EDITORIAL
diario El País

Fanatismo o pasión por la libertad

Brasil definirá hoy su destino: Bolsonaro o Lula. Hay que celebrar que, tras los remezones de hace un lustro, el pleito interno del Brasil se resuelva en las urnas.

Eso sí: no pasan inadvertidas las singularidades. El presidente Bolsonaro pugnó por votos, personalmente. El último debate ocurrió antenoche, con él y Lula maltratándose mutuamente. Fue un espectáculo que, felizmente, es ajeno a las normas y costumbres nacionales. A nosotros nos rige una estricta veda de campaña desde dos días antes de los comicios. Y no tenemos reelección. Más aun: el numeral 5º del art. 77 de la Constitución dispone: “El Presidente de la República y los miembros de la Corte Electoral no podrán formar parte de comisiones o clubes políticos, ni actuar en los organismos directivos de los partidos, ni intervenir en ninguna forma en la propaganda política de carácter electoral.”

Esas diferencias institucionales deben hacernos vibrar positivamente. Con 48 veces menos territorio y 61 veces menos población, nuestro Uruguay ha sabido construir un sistema más maduro y garantista que el de nuestro vecino del norte -y ni qué decir, más republicano que el de nuestro otro vecino gigantesco, la Argentina.

Podemos enorgullecernos, pues. Pero no debemos distraernos, ya que el esquema que hoy se da en Brasil, anteayer se planteó en Chile y Perú, ayer en Colombia y mañana se repetirá en la Argentina. Nada garantiza que no vuelva a ensayarse en nuestras playas, como ya sucedió.

En estos mismos días, hemos visto cómo se insulta y agrede a las autoridades de la enseñanza en su esfuerzo por explicar la reforma de la educación. También vimos cómo los delegados sindicales se retiraron del diálogo con ANEP.

Entretanto, los camarógrafos que filmaron los desbordes del miércoles frente a la Universidad, fueron insultados y zarandeados para no dejarlos registrar lo que sucedía. Andebu -gremial de empresarios- y Futtva -gremial de trabajadores- coincidieron en condenar el atropello, invocando la función de los medios y su importancia para la democracia y las luchas sociales. Por nuestra parte, en esas agresiones vemos atentados contra la libertad de prensa y comunicación, no perpetrados por el gobierno sino por camarillas ensoberbecidas y violentas, que jamás pueden encarnar ningún ideal de educación ni convivencia.

También en estos días se ha escuchado llamamientos opositores en tono de execración al gobierno del Dr. Luis Lacalle Pou, que no solo es legítimo porque lo eligió el cuerpo electoral sino porque garantiza la libertad. En expresiva paradoja, los mismos protagonistas que ya están en campaña preelectoral -Cosse, Orsi, Pereira- le rindieron tributo a los 102 años del Partido Comunista, exaltándolo como fundador y protagonista del Frente Amplio. Lo cual sería apenas un dato histórico insípido, si no fuera que en esos 102 años el comunismo criollo aplaudió los crímenes de los tiranos que se hacían llamar Lenin y Stalin, aceptó las purgas, acompañó el pacto con Hitler, coqueteó con los comunicados 4 y 7 de febrero de 1973 y, caída la Unión Soviética, ahora apoya entusiasta a las tiranías de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

“En las agresiones vemos atentados contra la libertad de prensa y comunicación, no perpetrados por el gobierno, sino por camarillas ensoberbecidas y violentas, que jamás pueden encarnar ningún ideal de educación ni convivencia”.

La lógica binaria sobre izquierda y derecha, montada sobre una guerra de clases con intereses azuzados, es campo de cultivo para tragar lo que sea y sembrar el fanatismo, porque estrangula y cierra las mentes, impidiéndoles cumplir su misión de reflexionar creando. Y todo eso es radicalmente contrario a la esencia de nuestro Estado de Derecho y de nuestro pensamiento republicano. Por lo cual, hay que combatirlo.

En el Uruguay, los planteos políticos extremistas siempre fueron repudiados por la mayoría, en las urnas y en la vida diaria. Hace más de un siglo hicimos grandes reformas constitucionales asegurando los derechos de todos, sin aherrojar a nadie. Separamos al Estado de la Iglesia Católica, con garantía plena de la libertad religiosa. Regulamos las empresas públicas industriales y comerciales, y en el mismo texto constitucional confirmamos el respeto por los derechos de la iniciativa privada.

Un siglo después, después de habernos gobernado los tres partidos que protagonizan la escena política en el siglo XXI, ningún equipo adoptó medidas solo de izquierda ni solo de derecha. La razonabilidad primó, incluso en los más verbalmente iracundos.

Desde esos precedentes, debemos apreciar matices y dialogar por encima del ulular de las militancias.

Si América se enreda en bipolaridades torpes, defendamos nosotros la reflexión y la convivencia, cerrando el paso a los fanatismos.

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