EDITORIAL
diario El País

Un apoyo demasiado pasivo

En estos días una docente, maestra de escuela o profesora de liceo (no nos quedó claro), colgó en las redes un mensaje llamativo.

Se preguntaba porqué los medios no cubrían lo que sucedía en muchas escuelas y liceos el día del paro. Es decir, porqué no cubrían la importante concurrencia de docentes que dieron sus clases y también la presencia de un porcentaje alto de escolares y liceales.

Quizás por aquella clásica norma periodística de que cuando un perro muerde a un hombre no es noticia, pero lo es si es el hombre quien muerde al perro, los periodistas suponen que lo diferente, lo que sale de la rutina es la realización de un paro. Este mensaje en cambio, le estaría diciendo a los periodistas que lo novedoso es la escasa adhesión a esas medidas.

Algo importante está pasando respecto a la educación y sin embargo no está debidamente registrado.

La gente quiere la transformación por la simple razón de que es imprescindible hacerla, pero el ruido solo lo hace un grupo de sindicalistas que en su conservadurismo reaccionario está empecinado en boicotear con agresiones e insultos, cualquier cambio que se proponga.

El sindicalismo y un sector influyente de la izquierda no quiere cambios, tan solo busca lograr cuotas de poder por el puro gusto de tenerlas, no para hacer algo con ellas.

El mensaje al que aludimos en las redes, no solo apela a los periodistas sino a la sociedad entera. Al respecto fue muy claro lo señalado por Juan Martín Posadas en su columna dominical de este diario. “Lo más terrible de esta situación es la pasividad resignada y mansa con que los uruguayos” afrontan la crisis educativa.

Por una parte les preocupa, saben que tendrá consecuencias en la calidad de vida de la gente y que las cosas empeorarán con el tiempo si no surgen soluciones. Por eso adhieren a la iniciativa del gobierno a impulsar su transformación.

El gobierno cuenta con apoyo, sí, pero éste es muy pasivo.

El ruido, lo que se convierte en noticia, es lo otro.

Esta oportunidad no se puede perder. Debemos asumir que solo queda apostar a la transformación educativa y aceptar que pese al ruido sindical, es la mejor alternativa que tiene el país.

Es verdad que los sindicatos se oponen y que las Asambleas Técnico Docentes se negaron a participar en la elaboración de los nuevos planes. Pero muchísimos profesores y maestras están colaborando para que esta transformación se haga.

Si se espera a la buena disposición de los sindicatos, pueden pasar siglos. Exigen dialogo pero solo para trabar y eternizar la discusión hasta liquidarla.

No les interesa la reforma: ni ésta, ni ninguna otra. Solo quieren mostrar que tienen poder pero no para hacer algo positivo con el.

Los sindicatos no son expertos en políticas educativas, su función es otra. Tampoco representan al pueblo como para creer que tienen autoridad para impedir los cambios. Solo representan a sus afiliados y su función es negociar en cuestiones salariales y laborales. Nada más.

Por eso, en forma silenciosa, tanta gente en el ámbito educativo va tomando tímida distancia de ellos y en especial de la Fenapes, organismo impresentable y desprestigiado si lo hay.

Todo el mundo lo sabe, pero nadie dice nada. Los dirigentes de Fenapes en más de una oportunidad demostraron que les importa un comino enseñar, que no les gusta la docencia y que, dada la cantidad de licencias sindicales sumadas (reales y truchas) no tienen experiencia en como dar una clase. Solo saben ejercer una militancia agresiva, intolerante y de baja calidad. Es lo único que saben.

Si ese es el territorio en que se mueven, es imposible que puedan opinar con conocimiento sobre cuál reforma educativa es buena y cuál no. Carecen de autoridad para ello.

Sin embargo, nadie dice nada. Todos sabemos que con ellos no vamos a ninguna parte y en voz baja deseamos que la Anep siga adelante con su plan y no se detenga ante quienes aunque digan lo contrario, no quieren dialogar. Pero es un deseo demasiado callado y en realidad prevalece el miedo a cambiar para evitarnos problemas, aún cuando sabemos que es urgente concretar esas transformaciones.

Mucha gente se deja llevar por una actitud que Posadas, en la columna mencionada, define citando a Tito Livio: “nuestros defectos se hacen insoportables, pero tampoco podemos tolerar las medidas necesarias para corregirlos”.

Si realmente estamos convencidos, como todo indica que lo estamos, de que esta oportunidad no se puede perder, debemos asumir que solo queda apostar a la transformación educativa y aceptar que pese al ruido sindical, es la mejor alternativa que tiene el país. Pero para ello hay que apostar en forma pública, que se vea, que obligue a los periodistas a cubrirlo.

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