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@|Cuando nacemos, nuestros padres se comprometen a alimentarnos, educarnos y desarrollarnos como seres vivos independientes. A su vez, ellos fueron alimentados, educados y criados bajo valores éticos que los volcaron hacia nosotros como sus hijos.

Hemos presenciado en los últimos años, en nuestro país, una tendencia definida hacia un menor compromiso por parte de los sectores más jóvenes de nuestra sociedad en cuanto a su desarrollo familiar.

A principios del siglo pasado, nuestro país era receptor de barcos cargados de inmigrantes europeos que se establecieron y generalmente contribuían con su esfuerzo y trabajo a sostener familias numerosas. Sus descendientes ya no continuaron con esa práctica y hoy día nuestro país se encuentra estancado en cuanto a su desarrollo demográfico.

Entre sus causas, están la emigración, el estancamiento económico, las dificultades laborales y el retroceso educativo.

¿Cómo nosotros, los habitantes comunes de este país, podremos salir de esta situación?

Observamos que hay sectores que se oponen sistemáticamente al cambio, sea cual sea y siempre que provenga de alguna autoridad de gobierno. Así ocurre con la denominada “transformación educativa”, que procura mejorar los pobres índices de progreso educativo obtenidos por el alumnado en general en los últimos años. Asimismo, en la reforma propuesta se procura disminuir la deserción de los alumnos a las clases, provocada ya sea por falta de estímulos o de acompañamiento adecuado, lo cual parece estar contra los pensamientos de algunos dirigentes sindicales del sector.

Es incuestionable que sin una educación básica y actualizada nuestros actuales jóvenes no tendrían posibilidad alguna de trabajar y desarrollarse económicamente.

Si hablamos de la reforma de la Seguridad Social, ocurre otro tanto en cuanto a la discrepancia al proyecto de ley presentado por el gobierno.
Aquí existen intereses contrapuestos sobre conquistas logradas por cada uno de los grupos que integran las diversas agrupaciones sociales o laborales.

Se pretende unificar criterios sobre aportes y remuneraciones pasivas que afectan diversas formas o contribuciones laborales, que proyectan cambiar lo que hasta ahora regía. Sin embargo, no hay duda de que el sistema actual no es sostenible en el futuro, basado en que los aportes de los trabajadores actuales sostengan las jubilaciones y pensiones de los que ya llegaron a su condición de retiro y que actualmente tiene un costo de unos once puntos del Producto Interno Bruto anuales.

Aquí se percibe un notorio egoísmo de la población adulta hacia la población juvenil, sin percatarse que sus futuras jubilaciones y pensiones dependerán de la evolución que tenga este último sector.

Existen otros proyectos que trascienden en su ejecución o en su vida útil al gobierno actual, como es el caso del proyecto Arazatí de toma de agua del Río de la Plata, para abastecer a OSE en la zona metropolitana. Otra vez surgen las críticas solo inspiradas en una eventual ventaja electoral.

Si esto no es cortoplacismo, ¿qué es?

Nuestro país se ha desarrollado civil, cultural y económicamente tomando decisiones gubernamentales firmes y orientadas hacia el futuro.

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