Rodrigo Caballero
Rodrigo Caballero

Voto de confianza

Pocos son lo que pueden levantar la mano y decir: leí los 135 artículos que estuvieron en juego el 27 y por eso puedo afirmar que voté teniendo plena conciencia de lo que hacía.

Recuerde, amigo lector, que ni el Intendente de Canelones, Yamandú Orsi, se había tomado el trabajo de hacerlo. Aún así, con la mente vacía de información, se presentó en un programa de TV a dar cátedra sobre el tema.

Quizás por eso, la mayoría de los 2 millones seiscientos mil y pico de habilitados para votar, lo hicieron alineados detrás de una opción política y no porque supieran de qué iba la cosa. En ese contexto, a dos años del ballotage que determinó la presidencia de Luis Lacalle Pou, ocurrió el domingo 27 esta especie de “segunda” segunda vuelta, que muchos usarían para medir la popularidad del Presidente. Dos años en los que la pandemia generó un inmejorable campo de prueba para los se encontraban el poder. Aquello de que el verdadero capitán se hace en la tormenta. Y una mejor pantalla para quienes los miramos desde abajo y dependemos de sus decisiones.

Así es que vimos cómo algunos lograron surfear el tsunami del covid-19 con cintura y coraje y también como otros parecían bañistas desorientados siendo revolcados por la corriente. Haga nomás un poco de memoria: pedidos de cuarentena obligatoria, reclamos de cerrar negocios, comercios, industrias; de encerrarnos a todos, de endeudar al país para dar rentas básicas, y demás exigencias que en el momento parecían atentar excesivamente contra la libertad de las personas y que luego, con el diario del lunes, se revelaron linderas con lo criminal.

Sin embargo, esos mismos bañistas que la marejada de la pandemia dejó sin traje de baño y de espaldas al cielo, se sacudieron la arena y volvieron a la carga. Como si nada, reaparecieron para iluminar a la población y advertirle que el gobierno de Lacalle Pou sólo busca explotarlos.

Nadie me saca de la cabeza que del 39% de quienes optaron por el Sí, muchos no lo hicieron luego de haber leído la LUC. Lo hicieron porque le creyeron a un líder de pacotilla cuando les dijo que los iban a sacar la calle si se atrasaban un día en el pago del alquiler.

Votaron al Sí porque no dudaron de la honestidad de otro referente de alcantarilla cuando les aseguró que la Policía iba a salir a dar palo a todos los que tuvieran pinta de que le gustan las murgas. Pusieron la papeleta rosada porque compraron el verso de otro caudillo de morondanga que les advirtió que si ganaba el No, el Herrerismo iba a privatizar la Escuela Pública.

Debemos reconocerlo, la mayoría votamos leyendo poco y confiando mucho. Y de esa mayoría, son demasiados los que depositaron su confianza en algunos referentes cuyas ideas la realidad mostró, en poco tiempo y con contundencia, que de haber sido aplicadas nos hubieran llevado a la ruina. Esos genios convencidos de que la ciudadanía no está capacitada para entender los asuntos que hacen a la vida del país y por eso llevan los argumentos al blanco y al negro, a ricos contra pobres, al ellos contra nosotros.

Lo preocupante es que resultados tan ajustados como los del domingo, donde quedó claro que gran parte de los votos respondieron a esa manija, hacen pensar que los métodos empleados tal vez no sean del todo equivocados.

Al menos parecen muy eficientes. Aunque en este caso, insuficientes.

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