Rodrigo Caballero
Rodrigo Caballero

Falta información

El domingo 26 de diciembre, la prensa informaba que al cabo de las dos jornadas de paz, amor y recogimiento cristianos, se registraron en Montevideo nada menos que siete asesinatos.

Algunos de ellos presentaron características de extrema violencia, como el ocurrido en un complejo habitacional del barrio La Unión, donde un hombre le descerrajó cinco tiros de su revolver calibre 22 a un vecino y luego, al quedarse sin munición, la emprendió contra la víctima a culatazos en la cabeza.

De los cinco crímenes, cuatro tuvieron un detalle en común: los fallecidos tenían antecedentes penales. Ese dato tranquiliza al lector que no cuenta con tales registros policiales pues lo deja automáticamente excluido de la estadística. Tampoco el que terminó con la vida de un hombre de 22 años en un ajuste de cuentas, si el lector no tenía cuentas que ajustar.

Por lo tanto, ese dato que establece un vínculo inseparable entre el homicidio informado y el mundo criminal, es de vital importancia para el ciudadano de bien que busca conocer el entorno en el que vive a través de las noticias. No genera la misma alarma un delincuente asesinado en un ajuste de cuentas que un padre de familia baleado para robarle la moto o la billetera.

Algo similar debería ocurrir con la información que se suministra acerca de la pandemia del COVID-19. Todos los días, desde hace casi dos años, un informe con datos estadísticos sobre los contagios, internaciones en CTI y muertes es puesto a disposición de la ciudadanía. Dentro de esa información se discrimina la cantidad de casos nuevos registrados en cada departamento del país e incluso se da cuenta de la edad de las personas fallecidas. Este último dato, el de la edad, obra en muchos casos de la misma manera que el de los antecedentes penales mencionado antes. Es un indicador de la realidad que permite al lector entender que tan lejos o cerca se encuentra del peligro según la estadística. Por eso, todos hemos escuchado en esta nueva realidad que trajo el Covid, la frase: “tenía 97 años”, usada a modo de conjuro, más lógico que mágico, para bajarle la reputación homicida al virus.

Sin embargo, en los informes mencionados, no se indica cuántos de los internados en CTI posee una, dos, tres o ninguna toma de la vacuna.

¿Por qué este dato crucial no es manejado con la importancia que parece tener? Fíjese el lector que en caso que la estadística fuera positiva, el buen hombre que lee el diario con sus tres vacunitas en el brazo, se puede relajar sabiendo que se encuentra tan a salvo del coronavirus como de ser baleado en un ajuste de cuentas por deudas de pasta base?

Ya se sabe que las vacunas no previenen en un cien por ciento los contagios. Pero también hemos sido informados que la diferencia entre pescarse el Covid con las tres vacunas puestas o sin ninguna, puede ser la misma que separa la vida de la muerte .

Entonces, señores del MSP, es necesario que se informe todos los días cuántos de los contagiados tienen sus dosis y cuántos no. Cuántos de los internados están vacunados y cuántos uruguayos partieron habiendo recibido alguna dosis. No quiero abusar de la bonhomía de los jerarcas de Salud Pública, pero como soy curioso, quizá por la formación periodística que he recibido, voy a pedir un poco más: número de dosis de los internados en CTI y número de dosis de los fallecidos. Feliz 2022.

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