EDITORIAL
diario El País

Gramsci y Uruguay

El próximo jueves, Ediciones de la Plaza presenta en la feria del libro “Gramsci. Su influencia en el Uruguay”. Es un libro que merece atención porque trata de un tema sustancial que no siempre se tiene claro en el mundo político del país.

La iniciativa de la investigación correspondió al expresidente Lacalle Herrera en el marco del Instituto Manuel Oribe, con un concurso que finalmente fue ganado por el autor del trabajo, Juan Pedro Arocena. En definitiva, cuando tantas veces y en distintos ámbitos se menciona la influencia del gran pensador italiano comunista Antonio Gramsci en el devenir de la vida política nacional, y sobre todo en los partidos e ideas de izquierda, se hacía relevante pararse lejos de la coyuntura y brindar un análisis más riguroso, argumentado y de largo aliento sobre toda esta temática.

Y justamente eso es lo que logra este libro. Empieza, con rigor histórico, señalando algo muy importante: Gramsci no es un pensador ni muy conocido ni muy tenido en cuenta por la izquierda uruguaya, por lo menos hasta entrados los años 1980. En efecto, los matices que Gramsci aporta a la reflexión sobre la revolución socialista, y que tan interesantes son en la perspectiva italiana con la llegada del fascismo al poder, en relación a la exitosa empresa rusa de Lenin y su férrea dictadura, no conmovieron aquí a quienes tenían contacto con la producción intelectual socialista de ese entonces: ni entre los comunistas, cuya figura central era Rodney Arismendi, ni a los demás grupos afines a las guerrillas.

Sin embargo, más allá del amplio y militante leninismo del campo izquierdista uruguayo, muy tempranamente puede constatarse una especie de gramscismo sin Gramsci, es decir, un involucramiento relevante y protagónico de parte de la izquierda en el mundo de la cultura en el sentido amplio, que hace que las viejas disposiciones que el italiano señala como fundamentales para avanzar en la revolución socialista hayan sido muy tenidas en cuenta en Uruguay.

“Luego de la caída del muro de Berlín, la acción izquierdista encontró en la matriz del comunismo de Antonio Gramsci una guía exquisita para mantener la agitación y la propaganda, y la crítica acerba a la democracia liberal”.

Con todo, y más allá de la genealogía y los antecedentes que pueden parecer quizá algo especializados pero que muestran lo acertado de la investigación de Arocena, la clave del libro es presentar la influencia amplia del gramscismo como método, como inspiración y como soporte ideológico muchas veces genuino -se destaca aquí el aporte del argentino Ernesto Laclau-, a una acción izquierdista que, luego de la caída del muro de Berlín en 1989, encontró en la matriz del comunismo de Gramsci una guía exquisita para mantener la agitación y la propaganda, el espíritu de la revolución utópica, y la crítica acerba a la democracia liberal y de mercado, esa que como bien muestra Arocena ha sido la herramienta clave del mayor desarrollo social y económico de la Humanidad en toda su historia.

El libro plantea pues la influencia de Gramsci en Uruguay desde distintos ángulos. Y la iniciativa de reflexionar sobre estos asuntos, en tiempos en los que se renuevan algunos gobiernos de izquierda en la región y se estrechan sus vínculos transnacionales, como por ejemplo a través del grupo de Puebla fundado en 2019, se hace muy necesaria cuando estamos en el medio de un proceso de transformaciones sustanciales para el bienestar futuro del país.

En efecto, ¿cómo no analizar la movilización de los sindicatos izquierdistas que impiden cualquier transformación seria de la educación, a través del prisma de lectura que Gramsci brinda sobre los conflictos sociales y las batallas que han de llevarse adelante contra el bloque histórico y la hegemonía de valores que distingue a la sociedad?

Por supuesto que lo que el comunista italiano pensaba para la Italia de hace un siglo no es exactamente traducible para nuestra realidad actual. Sin embargo, como bien lo enseñó en Francia el expresidente Sarkozy en su diagnóstico de sociedad que lo llevó al triunfo en 2007, hay prácticas, conceptos y movimientos izquierdistas sobre los cuales el estudio de Gramsci arroja una luz particular y enriquecedora.

Finalmente, y como lo muestran los trabajos de Chantal Mouffe, de inspiración gramsciana son también las radicalizaciones de los conflictos sociales y familiares, con el principio de que “todo es político”, y que se traducen en nuevos terrenos agonísticos en los que el socialismo pretende dar nuevas batallas contra lo que Gramsci describe como la hegemonía que debe ser vencida.

Bienvenida pues la publicación de este libro que muestra que, desde el campo no izquierdista del país, hay vitalidad en la reflexión sobre estos temas políticos y sociales.

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