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Sin tregua


@|Terminó la consulta popular y todo sigue como estaba hasta el día de la votación. Nada cambió. Se mantiene el articulado íntegro de la LUC aprobada en las Cámaras y su vigencia, y se debería dar vuelta la página y pensar un poco en el país y menos en los caprichos ideológicos.

Pensar algo en positivo, proponer, crear.

Pero no, “como ciego a la piñata”, los partidarios del Sí siguen tirando golpes a diestra y siniestra, agrediendo a un grupo de jóvenes partidarios del No; llevando al extremo del paroxismo una simple y rutinaria inspección del club Progreso, antes del partido con el club Cerro; o no reconociendo la derrota y convocar a un 1º de Mayo masivo, que nada bueno augura.

Parece que el rencor inocultable contra todo lo que es legítimo y en particular con lo que no es de su mismo palo, supera la razón y salta como un resorte, un intrínseco resentimiento.

Pasó el “referendo” y ni siquiera vislumbró un atisbo de conciliar, de consensuar, de convivir.

Todo esto es resultado de la prédica ideológica iniciada por el FA con Tabaré, cuando desplazó a Seregni sin miramientos, impulsando un sistema populista y demagógico, embelesando con falsas promesas a pobres e indigentes; acomodando, a la vez, decenas de miles de acólitos amigos en puestos de organismos públicos y otorgando prebendas y beneficios en su afán inocultable de conquistar adeptos que son votos, a cualquier costo.
Populismo y Demagogia, como dijo Graciela Villar: esto es “oligarquía o pueblo”.

Esa máxima es la que guía toda acción de la izquierda opositora que sigue y seguirá cegada por su rencor social por el tiempo que le quede a este gobierno, haciendo todo lo que esté a su alcance para que haya más pobreza, menos trabajo, más delincuencia y menos educación, porque de ello se nutre y son sus mejores argumentos para, sin realizar nada provechoso en 5 años de gobierno como oposición, intentar recuperar el país para su manejo caprichoso y maniqueo del “poder político”.

El FA perdió totalmente su sentido político y fue absorbido por el poder sindical que promovió y se puso al frente de la “lucha de clases”, algo que parecía desaparecido, pero que cada vez es más evidente y no predice buenos tiempos al futuro.

Quisiera equivocarme, pero creo que nos esperan años iguales, de caprichos, rencores, quejas y mentiras. Y para ello, debemos prepararnos buscando la forma de que no afecten la gestión de este gobierno de coalición que, sin dudas, deberá afrontar unido pero en soledad lo que falta, salvo que suceda un cataclismo interno en la oposición y aparezca una figura trascendente que le cambie el obcecado rumbo que han elegido.

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