Victoria Fernández Herrera
Victoria Fernández Herrera
Abogada

Libertad, ante todo

Mucho se ha dicho y escrito sobre la libertad en nuestro país desde el trágico desembarco del Covid-19 durante marzo del año pasado.

La libertad volvió al centro del debate público, en tanto el Presidente de la República así como el resto del gobierno se posicionaron en defensa de este valor, principal derecho humano, después de la vida.

Se vieron muchos sorprendidos, algunos vaticinaron que era un gran error apostar por la libertad de las personas y su accionar responsable. Pedían medidas restrictivas. Encerrar a la gente en sus casas, cerrar industrias y comercios. Perseguir y sancionar. Igualar para abajo con una insuficiente e injusta renta básica. Nada nuevo bajo el sol, solo inútiles y anquilosadas recetas socialistas.

Sin perjuicio de las valoraciones subjetivas realizadas anteriormente, lo que más asombra es que el gobierno no inventó nada, sino que simplemente se limitó a cumplir con la Constitución. Claro, se podrá decir que cumplir la ley, defender la ley, es algo muy típico del partido de gobierno, por algo, esto fue incluso su divisa. Pero dicha actitud no debería ser una cualidad de un partido, o de un conjunto de partidos como los que integran la coalición de gobierno. Cumplir con la Constitución, respetar la Carta Magna es una obligación para todos los orientales, y para todos los gobernantes del color que sean. Durante los últimos tres gobiernos la libertad fue castigada, la visión de los mismos despreció el potencial del hombre como individuo libre y responsable, y en su camino ciego de ignominia solo se enfocó en colectivizar todo lo que pudo. Fracasando rotundamente. La solidaridad no se colectiviza, no se impone por ley o por decreto, sino que es una virtud del individuo. Imposible de socializar. La historia así lo demuestra. En la tradición judeo cristiana occidental esto es clarísimo, en cuanto el mandato trascendente de las religiones es siempre el de tratar a los demás como nos gustaría ser tratados. Y es un mandato individual. Porque es lo antropológicamente correcto. Lo demás es construcción que estira hasta el imposible el contrato social. Y por ende se despega de la verdadera visión del hombre que sostienen las sociedades más avanzadas y más libres, es decir la visión ius naturalista.

Esto tan sencillo es lo que se ignoró adrede durante los últimos tres lustros. Desde nuestra primera Constitución en 1830 (que por cierto no marcó el nacimiento de nuestra nación oriental que tiene como hito fundacional los acontecimientos de 1825) el país tiene vigente un artículo importantísimo.

El artículo 10 que dice “Las acciones privadas de las personas que de ningún modo atacan el orden público ni perjudican a un tercero, están exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la República será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe.”

Como se aprecia, nuestra Constitución previó el goce pleno de la libertad por las personas hace casi doscientos años. Por esto, queda claro que el actual gobierno no innovó nada, sino que con responsabilidad se limitó a cumplir y hacer cumplir la ley. Nuestra ley más importante, la que nos asegura el pleno goce de nuestros derechos. No es menor.

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