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Transición a la uruguaya


@|Estamos convencidos que, la forma cómo se produzca la transición -luego de tres períodos de gobierno de la coalición de partidos que conforman el FA- al Partido Nacional, -que lidera por su parte la coalición “multicolor” que resultó victoriosa el pasado 24 de Noviembre de 2019- será un buen indicador de la fortaleza de nuestras instituciones republicanas.
No se trata de un cambio de gobierno entre candidatos y fuerzas de un mismo partido político, sino de transferir el poder a quien ostenta la gran responsabilidad de encabezar uno de los Partidos Fundacionales.

Pero además, transferirlo a un candidato que logra vencerlos, treinta años después de que su Partido, liderado por su padre, el Dr. Lacalle de Herrera, haya ejercido su último gobierno posterior a la salida de la dictadura militar en 1984. Y que lograra vencerlos en forma diáfana y a la vez heroica, con el claro apoyo de más de la mitad de votantes provenientes de cinco partidos políticos, que lograron conformar una fuerza opositora singular. Porque nadie puede negar que, el Frente Amplio puso a su propio servicio, todo el enorme peso del Estado para así, favorecer a su fórmula presidencial en el balotaje. Utilizó recursos propios y apeló incluso a figuras del exterior afines a su ideología e incluso a las facilidades brindadas a ciudadanos uruguayos quienes, a pesar de residir en forma permanente en el exterior, cruzaron “charcos” y los menos, hasta océanos, para apoyarlos.

Su campaña “voto a voto”, (luego del revolcón electoral de Octubre pasado, donde comienza su derrota al perder las mayorías parlamentarias) aunque plagada de inconsistencias, anuncios de calamidades y repetición de miedos a los más vulnerables, les dio buen resultado: recuperaron un enorme número de votantes, quienes nuevamente, en la mayor parte por “temor al cambio” y creyendo en su ignorancia que, “lo harían mejor” viraron su decisión expresada en Octubre y volvieron a votarlos.

Seguramente esto, fue lo que festejó el candidato oficialista, al no reconocer inmediatamente su derrota, y amparado en las formalidades del pronunciamiento de la Corte Electoral, prefirió aceptar casi una semana después, que no era sino el candidato opositor, quien había resultado electo. Solo la llamada del Presidente Vázquez al Dr. Lacalle Pou esa misma noche, salvó a su fuerza política del bochorno. Sin embargo, los primeros pasos dados por el gobierno saliente demuestran indudablemente, gestos de soberbia, cuando no de una clara demagogia, que en nada colaboran con las decisiones que tendrá que adoptar el equipo de gobierno entrante.
Basta mencionar tanto, la decisión de nombrar generales del Ejército en solitario, como el hecho de no aumentar las tarifas de los servicios públicos el próximo 1° de Enero, como ha venido siendo desde hace mucho tiempo, pretendiendo que sea el nuevo gobierno el responsable de ese incremento.

Las tan necesarias auditorias, pese a quien le pese, tendrán que aplicarse y llevarse a cabo, sujetas a las normas jurídicas vigentes en la materia, para conocer tanto las cuentas públicas, cómo el desempeño de cada organismo del Estado en el propio manejo de su poder de imperio en las más variadas materias.

Que nadie se confunda, no se trata de una “caza de brujas” sino de conocer a cabalidad el estado en que se recibe la “cosa pública” que la ciudadanía les confió administrar, por los próximos cinco años.

Trasmitir a la ciudadanía cuál es la situación real recibida, hará a la cristalinidad en el nuevo manejo de los recursos del Estado, pero más aún, significará atribuir a cada quien sus responsabilidades, ejercitar legalmente la autoridad y sancionar con el mayor peso de la Ley a aquellos funcionarios que desviaron su conducta y alejados del interés general buscaron sus propios beneficios. Ni más, ni menos.

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