EDITORIAL
diario El País

Un gobierno solidario

No hubo sorpresas. El gobierno envió el proyecto de reforma de la seguridad social al Parlamento tal como lo había anunciado. Salvo algunas cuestiones que puede plantear el sector de Cabildo Abierto, el proyecto logró el apoyo de la totalidad de la Coalición Republicana.

Y eso es imprescindible, porque desde el Frente Amplio lo único que encontrará son voces de críticas y de quejas como ha ocurrido hasta ahora.

No importa que los pesos pesados del FA, como el dos veces presidente Tabaré Vázquez, el también presidente José Mujica o el zar de la economía durante esos mandatos, Danilo Astori, reclamaran en su momento la necesidad (o la urgencia) de una reforma de la seguridad social. Siempre quedó en el tintero. Como dijo Lacalle Pou, “la única reforma la hizo (el expresidente del Banco de Previsión Social, Ernesto) Murro, que en vez de 30 millones le costó 100 millones de dólares al Estado y no emprolijó absolutamente nada”.

“Nada” será también la respuesta que reciba por parte del Frente este proyecto. Porque son las mismas voces que empezaron a plañir apenas este gobierno asumió y decidió combatir el virus de la pandemia en base a “la libertad responsable” de los ciudadanos, mientras que el FA reclamaba cuarentena obligatoria, con la gente encerrada y presa en su casas. Desde ahí en adelante siempre la misma respuesta. Dos maneras de ver el mismo país completamente distintas.

Sobre el proyecto de reforma de la seguridad social ya hemos hablado, opinado y volveremos a hacerlo. Pero hay una cuestión, que tal vez pueda parecer menor como es el trabajo de los jubilados. Y por otro lado, los anuncios sobre el Impuesto a la Asistencia a la Seguridad Social (IASS) e incluso el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF) que, en caso de que la economía crezca en el año más del 3,8% tendrán rebajas. Algo inédito, que no puede pasarse por alto y que redondean un nuevo panorama de la realidad nacional.

Más de una vez ese excelente periodista que es Tomás Linn se ha referido al tema de las personas que deben dejar el trabajo por un simple tema de edad. “Se puede ser pontífice de la Iglesia Católica a los 80 años o ser presidente como ocurre en el Uruguay, pero no profesor universitario, cajero o vendedor pues la última raya se pasa a los 70. ¿Será que a esa edad un gobernante es más lúcido que un académico?”.

Ahora esa prohibición desaparece. El jubilado podrá trabajar tranquilamente y por derecha, haciendo nuevos aportes que tiempo después mejorarán su pasividad. Y la sociedad no perderá el talento y la experiencia de muchas personas, asfixiadas solo por su partida de nacimiento y un Estado indiferente. Además, este trabajo implicará un aporte extra al BPS, tan necesitado de recursos.

Cabe recordar -es justicia- que esta iniciativa ya la había manejado el diputado colorado Conrado Rodríguez.

La reforma habilitará el trabajo de los jubilados y en caso de que la economía crezca más de 3,8% no se gastará en “obritas caprichosas” estilo Regasificadora o Ancap, sino en la reducción del IASS (promesa de campaña) e IRPF.

El otro anuncio del presidente Lacalle Pou no se refiere al articulado del proyecto de reforma de la seguridad social, sino a una promesa de campaña y que como tal -ha sido su tónica desde que asumió- la piensa cumplir: el IASS, el impuesto más injusto y arbitrario que existe en la profusa lista de gravámenes que existe en el país.

La lógica y su origen indican que el IASS debería desaparecer. Es hijo del estatismo progresista que hace ver a la jubilación como un gasto, como algo que está a su alcance para echar mano cuando se le ocurra, en los montos que le apetezca y manejarlo a su antojo.

No valoran ni toman en cuenta que en su inmensa mayoría se trata de personas que trabajaron por más de 30 o 40 años y aportaron la parte de su sueldo que exigieron las leyes para llegar a una etapa de retiro con el mínimo de sobresaltos. Se olvidan, no piensan o no les interesa que las pasividades son el reintegro de lo que han aportado mientras estaban en actividad. Es su propio dinero, se le expropia o se le requisa el ahorro de una vida.

Y también el IRPF. Si los números de la economía son auspiciosos y buenos, no hay motivos para que la gente que trabaja siga aportando como en los tiempos de la Regasificadora, de Ancap, de Pluna, del Cosse Arena, del Fondes y otras preciosidades y caprichitos que nos regalaron los gobiernos frenteamplistas con el dinero de los trabajadores, aunque el Pit-Cnt de Marcelo Abdala haga paro en contra.

Cosas de la vida, como son las diferencias entre gobiernos que miran y protegen a sus ciudadanos y otros que dilapidan la plata ajena porque sí nomás. Es que hay gobiernos solidarios y hay gobiernos frenteamplistas.

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