Victoria Fernández Herrera
Victoria Fernández Herrera
Abogada

Los sindicatos 2020

Las personas y las organizaciones de cualquier tipo a veces se encuentran con disyuntivas trascendentales en las que deben decidir qué camino tomar, enfrentando la incertidumbre de las consecuencias futuras de su resolución. Para bien, o para mal.

El nuevo gobierno y la pandemia han puesto a la oposición y al movimiento sindical en una compleja situación. El Frente Amplio sin saber hacer el duelo por el resultado electoral, camina sin rumbo tratando de encontrar un tema con el que marcar una agenda política que ya no controla.

El Pit-Cnt, que durante quince años vivió en simbiosis con el gobierno frenteamplista, se encuentra igual de desnorteado. Por momentos intenta plantarse como el jugador político de primera línea que fue cuando gobernaba en sociedad con el Frente Amplio, pero la realidad de que ahora no es más que otro grupo de presión de los tantos que existen en la sociedad le golpea duro en su autoestima colectiva. Y hace que tanto sus principales dirigentes, como los distintos sindicatos, erráticamente reboten entre su afán por meter la cuchara en lo político y su quehacer estrictamente vinculado a las relaciones laborales.

Definir qué rol jugarán en estos tiempos es importante para los sindicatos, pero también para la sociedad en su conjunto. Las sociedades modernas y verdaderamente democráticas necesitan sindicatos sanos y fuertes como catalizadores de las problemáticas laborales que en el mundo moderno, y máxime pandemia mediante, son cada vez más dinámicas y heterogéneas.

El movimiento sindical uruguayo debería actualizarse cual app, y entender el momento trascendente que le toca encarar esta vez lejos del poder, y para el cual pensar en clave de lucha ya no es redituable. Es oportunidad para el pragmatismo bien intencionado y la cooperación. Es momento de reinventarse para mejor, sin claudicar de los principales postulados que han sostenido y aún puedan estar vigentes.

El país, los trabajadores, y las empresas necesitan de los sindicatos consolidados, con dirigentes bien formados y con capacidad negociadora. ¡Y claro que los hay en Uruguay!

Se acabó el tiempo de la imposición y de la fuerza. No solo se demuestra madurez institucional teniendo la necesaria personería jurídica y responsabilidad total por las acciones que se promueven (como cualquier persona legalmente capaz que se desenvuelva en sociedad), también se prueba la misma aceptando que las reglas de juego deben amparar en sus derechos fundamentales a todos los actores por igual, sin distinciones, sin discriminación.

Los fueros son fueros, no son privilegios, y así lo marca nuestra legislación. Ese es precisamente el espíritu de la ley 17.940 que establece la protección de la libertad sindical. Dicha ley plantea la nulidad de los actos discriminatorios en materia sindical. Pero no da carta libre a los sindicatos para hacer lo que les plazca con la propiedad privada, ni con la libertad de comercio, ni con el derecho al trabajo de quienes no comparten posiciones similares. Ir en contra de las nuevas disposiciones en materia de ocupaciones y piquetes, no solo demuestra incapacidad de aggiornamento, es señal de anacronismo.

No debería ser así, es el año 2020.

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