Rodrigo Caballero
Rodrigo Caballero

No hay dos mandingas

Se lo dijo Gandalf el Gris a Frodo Bolsón en alguna página de El Señor de los Anillos: “muchos de los que viven merecen morir y algunos de los que mueren merecen la vida. ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte”.

El mensaje es muy claro y aplica tanto a la Tierra Media de Tolkien como a cualquier otro sitio donde exista una sociedad evolucionada. Nadie debe disponer sobre la vida del prójimo. Por lo tanto, el asesinato tiene un solo justificativo: la legítima defensa.

No así el secuestro y la tortura. Esas prácticas son injustificables. Sea la víctima un empresario de la alta sociedad o un estudiante de derecho devenido en guerrillero. Ocurra en la Cárcel del Pueblo o en el 300 Carlos.

El reclamo de la liberación de presos de la cárcel de Domingo Arena por delitos vinculados a la dictadura, a través de una carta enviada por el llamado foro de Montevideo al Presidente Lacalle, generó una discusión que evidenció la profunda grieta que separa el pensamiento de los uruguayos respecto al pasado reciente. Una zanja que nos divide de manera errónea.

¿Por qué errónea? Porque separa a los uruguayos en dos partes, cada una de las cuales respalda o justifica a un grupo diferente de violadores de los derechos humanos.

La frontera imaginaria, en cambio, debería colocar a todos ellos en la vereda de enfrente a la que ocupan las personas de bien. Ellos por allá, los demás por acá. Nunca entreverados. Jamás del mismo lado.

Es algo que parece evidente y que no debería generar dudas: el que asesinó, secuestró y torturó en nombre de una bandera, va a estar siempre en la misma acera que el que lo hizo por ideas opuestas. Aunque traten, por todos los medios, de engañar al desinformado. Aunque manipulen al tonto apasionado y enamoren al idiota fanático que desea creer un verso romántico sin importarle que la realidad lo cachetee y lo exponga al ridículo.

El pueblo no debe ubicarse junto a unos ni a otros. El pueblo debe estar en contra de todos ellos. Sin distinción. De los que atentaron contra la vida y los derechos humanos por querer instaurar el régimen político y social de sus sueños y de los que aprovecharon la necesidad de impedirlo para hacer su agosto.

Esa es la grieta que hay que cavar. Todos juntos y lo más hondo posible.

Tal vez lo que busque el Foro de Montevideo con su carta sea eso. Que si unos están presos, no pueda haber otros libres. Porque de esa manera estaríamos aceptando que matar, secuestrar y violar los derechos humanos puede ser justificable si hay detrás un motivo determinado. O peor aún, se estaría aceptando que puede llegar a existir un motivo que justifique lo injustificable.

Milicos o tupas. Terrorismo de estado o terrorismo guerrillero. Todos deben ser vistos con los mismos lentes. Y la Historia deberá ubicarlos a ambos en la misma vereda. Bien lejos de la gente común que desea vivir su vida en paz.

Podrán cancelar a la escritora Mercedes Vigil y sacar sus libros de las estanterías de las librerías más progres. Pero aunque lo hagan Pascasio Báez ya recibió su dosis mortal de Pentotal y el agente José Villalba sus balas calibre 45.

Esta pieza no pretende abonar la teoría de los dos demonios. Al contrario. Afirma que Mandinga es uno solo. Que cambia de traje para engañar a los incautos. Sus presas favoritas.

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