Victoria Fernández Herrera
Victoria Fernández Herrera
Abogada

Los del medio

La Corte Electoral aún no terminó de contabilizar las firmas presentadas para la iniciativa pro el referéndum vinculado a determinados artículos de la ley de urgente consideración y los ánimos ya empezaron a complicarse.

Parece que la pandemia hubiera reprimido los instintos más básicos del sistema político, lo hubiera obligado a ser ponderado y considerado en alguna medida por un tiempo, y ahora cuando la crisis sanitaria está llegando a su fin, o por lo menos a una etapa controlada, de repente algunos actores se animaran más a lanzarse a la arena, con el cuchillo entre los dientes.

La polarización en política no es ninguna novedad. Es obvio que el gobierno debe defender su gestión, máxime cuando las encuestas además le dan apoyo popular. Y va de suyo que quien no detenta el poder hará todo lo posible por recuperarlo, tratando de superar el duelo y los traumas (grandes) de dicha pérdida.

Esas posturas polarizadas, lógicas, comprensibles, naturales de la política, en la práctica requieren matices. Y muchos.

Matices de talante en las acciones, de formas de comunicar, y sobre todo de adaptación de lo que marca el deber ser de las ideas o ideologías imperantes en cada fuerza política, vinculadas con la coyuntura nacional, la realidad de los hechos, y lo que al país verdaderamente le conviene y necesita.

Así vemos por un lado a un gobierno pragmático, de honda raíz liberal, pero que no duda en apelar a Keynes cuando el momento lo requiere. Un gobierno de ideas.

Sobran muestras: no se nos cuarentenó compulsivamente, se crearon planes de asistencia para los sectores y personas afectados por la crisis sanitaria, se buscan alianzas comerciales en el exterior, la política internacional se centró en los intereses del país y no en afinidades políticas. Por otro lado vemos a la oposición encarnada por el Frente Amplio y el Pit-Cnt que sin disimulo le hablan a sus adeptos más radicales en código guerra fría.

Una oposición ideológica. Siempre en línea marxista, siempre referenciando todo a la “dictadura de derecha”, con acciones y omisiones que solo complican la gestión de los intereses nacionales. Y en este debate, actores de ambos lados empiezan a elevar el tono diciendo lo que a cada hinchada le gustaría escuchar de cara al referéndum.

Así algunos mienten sobre lo vinculado a los arrendamientos, a la educación, y otros contestan fuera de tono. Los parciales aplauden. Pero hay un universo más grande de gente que el de cada sector. Es el mundo de los que estamos en el medio entre las dos parcialidades políticas, los que trabajamos todos los días y no tenemos nada asegurado más que el deber de esforzarnos, el de la inmensa mayoría que respeta el derecho de huelga pero quiere que se le respete el derecho al trabajo sin restricciones, el de quienes queremos salir a la calle con la cartera colgada y el celular en la mano sin miedo a un arrebato, el de los que soñamos con un país más abierto al mundo y con más oportunidades.

En este grupo del medio convivimos personas de distintas afinidades políticas, personas a las que no nos gustan los extremos, ni la polarización, ni la grieta, ni la política espectáculo. Sería bueno que el sistema político lo advierta.

Este es el grupo que inclina la balanza.

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