Rodrigo Caballero
Rodrigo Caballero

El ladrón y el facho

Si hubiera que resumir en una sola frase el proceso de la elección presidencial en Brasil, bien podría ser: el ladrón le ganó al facho.

En esas pocas palabras queda todo dicho, fundamentalmente el nivel de agresividad y polarización que, como un manto marrón, cubrió la campaña.

El domingo 18 de setiembre de este año, el ex presidente Luiz Inácio da Silva, dijo: “Bolsonaro es fascista”. Unos días más tarde, el Presidente en ejercicio devolvió la gentileza al asegurar que Lula “es el ladrón más grande de la historia de Brasil”.

Las citas son apenas dos ejemplos del trato que se prodigaron los candidatos durante la campaña. Quien pudo seguirla de cerca, sabrá que hubieron muchas otras instancias en las que el líder del PT trató a su rival de facho. También lo llamó “genocida”.

Bolsonaro, por su parte, no solo le dijo ladrón. Bandido y presidiario se sumaron a la batería de calificativos con que le diparó una y otra vez.

Pero quedémonos con los más repetidos por ambos: fascista y ladrón. Dos epítetos lapidarios que dan cuenta de la saña entre los candidatos. Atrás de ellos, sus seguidores se encargaron de replicarlos en todas las redes sociales. Sin duda que ladrón, junto a presidiario, fue la más usaron para definir al líder del PT, mientras que probablemente “genocida” haya superado a facho. O no, qué importa.

Lo que sí debería interesar, al menos a los ciudadanos uruguayos, es que como consecuencia de un tuit lanzado el domingo de noche por Gerardo Sotelo, presidente del Secan, una horda de biempensantes locales salió a los medios de comunicación y a las redes sociales a rasgarse las vestiduras, ofendidos por la falta de respeto en la que incurrió el polémico jerarca.

“Y así triunfó el ladrón sobre el facho”, tuiteó Sotelo, parafraseando no solo a los presidenciables, sino a cientos de miles de partidarios de ambos candidatos. Y así les puso el espejito enfrente, para que se vean tal cual son.

Y así fue, también, como algunos no soportaron ver su imagen reflejada y se pusieron furiosos.

Entonces, vestidos con la impoluta pilcha del indignado, dieron comienzo a la aburridísima perorata de siempre.

¡Le dijo ladrón al presidente electo democráticamente por todos los brasileños! ¡Sotelo debe renunciar! ¡Esto es un ataque a la democracia!” Y bla bla bla. ¡Ni una película uruguaya en Netflix es capaz de generar tanto bostezo!

Pero lo peor es la falta de honestidad intelectual que demostraron los indignados. La mayoría de los que salieron con esta bulla, son capaces de interpretar, sin dificultades, el tuit del Presidente del Secan. Saben bien que no dijo lo que dicen que dijo.

Y por eso son deshonestos. Porque quisieron engañar a los que no tienen la misma capacidad de análisis que ellos. Al incauto militante de izquierda con pensamiento concreto, incapaz de interpretar una ironía y al mismo tiempo ansioso por encontrar un argumento sobre el cual apoyarse para comprobar la superioridad moral de los suyos.

Tristeza não tem fim, hubiera cantado el bueno de Antonio Carlos Jobim ante semejante despliegue de mediocridad.

¿El error de Sotelo? Explicar y disculparse por compartir en la red del pajarito una síntesis inmejorable de las elecciones presidenciales en Brasil.

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