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La ley y el orden

@|Ver o escuchar el informativo cada día se ha convertido en un trago amargo, un trago de impotencia, un trago de horror.

Un niño de 14 años es atropellado por un camión al huir de quienes querían robarle la bicicleta. Una madre deja a sus 4 hijos pequeños solos y uno de ellos fallece mientras baila en un boliche. El hijo de un policía de 21 años baleado por temas de droga y un cuerpo calcinado reconocido en el interior de un auto abandonado.

Todo esto en un solo día. Todo esto en mi querido Uruguay. Y otro día va pasando. Otro día de zozobra para cada madre o padre que despide a sus hijos cuando se van a estudiar con el corazón estrujado de miedo e incertidumbre. Otro día de luto para quienes vemos la decadencia meterse en cada recodo y grieta del país, en cada joven con ojos vacíos minado por el vicio de la droga.

No todo tiempo pasado fue mejor. Claro que no. Pero existió un tiempo en que las madres que no tenían dinero para alimentar a sus hijos, trabajaban en fábricas, lavaban pisos, cuidaban enfermos o lavaban ropa para “afuera” solo para poder decir, “les di un buen ejemplo”.

Hubo un tiempo en que se oía decir que el que no estudiaba tenía que trabajar para no hacerse un “vago”.

Hubo un tiempo en el que “respeto”, no era sinónimo de “sumisión”. Esos tiempos están tan próximos que todos quienes los vivimos, los añoramos. Los extrañamos, inmersos en esta genuina tristeza que nos embarga al ver que nuestra capacidad de asombro se viene acostumbrando a dejar de asombrarse día a día frente al televisor .

Esto va más allá de partidismos, elecciones o gobiernos de turno, conlleva el penoso deterioro de una sociedad enferma, cansada, sin límites, desorientada en su enfoque de lo que es importante y lo que no lo es, de lo que es relevante y lo que no lo es. Llegamos a un lugar con muy poca locomoción de regreso. Solos, no podemos cambiar lo que está pasando, necesitamos un Estado presente, que diga no a la droga, que haga cumplir la ley, que no promueva la desigualdad proclamando la igualdad.

¡Quiero aquel país de vuelta! Sin fanatismos, sin extremos, en la más plena de las democracias, sin etiquetas.

¡Quiero mi país de vuelta!

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