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Reforma educativa


@|Empeñados en explicar “cara a cara” y en distintos barrios y pueblos del país los alcances de la reforma educativa que impulsan las autoridades de la Educación Pública para el año que se inicia, se vivió otra jornada –esta vez en la Escuela Experimental de Malvín- signada lamentablemente por la violencia verbal, por los cánticos insultantes de los movilizados que se escucharon contra las máximas autoridades allí presentes.

Aquí, si bien no se registraron agresiones físicas, ni daños materiales -como las que ocurrieron en el Cerro- los insultos estuvieron a la orden del día, acompañados de ruidos molestos que perturbaron ese barrio de la capital. Desconociendo jerarquías e investiduras, y lo que es peor, sin aceptar el libre juego democrático que debe imperar en el sistema republicano, los exaltados manifestantes buscaron marcar su descontento abusando de su derecho a la libre expresión del pensamiento, no solo intentando provocar y agraviar a las autoridades, sino también sin respetar el derecho a concurrir de otros ciudadanos –incluso muchos de ellos, docentes- que asistieron al evento para escuchar y eventualmente participar de un intercambio de posiciones.

Creyéndose dueños de la verdad, abusan de su derecho casi hasta el límite de lo aceptable, y aplauden las participaciones de quienes señalan carencias locativas y dudas, insistiendo en desconocer el grave estado de la educación pública en nuestro país y mucho menos la urgente necesidad de una reforma que logre mejores resultados, tanto en el buen desempeño de los alumnos de la enseñanza media, así como en quienes inclinados a la formación docente abandonan en gran número sus estudios.

Debiera recordar el lector que cuando se destinaron ingentes recursos presupuestales “a la educación”, estos fueron utilizados más que nada en mejorar retribuciones docentes, sin haberse logrado ni siquiera una mejor formación docente, ni un mejor desempeño escolar.

Obsérvese que según datos proporcionados por las autoridades públicas, continuaron las deserciones escolares, empeoró la comprensión lectora y el descenso precipitado en el uso del lenguaje y la pobreza en el vocabulario son -mal que nos cueste aceptarlo- moneda corriente en quienes concurren a los centros públicos de estudios.

Tampoco advierten que la verdadera inclusión social se logrará en aquellos alumnos menos favorecidos, si se les prepara para un mejor desempeño escolar y adquisición de destrezas que resulten útiles para insertarse en el mercado laboral.

En suma, frente a estos intentos de explicar el alcance de la reforma educativa, advertimos una intransigencia violenta y exacerbada que no respeta límites y que busca entorpecer acciones de parte de las autoridades responsables de dirigir la Educación Pública.

Esta actitud, excede lo estrictamente gremial, para transformarse en un ejercicio de fuerzas, que tensa los ánimos de los distintos actores intervinientes: quienes pretenden llevar adelante las reformas que consideran necesarias e imprescindibles para revertir la situación, los alumnos y sus padres. Y quien pierde, es el país todo.

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