Victoria Fernández Herrera
Victoria Fernández Herrera
Abogada

Responsabilidad de todos

No debe existir nada más mezquino que esa tendencia del hombre a tratar de socializar las pérdidas de cualquier circunstancia desfavorable por la que atraviese una sociedad, o incluso la de los creativos intentos de obtener algún indebido provecho del mal general.

En tiempos de crisis siempre hubo avivados, no es lindo, pero es la naturaleza humana, que como imperfecta que es conoce de luces y de sombras.

Ahora, cuando el país atraviesa una crisis sanitaria sin precedentes, cuando la misma no es responsabilidad de nadie, cuando el Estado, el Gobierno, y la Nación se enfrentan a una fatal contingencia tan democráticamente perversa como es la que implica el riesgo biológico al que nos encontramos enfrentados, actitudes políticas como las que hemos visto en los últimos días son lamentables, y nos llaman a la reflexión. Nos obligan a pensarnos como sociedad. Los hechos desencadenados por el tropezón político de la semana pasada no pueden sorprender a nadie.

No soy colorada, pero fue Bordaberry quien hace años develó que allí había una gran divergencia entre la línea discursiva y la línea de acción. Lo cual muchas veces en política puede ser tolerado (aunque no debería ser aceptado), pero otras no. Y en medio de un lío de la envergadura de este en que estamos metidos, con la salud de todos en juego, esto no es aceptable. No es admisible por el valor simbólico y práctico que tienen los hechos y dichos de los políticos en la vida de las personas y del país en general. Hace tiempo que Occidente aprendió que en política no vale todo. Que la historia bien recuerda a los más buenos, a los que generosamente se desprendieron de intereses personales y de sus colectividades particulares por el bien común. ¿No fue acaso eso lo que motivó a Baltasar Brum? ¿Qué llevó a Wilson Ferreira a dar gobernabilidad? ¿Por qué el Gral. Seregni nunca fue un resentido político a pesar de la dureza de las circunstancias que le tocó vivir?

Eso es lo que hoy necesita el país, y que hasta ahora, no se ha producido. Quizá por falta de líderes en la oposición, quizá porque allí hay incipientes liderazgos que mientras tratan de posicionarse a los codazos, no se enteran de la tormenta que se cierne sobre el Uruguay todo.

Tener solo la expectativa de gobernar en un futuro sobre una tierra arrasada por las consecuencias de la epidemia no solo es de pocas miras, sino que es muy triste. Ese no es el país que conocimos quienes rondando los treinta y pico de años crecimos gozando de una democracia plena. No me gustaría pensar que crecí engañada. Uruguay es un país de instituciones fuertes, de partidos políticos sólidos y solidarios, donde prima el valor de la ley como instrumento igualador de todos nosotros. Entrar en un camino de pretender estirar la Constitución bajo amenaza de aglomeraciones resulta muy poco empático, nada solidario con los más débiles, y además ajeno a nuestra propia naturaleza.

Uruguay no es igual al resto de los países de América Latina. Guste a quien le gus-te somos diferentes. Que lo escuche quien tenga que oírlo, para lo único que vamos a aglomerarnos los uruguayos, es para vacunarnos, manteniendo los dos metros de distancia y con tapabocas. Porque es responsabilidad de todos cuidar el país que tenemos. Sin brechas entre nosotros.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados