Rodrigo Caballero
Rodrigo Caballero

Inexplicable

Rumbo fue un grupo musical de la segunda generación del canto popular uruguayo, formado en el año 1979, entre cuyas principales figuras estaban Laura Canoura y Mauricio Ubal.

Este último, junto a Ruben Olivera, compusieron la canción A Redoblar, obra que se convirtió en una especie de himno de la resistencia a la dictadura militar. De hecho, la mayoría de las letras de las canciones de Rumbo criticaban al régimen de facto, siempre entre líneas, claro está, para evitar la censura que regía en la época. Así como la mayoría de los jóvenes de aquel entonces, sus integrantes eran hijos de una generación que se consideraba dueña de la verdad, la moral y las buenas costumbres. Que se sentía con el derecho, y el deber, de obligar a la juventud a cortarse el pelo o andar de corbata, como símbolo de una forma de pensar y vivir que era la que consideraban correcta y la que debían imponer aunque fuese a la fuerza. Un orden establecido que había empezado a ser confrontado en el 1968 con el Mayo Francés y que para principios de los 80 ya había hecho carne en gran parte de occidente.

Por eso, resultó tan bizarro que Laura Canoura, la voz femenina de ese grupo que resistía a la censura con talento y creatividad, protagonizara la batalla de tuíter más comentada de la semana pasada, desde una trinchera opuesta a la que supo ocupar hace 40 años junto a Ubal y los demás. Apostada en el cuartel de los censores, de los que llaman a silenciar a quienes expresan ideas contrarias a las suyas, la cantautora se las agarró con un joven militante del Partido Colorado, Bautista Gil Castillo, y propuso a sus seguidores silenciar los “mensajes de odio” del botija. Muy similar a lo que vivió ella y sus compañeros de Rumbo con lo militares en la época en que entonaban A Redoblar. Porque seguro que para los generales y comandantes de la dictadura, la canción de Ubal y Olivera no era otra cosa que un “mensaje de odio”.

Igual que aquellos viejos carcamanes autoritarios que se creían con derechos a mandarte callar, el mensaje de Canoura fue clarísimo: No está mal la censura. Lo que está mal es que lo censuren a uno. O a los de su bando.

A su vez, el “mensaje de odio” del joven colorado, palabra más, palabra menos, fue referirse a la argentina Hebe de Bonafini, en el día de su muerte, como una “chupasangre amiga de los Kirchner que usó el dolor para enriquecerse”. ¿Estamos de acuerdo con sus palabras? A quién le importa. Gil tiene 19 años y una fuerte presencia en redes sociales basada en su irreverencia y en su firme postura a favor de la Libertad. Con eso nomás ha logrado incomodar a muchos personajes notorios de pensamiento obtuso que pueblan la fauna de líderes de opinión autóctonos. Nadie debería intentar callarlo.

¿Qué se puede sacar en claro de esto? Que en un momento donde la corrección política alcanza niveles de ridículo como el que alcanzó este ícono del cantopopu al pedir amordazar a un adolescente que manifiesta sus ideas en las redes sociales, la libertad de expresión debe ser cada vez más defendida por las personas libres. Así como la hipocresía debe ser rechazada. ¿Por qué el del muchacho es considerado por Canoura un mensaje de odio y los de Bonafini no? Será que estas palabras de la madre de mayo son “mensajes de amor”?: “Deseamos que (Juan Pablo II) se queme vivo en el infierno. Es un cerdo”. O tal vez estas otras: “Estamos con los compañeros de las FARC, estamos con Chávez, estamos con nuestro presidente Néstor. Uribe es una mierda y un hijo de puta”. O quizás estas, en referencia al 11-S: “Me alegré mucho cuando escuché la noticia. No voy a ser hipócrita con este tema: no me dolió para nada el atentado”. Lo de Laura Canoura es inexplicable, como siempre.

Como toda la izquierda inquisidora. Inexplicable y muy hipócrita.

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