EDITORIAL
diario El País

Estrategia rusa en Ucrania

Ataques a las instalaciones físicas y la infraestructura digital son difíciles de impedir y todavía más difíciles de adjudicar. De eso se trata buena parte del accionar del pichón de Zar que gobierna Rusia hoy día.

Entre la siniestra avalancha de malas noticias provenientes de la guerra ruso-ucraniana, en un crescendo imparable de muertes y destrucción que lleva ya ocho crueles meses, el gobierno de Ucrania reconocía el martes, el aumento de cortes masivos de energía. Estos hechos coinciden plenamente con la observación de quien dirige el Centro de Estudios sobre Estados Unidos-Europa del Brookings Institute, en un reciente artículo en el Financial Times. Stelzenmuller opina que hay un deliberado esfuerzo por parte de Rusia para destruir la infraestructura ucraniana, física y cibernética, además de sabotajes contra ese país y las naciones de la OTAN que la apoyan.

Esta estrategia sería más productiva para los rusos que usar armas nucleares tácticas, con un potencial de riesgo grande para sus propias tropas, su población y su mismo país. Una demostración elocuente de lo dicho es que los bombardeos de la última semana hayan dejado al 30% de Ucrania sin electricidad. Destrucción de gasoductos, de redes ferroviarias, de los sistemas computarizados de los aeropuertos, son demostrativas de una cierta planificada ofensiva.

En las grandes capitales de Occidente hay seria preocupación a raíz de las repetidas amenazas de Vladimir Putin de hacer uso de armas nucleares. Emmanuel Macron, el Presidente de Francia, habló en el horario principal ante la audiencia televisiva respecto de cual sería la reacción gala a una incursión nuclear rusa sobre Ucrania o la región, aunque “sin una respuesta nuclear.” El Presidente Joe Biden, hizo referencia a la posibilidad de un Armagedón, durante un encuentro del Partido Demócrata hace unos días y en Berlín se analizan distintos lúgubres escenarios.

Más allá de que no se pueden obviar las terroríficas consecuencias de esta clase de demencia, Occidente no debe distraer su atención respecto de otros peligros también graves y probablemente más factibles. Como comenta el escritor, el número uno del Kremlin es un “Chekist” (la temible Cheka) de tiempos de la URSS. Un policía secreto entrenado en la Unión Soviética, de coerción por medio del terror político. La maldad y la barbarie de sus crímenes en Ucrania -asesinatos, violaciones, sustracción de niños, el bombardeo indiscriminado de ciudades y plantas energéticas- están visiblemente dirigidas a paralizar la voluntad política y la resiliencia de los ucranianos y de quienes los apoyan, tal como lo afirma Stelzenmuller. Pero a pesar de las bombas alrededor de la usina nuclear en Zaporizhzhia y las amenazas de lo nuclear, con la misma intención de atemorizar y desmoralizar, los atacantes no han conseguido el efecto buscado. Todo lo contrario.

La valentía del pueblo ucraniano y el liderazgo de Zelensky y su gente han sorprendido al mundo y sobre todo al Kremlin, donde pensaban que la invasión sería cosa de unas pocas semanas antes de conseguir la rendición.

La valentía del pueblo ucraniano y el liderazgo de Zelensky y su gente han sorprendido al mundo y sobre todo al Kremlin, donde pensaban que la invasión sería cosa de unas pocas semanas antes de conseguir la rendición. Y también la respuesta de Occidente en respaldo de ese país que había obtenido su apreciada independencia al fin, ha sido y sigue siendo muy importante. Al punto que ante el invencible avance de las fuerzas ucranianas, aún con la lluvia de drones llamados suicidas, según se afirma, de origen iraní, lanzados en estos días por los invasores, se conoció el anuncio de que el ejército ruso prepara una evacuación de los habitantes de la ciudad ucraniana de Jersón, ante la contraofensiva local que ha permitido recuperar miles de kilómetros cuadrados en el sur y el este, caídos en manos de los rusos tras la invasión del 24 de febrero.

El uso por parte de Putin de armas nucleares subestratégicas, calificadas así por tener un alcance más corto y una fuerza explosiva menor, exige preparativos que resultarían visibles y tal vez hasta hacer alguna prueba. Los servicios de inteligencia occidentales se animan a decir que no han visto signos de fuerzas nucleares rusas en alerta. En cambio, las explosiones que dañaron el gasoducto Nord Stream, los cortes de cables que detuvieron los trenes que corrían por la parte norte alemana y la acción de hackers que afectaron los sistemas de varios aeropuertos en Estados Unidos revelan una elevada planificación y capacidad tecnológica. Episodios que apuntan a Rusia, de acuerdo al articulista, quien recuerda que el sabotaje ha sido otra especialidad de la Cheka. Por lo tanto, podrán suceder otros mientras Putin esté en el poder y se mantengan las ambiciones zaristas en el Kremlin.

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