el proyecto, termine saliendo una ley que en lugar de sacarnos de la trampa en que está hoy el país, termine hundiéndose aún más en ella.

Esperemos que eso no ocurra y que esta imprescindible y tantas veces postergada iniciativa del gobierno llegue a buen puerto.

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