Victoria Fernández Herrera
Victoria Fernández Herrera
Abogada

Transición justa

El ritmo del mundo de la globalización resulta ser cada vez más vertiginoso, y las nuevas formas de trabajo le dan un nuevo enfoque al trabajo existente.

La revolución tecnológica y digital provocó, como es natural que se discutan las formas tradicionales del trabajo. Esto coincide, además, con la llegada de una generación de “nativos digitales” que son capaces de adoptar estas nuevas formas de trabajo cuando la actividad lo permita. El uso de la tecnología ha revolucionado la capacidad de realizar varias tareas, y de automatizar muchas otras.

A nivel global, cada vez más se ve la presencia de trabajadores independientes o freelance, y surgen los coworking, el teletrabajo y el smart working. Nuestro país no es ajeno a todo esto y nos enfrentamos a un gran desafío, para dejar de estar en la lista de los países que quieren y no pueden ser desarrollados. Hoy es necesario ser lo suficientemente visionario para poder entender por dónde va la cosa, y que no vivir sujeto a una carga ideológica que condena al éxito, ni festejar la mediocridad, sino que se debe apostar a más.

Como suele suceder, incluso en la esfera particular de las personas, conseguir la inserción en un mundo a todas luces mejor, requiere de sacrificios, y también de romper con viejas costumbres o paradigmas. Existe por parte de los actores sociales una gran necesidad de demoler preconceptos y dejar de aferrarse a lo clásico y conocido.

La mayoría de los trabajadores mantienen una postura adversa al cambio, lo que complica efectivizar los avances, y esto lleva a tener un pensamiento poco disruptivo, que ve peligrar la continuidad de los diversos negocios si no se adaptan. Esta poca visión de hacia dónde va el mundo, dificulta mucho ese cambio de mentalidad que se requiere para aggionarse y ser competitivos.

Las nuevas tecnologías vienen marcando un rumbo que no se puede dejar de lado, y que hay que saber aprovechar, pero los procesos de cambios no pueden generar desigualdades, tanto las transiciones económicas, climáticas, así como las tecnológicas no deberían dejar atrás a la población más vulnerable que no puede acceder al cambio. Es por ello, que hay que formarla para que acompañen el ritmo del mismo, deben logran comprender lo esencial que es el aprendizaje de nuevas habilidades para verdaderamente aportar valor a la organización, y por ende justificar la pertenencia.

Junto con esa moderna impronta que hay que darle a la formación en nuevas capacidades, hay que plantear una desregulación del trabajo en todos aquellos aspectos donde se inhibe la voluntad de las partes, con el fin de cumplir con el falso mandato de asegurar “mínimos” en materia de derecho del trabajo.

Para evitar el deterioro del capital social, sería importante conseguir además la integración de los diversos actores que componen la relación laboral y así poder armonizar las diversas generaciones aprovechando el capital humano disponible, gestionando los diversos talentos en beneficio de todos.

Es tiempo que el país despierte y se decida a tener relaciones laborales más flexibles, más justas y ecuánimes, y así abrir la puerta al desarrollo y no resignarnos a la comodidad, al atraso, la precariedad, y el empleo de baja calidad.

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