Victoria Fernández Herrera
Victoria Fernández Herrera
Abogada

Excusándose en la ideología

Comienza un nuevo año y como todo inicio, tanto las personas como las diversas organizaciones, a veces se encuentran en la dualidad trascendental en las que deben decidir que camino tomar.

Afrontando la incertidumbre de las consecuencias futuras de su resolución, y de los fundamentos de sus acciones, las que, muchas veces se basan en posturas ideológicas o al menos es lo que le muestran a la tribuna.

Según indicadores de empleo, la realidad laboral de nuestro país ha tenido una notoria mejoría, sin perjuicio de ello, el nivel de conflictividad sindical no. Actualmente, el movimiento sindical se excusa en la ideología dedicándose a esbozar su conflictividad y a insistir con sus planteos “de clase”, aparentemente defendiendo intereses de los trabajadores, pero sin ocultar en lo más mínimo su intencionalidad política -la disputa directa contra el gobierno por el referéndum-, un ejemplo claro de ello fueron los incidentes en el puerto, de forma intempestiva iniciaron un paro, o en Ancap, cuando apagaron la refinería, o los sucesos en la terminal de Tres Cruces, no permitiendo la libre circulación, el derecho al trabajo, trasgrediendo los derechos de aquellos que no comparten la posición o no persiguen el mismo fin.

Uruguay necesita ajustarse al ritmo del mundo para dejar de estar en la lista de los países que quieren y no pueden ser desarrollados, pero es algo que no todos lo ven o no quieren verlo por diversas razones.

Los interesados en invertir en Uruguay, o aquellos que empiezan a evaluar la idea de hacerlo, advierten de inmediato cual es el principal talón de Aquiles del país: es el de las relaciones laborales. ¿Es esa la imagen que queremos dar? ¿No es hora de razonar y pensar en el bien común?

Deberíamos mirar al mundo y creer que más empresas son más desarrollo y entender que las empresas no son el enemigo. Que los enemigos de clase dejaron de existir en la realidad y solo quedan en el cajón de las reliquias ideológicas.

El país, los trabajadores, y las empresas necesitan de los sindicatos consolidados, con dirigentes con capacidad negociadora libre de intencionalidad política.

Los sindicatos deberían, de una vez por todas, tomar conciencia de que su rol es velar por los derechos de los trabajadores, cuando la cuestión lo amerite, desinteresadamente, de forma auténtica.

El movimiento sindical tendría que cambiar su visión, y despojar de ideología las relaciones laborales en busca de equilibrios más sanos y mayor flexibilidad en las tareas, donde velen por los intereses de sus afiliados, sin condimentos políticos que nada aportan.

La pandemia, sin lugar a dudas, ha resaltado sus carencias, y dejado a la vista los verdaderos fines de buena parte de su estructura y dirigencia.

Un entramado cuyos objetivos no son otros que vivir en exclusiva disputa sin sentido, como trampolín de carreras políticas en partidos de izquierda, o ultraizquierda, casi en exclusividad.

Este tipo de accionamiento de los movimientos sindicales, no solo demuestra que se excusan en la ideología para lograr sus objetivos políticos, es señal de anacronismo y denota una gran crisis de identidad.

No debería ser así, en este 2022.

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