EDITORIAL
diario El País

Hartos de perder clases

Desde que un pequeño grupo de radicales empezó a entorpecer el desarrollo de la transformación educativa, en esta página hemos reclamado con insistencia que los estudiantes de formación docente que no acompañaban ese conflicto, alzaran su voz en defensa del sentido común.

Felizmente, ese día ha llegado.

Según informa Telemundo de canal 12, un grupo de 200 estudiantes del Instituto de Profesores Artigas (IPA) se está organizando para oponerse a la medida de ocupación votada por el sindicato, que comenzó en agosto y lleva ya 29 días de pérdida de clases.

Seguramente, el talante siempre polarizador y victimista de los expertos en poner palos en la rueda, saldrá ahora a decir que esos jóvenes son “oficialistas” o que están “domesticados”, como gusta decir el presidente del Pit-Cnt de quienes respetan la soberanía popular expresada en las urnas.

Pero no es así. El colectivo de estudiantes rebeldes al fanatismo sindical está conformado por personas de muy diversas filiaciones políticas. Incluso los hay que no están de acuerdo con la reforma educativa propuesta por el gobierno, pero hay algo fundamental que los une: están hartos de perder clases.

Después de un mes y medio de inútiles ocupaciones, “perdés temas, perdés el hilo, la conexión con el docente. Hay compañeros que decidieron dejar los cursos y recursar el año que viene, por la desconexión que hubo. O compañeros que habían sacado notas casi excelentes en parciales de la primera mitad del año, y deciden no dar el segundo parcial. Esas cosas van empeorando la calidad del estudiante. De todas formas, agradecemos a los docentes que se organizaron y dieron las posibilidades de rendir los parciales”, declara uno de los integrantes de este grupo.

No solo los 200 estudiantes del IPA se hartaron de estos agitadores profesionales: el país entero no quiere saber más de ellos. Instauran un desprecio intolerante que es ajeno a la tradición cívica nacional.

Toda rebelión contra el fanatismo genera una reacción adversa. Otro estudiante declara que el clima dentro del Instituto “se ha tornado hostil”, de parte de “un grupo minoritario” de integrantes del Centro de Estudiantes del IPA (Ceipa) que impulsa las medidas de lucha. “El clima es difícil, pero lo suele hacer un grupo pequeño del Ceipa. Hay muchos del Ceipa que intentan hacer las cosas de la mejor manera. Siempre hay un grupo de tres, cuatro o cinco personas que generan todos los problemas”.

Los números son reveladores: 200 estudiantes se oponen a ocupaciones que son decididas en asambleas en las que participa solo un centenar: “el tema es que muchos no tienen las posibilidades de asistir a las asambleas; muchos trabajamos o tienen que cuidar a sus hijos, y eso nos imposibilita mucho”. La manipulación de estas reuniones, estirándolas hasta horas imposibles, es una de las técnicas que quienes peinamos canas ya conocemos bien, por haberlas padecido varias décadas atrás…

Lo importante es que, otra vez y como casi siempre, la razonabilidad le está ganando a la prepotencia. Han sido muchos y diversos los papelones protagonizados por el grupúsculo de radicales que se apoderó del sindicato de estudiantes de formación docente. Los insultos soeces al presidente del Codicen, Robert Silva, ya pasan a aceptarse como parte del paisaje. Días pasados patotearon a un ciudadano que intentaba circular con su auto por la avenida 18 de Julio, lo insultaron y salivaron, y cuando vieron un camarógrafo de un canal de televisión registrando el hecho, también lo atacaron sin miramientos. Después salieron a “denunciar” en las redes, que ese ciudadano había sido presentado como argentino pero era uruguayo, como si ese detalle atenuara en algo los atropellos cometidos.

En esta semana, desde la cuenta oficial de Fenapes en Twitter insultaron a los periodistas del programa Desayunos Informales, acusándolos de que concedían una columna semanal a Robert Silva para que hiciera campaña electoral. Aún más patético fue que lo escribieran con una insólita falta de ortografía: “¿A esto se dedicará el director fantasma, a conceguir (sic) notas?”.

Es inquietante pensar que quienes redactan así, pueden estar enseñando ortografía a nuestros hijos.

La verdad es que no solo los 200 estudiantes del IPA se hartaron de estos agitadores profesionales: el país entero no quiere saber más de ellos. Instauran un desprecio intolerante que es ajeno a la tradición cívica nacional. Demuestran en forma flagrante su incapacidad para ejercer una función docente que ya cumplen o aspiran a hacerlo. Obstaculizan el derecho ciudadano de cambiar la educación, un imperativo que une a todos los uruguayos. ¡Cómo no se iban a rebelar por fin aquellos que tienen clara su vocación de enseñar!

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